Como si fueran parte de una
operación de compra y venta, en los partidos mayoritarios militan deudores y
acreedores. Se tiene la idea de que los partidos políticos asumen deudas con
los militantes por haber realizado algún trabajo meritorio en el seno del
partido. Se mantienen viva deudas con aquellos y aquellas que tuvieron la
oportunidad de asumir un papel destacado en el nacimiento del partido o jugaron
un papel destacado en algún momento de la historia de la organización.
De igual forma, si el militante
pone a disposición del partido sus habilidades personales que, además, son
necesarias para el desarrollo de las actividades programáticas, también se
contrae una deuda con él. Es probable que la operación se considere compromiso
reciproc también a los dirigentes máximos se les pagan deuda, ya sea
nombrándolos funcionarios públicos cuan do se ganan las elecciones, o
favoreciéndolos directamente o por intermedio de terceros con contratos y
contrataciones.
De su lado, los acreedores son
aquellos que han trabajado por el partido y no han recibido aún beneficio
alguno. Los deudores son los militantes o cuadros políticos que han ocupado
posiciones de dirección interna y que han formado parte en algún momento pasado
del gabinete de gobierno.
Esta práctica ha ido socavando la
función de los partidos políticos y el proyecto de nación compartido, por
cuanto se concibe que si se trabaja por el partido, si se está siempre presente
en cada una de sus actividades, se está en mejor condición de ser tomado en
cuenta a la hora de la repartición. En ocasiones, los designados carecen de las
cualidades requeridas para el puesto.
Cuando la militancia y la
dirección partidista incurren en estas prácticas, apuestan sin darse cuenta a
democracias débiles y a descuidar las funciones sociales de la organización
política. En el primer caso, exponen al país al estancamiento y al desgaste,
incluso a sediciones, que solo pueden conducirlo a la acentuación de la crisis económica
y la acelerada inestabilidad.
Es además notorio que los
partidos políticos han abandonado la formación política de su militancia, y
tienen una tímida participación de opinión pública acerca de temas de interés
nacional más allá del electoral.
Solo retomando los principios
democráticos y, sobre todo, si los partidos políticos cumplen su función, se
fortalecerá nuestra democracia. Contrario al resto de los actores sociales, los
partidos no solo intentan influir en el proceso de toma de decisiones, sino que
desarrollan el papel último, la toma de decisiones concretas.
Actualmente, son muchos los
cambios que esperamos ocurran en el funcionariado que acompaña al presidente
Danilo Medina en “este viaje democrático de la nación dominicana”. El pueblo
confía en que Medina haga los cambios que tenga que hacer.
Luego del discurso de rendición
de cuentas del pasado 27 de febrero, los dominicanos también abrigamos la
esperanza en que Medina descarte el criterio de selección usado hasta ahora,
para nombrar a nuevos funcionarios. No podemos seguir fundamentando las
designaciones en la condición de deudor y acreedor hecha práctica por los
partidos políticos. Los nombramientos de nuevos funcionarios deben basarse en
la capacidad, disposición, voluntad y vocación de servicio. Solo así podrá
rescatase la administración pública y, por consiguiente, la democracia.
@GiseldaLiberato
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