<b>Con su esperada muerte Hugo Chávez ha demostrado cuán intenso y profundo fue su servicio al pueblo y las clases populares de Venezuela. Desde los indígenas con siglos de abandono hasta los obreros de las ciudades y las madres de familia.</b>
Chávez le dio voz y participación a esos sectores humildes de su país, y su ejemplo cundió como la buena siembra por todos los confines de América Latina. Eliminó el analfabetismo y garantizó medicina para todos los sectores marginados.
Desde el inicio de su gobierno hace catorce años creó las Misiones, que daban alimentación, cobijo y educación a los sectores más humildes de esa riquísima nación.
Utilizó el recurso petrolero como arma política que sacó de la angurria capitalista a los más humildes del hemisferio. Fue en auxilio de Argentina cuando el parecía que el Fondo Monetario Internacional lo yugulaba por sus deudas y planes de pago muy eclécticos.
Todo el sentimiento de dolor que expresó el continente desde el martes pasado hasta su funeral del viernes, refleja un nuevo sentimiento político de los pueblos de América Latina, especialmente ante el Gran Hermano del Norte.
Con la expansión del comercio latinoamericano a Europa y especialmente a China, llegó una nueva época en las relaciones político-sociales y económicas de estos países reduciendo en cierto modo la dependencia de antes con los Estados Unidos. Los mejores pasos que debe iniciar el gobierno de Barak Obama es reconocer la nueva situación de su país con América Latina.
Se lo dijo el continente por su respeto y sentimiento de dolor por la muerte de ese portento bolivariano que acaba de sucumbir ante un cáncer que resultó inmisericorde.
Hugo Chávez Frías falleció el martes pasado en Caracas y sus exequias se celebraron el pasado viernes en esa misma ciudad. En la noche el vicepresidente Nicolás Maduro asumió la presidencia de ese país como encargado hasta tanto sean celebradas unas nuevas elecciones, como lo manda la misma Constitución Bolivariana elaborada como resultado de la política del malogrado mandatario.
Fue realmente dramático el dolor expresado por el pueblo venezolano ante la muerte de su presidente recién reelecto. Se dijo que unos dos millones de personas quisieron desfilar por ante el féretro de Chávez. Quienes le apostrofaron en vida como reacción a su política de reivindicación a los pobres ahora deben sentir consternación ante las expresiones de dolor y solidaridad de la sociedad venezolana.
Los detractores de Chávez deben sentirse avergonzado de sus calumnias durante los 14 años de su gobierno y sorprendidos de ver hasta donde caló esa política de asistencia y reivindicación de los pobres. Los países caribeños deben agradecer por siempre el Acuerdo Petrolero concebido por Chávez para evitar el colapso de la región por los altos precios del petróleo.
Es cierto que su lenguaje desenfadado hirió muchas sensibilidades en América Latina y en la propia Venezuela, por lo que era lógico que esa situación generara oposición entre los sectores más conservadores y pro-norteamericanos de su país.
Chávez ha muerto y ha asumido un nuevo presidente de su propia línea que concibe la vida en los términos de justicia e igualdad que tanto pregonó.
Nicolás Maduro debe convocar a nuevas elecciones dentro de 30 días como lo estipula la Constitución venezolana. Ese plazo se va a cumplir y es muy difícil que en ese corto plazo pueda ganar un candidato de la oposición.
La solidaridad de ese país hacia el malogrado presidente exacerba la solidaridad hacia él y los suyos, y nadie puede interferir en ese proceso a menos que surja un escándalo que revierta todo lo que ocurre actualmente. Venezuela se mantendrá en manos del Gobierno Bolivariano de Hugo Chávez. Con otras figuras, pero con el mismo sentimiento.
Otra lectura a tomar en cuenta -entre los fenómenos de esta semana- fue la presencia de 33 jefes de Estado y de gobierno en el ceremonial de despedida a Chávez. Ese hecho dice con claridad el influjo del fallecido presidente en este hemisferio y alrededor del mundo.
Estados Unidos, dirigido por un hombre de la calidad política y ética de Barak Obama, debe revaluar sus relaciones con ese país a la luz de los beneficios mutuos y por solemne respeto a una nación y un continente que ha dicho a voz en cuello, que debe ser el responsable de su propio destino y que rechaza tajantemente el “narigoneo” tradicional de Washington.
Si esto se comprende, el sacrificio de Chávez podría ser el principio de una Nueva Era en la región y los Estados Unidos lo ganarían todo disfrutando del respeto y la solidaridad –en los buenos términos- de todos los pueblos de América Latina.
Los episodios de la historia se producen para entenderlos y para que se saquen razonables y buenas experiencias de los mismos. Esta coyuntura debe ser aprovechada por todos como una lección brillante del desempeño de la historia política de la actualidad.
Paz a los restos de Chávez y solidaridad con su pueblo que ha sentido como ninguno su dolorosa partida hasta hace poco tiempo inesperada. Paz a sus restos y solidaridad con su afligido país.
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