<b>El tema de la democracia en desarrollo
presenta varias aristas, de un lado aparece el matrimonio entre democracia y
capitalismo, del otro, la relación entrepopulismo e institucionalidad democrática. Sin embargo, el meollo del
asunto es ¿qué ha de entenderse por desarrollo? ¿Qué desarrollo se desea? ¿Cómo
se disminuyen las desigualdades? Etc.</b>
Bien vistas las cosas, la democracia en
desarrollo presenta bajo el esquema neoliberal imperante, al menos en la
República Dominicana, un desarrollo desigual, un democracia restringida, una
feroz explotación de los recursos naturales en beneficio de empresas
internacionales y gobiernos incapaces de enfrentar esos poderes
transnacionales, en razón de que se entienden como socios menores de las
transnacionales. Ese estado de cosas, junto a la diversificación de las
tecnologías de la comunicación, hacen imposible la gobernabilidad bajo el
modelo neoliberal, pues las instituciones son incapaces de ser funcionales bajo
el rasero de la doble moral imperante.
Ante ese estado de cosas, el populismo será
siempre una receta digna pues al menos, tiene la capacidad de redistribuir los
ingresos, algo de lo que es incapaz el neoliberalismo pues concentra las
riquezas entre las transnacionales de la comunicación, las empresas mineras y
las empresas del sector terciario en general. De manera que si los postulados
del institucionalismo constitucional, por ejemplo, quieren prevalecer, será
necesario que sean capaces de crear instituciones no solo creíbles sino
transparentes y, además, y sobre todo, capaces de redistribuir los ingresos y
nunca concentrarlos. Esto es, es el esquema neoliberal el que crea las
condiciones para una reacción en cadena que conduce, casi inevitablemente, al
populismo. Claro, las variantes del populismo son casi siempre impredecibles,
contradictorias, nefastas, irracionales, repugnantes, todo lo que se quiera
decir de ellas. Pero nada hacemos en su contra si no analizamos las causales
del mismo. Esto es reconocer que un neoliberalismo concentrador y expoliador de
las riquezas de una sociedad dada, es el camino más corto hacia el populismo.
Así, el neoliberalismo construye su propia tumba desde su interior como desde
el exterior, al olvidarse de la redistribución y concentrarse en la
concentración de riquezas casi siempre ajenas.
Es por esa razón que ya ningún teórico se atreve
a presentar el desarrollo como un asunto lineal bajo ciertos parámetros, pues
el predominio del individualismo entendido como libertad supuestamente para
todos, no es más que la libertad y dominio de los mejor posicionados desde el
punto de vista clasista como desde el punto de vista burocrático y político,
pues las élites políticas ya no representan clases sociales sino clúster
cerrados que han devenido en socios del capital internacional y local.
Obviamente, eso equivale al descredito progresivo de la democracia en
desarrollo y al siempre presente peligro populista.
A manera de ejemplo, podríamos colocar la
sangría que está ocurriendo primero en el ámbito del Ministerio público y ahora
en el seno mismo del Poder Judicial, muchos cuadros e intelectuales orgánicos
han perdido la fe en el sistema y están renunciando casi de manera masiva a sus
puestos al observar horrorizados la estafa en que estaban metidos estos es que
las reglas las pone el capital y la elite política con total y absoluto
desprecio por el esfuerzo intelectual pregonado como por las normativas que
supuestamente garantizaban un ascenso.
Estos son indicadores de que cuando ese
descubrimiento vaya llegando a sectores más horizontales de la población, la
primera reacción será, como ya estamos observando, un auge exacerbado de la
delincuencia, el paso siguiente, será un mesías político que prometa poner fin
al caos, que el neoliberalismo confunde con su propio orden y que el populismo
promete redimir. Esto es, como siempre, la fiebre no está en la sábana sino en
la indolencia, el egoísmo y la ausencia de reglas realmente igualitarias. La
gran desgracia es que la diversidad del populismo pueda general en la selección
de un modelo alternativo que sea igualmente fallido, pero así es la rueda de la
historia. Así ha discurrido la humanidad con base a experimentos que unas veces
conducen a error y en otras a aciertos, cuando como dice Montesquieu, en Causa
de la Grandeza y la decadencia de los Romanos, la indolencia sustituye a la
virtud, el egoísmo sustituye a la paridad. DLH-18-3-2013