<b>La
incompetencia del Partido de la Liberación Dominicana se pone nueva vez de
manifiesto con el tema educativo al carecer de un proyecto que sirviera al
desarrollo nacional.</b>
El PLD ha venido dando tumbos durante más de 12 años en
materia educativa, a tal punto que su “líder” Leonel Fernández, después de
hacer aprobar una ley que otorgaba el 4 % del Producto Interno Bruto (PIB) al
sistema educativo, jamás la cumplió. Todo lo contrario, muchas veces dijo que
la inversión no era necesaria.
El
problema del analfabetismo nunca le preocupó. Al contrario, invirtió, no en
educación, sino en el embrutecimiento de la gente, porque solo un pueblo sin
educación puede elegir y reelegir a gente de su calaña.
El 4
% del PIB de una conquista de la coalición por una Educación Digna alrededor de
la cual se sumaron todas las organizaciones populares del país. Todos los
candidatos presidenciales se comprometieron, formalmente, a cumplir la ley del
4 %.
A
pesar de los años en el poder, a pesar de los meses de transición, de los seis
meses que lleva Danilo en el gobierno, es obvio que no existe un plan, ni un
modelo educativo. Solo ideas y promesas de campaña. Nada concreto. El PLD, ni
el gobierno, saben qué hacer, ni cómo invertir cerca de cien mil millones de
pesos del presupuesto nacional.
Todo
parece indicar que cuando Danilo firmó el pacto por el 4 % no sabía en qué se
estaba metiendo. Y lo digo por una razón simple: ¿Cómo puede hablarse de una
educación digna, sin exclusiones, sin tomar en cuenta a los maestros?
Se
habla de construir nuevas escuelas, de extender el horario de clases, de
diseñar y aplicar un nuevo modelo, como en otros países. ¡Bien! ¡Aprobado! ¿Y
qué de los profesores? ¿Y qué de los alumnos? ¿Y qué de los padres de los
alumnos? ¿Y qué del barrio donde crecen los niños? El tema de la marginalidad y
la pobreza, de los cinturones de miseria. El tema del empleo, de la seguridad
ciudadana. ¿Se puede hablar de educación integral sin tomar en cuenta los
factores socio económicos?
Un
maestro tiene que vivir en condiciones aceptables, decentes, dignas, no en la
pura miseria, como hasta ahora. Nadie puede hablar del 4 % sin hablar de los maestros, de las
condiciones materiales de existencia. El maestro tiene que tener un buen
salario. El Estado debe incluirlos, como prioridad, en
sus planes de viviendas, salud, seguridad, etc. Los maestros tienen que ser
reeducados. Y esa es una tarea del Estado, no de los propios maestros. Si los
maestros no están bien calificados, la culpa no es suya, es del sistema que los
formó.
Un
maestro debe ganar inicialmente, no menos de mil dólares mensuales. ¿Es mucho?
No creo si tomamos en cuenta el costo de la canasta familiar. Pero además el
maestro debe tener una indexación salarial todos los años.
Reinaldo
Pared Pérez, el peor secretario general que ha tenido el PLD en su historia, el
más retrógrado, colocado siempre a la derecha de la derecha, recibe un millón
de pesos mensuales por concepto del barrilito, sin contar su salario de senador
y presidente del hemiciclo durante muchos años, advierte al presidente de la
ADP sobre la posibilidad de ser sancionado por colocarse del lado de los
maestros, no del partido.
El
presidente del senado puede recibir alrededor de un millón 500 mil pesos
mensuales, pero un maestro no puede ganar 30, ni 40 mil pesos mensuales. Félix
Bautista, secretario general del PLD y senador, pudo convertirse en uno de los
dueños del país, pasando de la pobreza
extrema a la riqueza extrema desde una posición pública, pero el maestro
está condenado a la indigencia eterna.
Leonel
Fernández puede salir de Villa Juana al exilio económico en Nueva York,
regresar para hacer política en el PLD y convertirse en el verdadero dueño del
país desde la presidencia de la República, pero los maestros están condenados a
morirse literalmente de hambre.
Senadores,
diputados, ministros, embajadores, cónsules, vice ministros y directores
generales, muchos de ellos analfabestias, no pueden estar por encima de los
maestros. En los países de verdad los maestros tienen salarios de lujo. En
Finlandia, por ejemplo, un maestro gana igual que un ingeniero altamente
calificado. En esos países de verdad se estimula la carrera educativa. En
nuestro país ser maestro, profesor, es casi una tragedia. Nadie quiere estudiar
esa vaina porque “no deja”. No deja dinero. Solo deja miseria y frustraciones.
Y
así no puede ser. Profesores y médicos tienen que merecer un trato privilegiado
en la sociedad. Los primeros forman a los ciudadanos, los segundos velan por su
salud. Esos héroes cotidianos no merecen ser tratados como seres inferiores.
Ellos son miles de veces más útiles a la patria que los políticos depredadores,
sanguijuelas del pueblo.
La
lucha de los maestros a través de su gloriosa Asociación Dominicana de
Profesores (ADP) debe merecer el respaldo de todos los partidos políticos, de
las asociaciones estudiantiles, de los sindicatos, federaciones y
confederaciones sindicales. Su lucha es
hoy más justa que nunca.