<b>La
mayoría de las declaraciones juradas de bienes son una farsa; quién dice tener
uno, tiene tres o cinco; el que no tiene nada, dice que tiene mucho. Hace el
cálculo en función de lo que tiene programado robarse durante el tiempo que
estará en el cargo.</b>
Las
declaraciones juradas sirven, sin embargo, para ver el nivel de corrupción y de
complicidad que existe en nuestro país, de cómo
determinados personajes pasan de la pobreza, a la riqueza, desde su
condición, primero de dirigentes políticos, luego de funcionarios, sin que nadie le pregunte cómo lo hizo, cómo
multiplicó los panes y los peces.
La
corrupción es generalizada. De arriba hacia abajo. Todos quieren lo suyo, lo
que entiende le corresponde por mérito. El margen de la decencia y la dignidad
se reducen cada día para abrirle espacio al desenfado de la corrupción. El diez
por ciento de comisión era visto como normal, incluso legal; ahora no es el diez, ahora es el 20,
el 30 y hasta el 50. Algunos ya no piden comisión, exigen participación en
sociedad en los negocios con el Estado.
La
mayoría de los que han hecho declaraciones juradas en los últimos 50 años,
mienten. Y todos lo sabemos.
La
nueva Constitución, la que engendró Leonel Fernández, el más corrupto de los
presidentes de la República en toda su historia, condena toda forma de
corrupción. Invierte el fardo de la
prueba obligando al funcionario a demostrar la procedencia y legitimidad
de sus bienes.
Sin
embargo, ese artículo 146, numeral 3 de la Constitución, es letra muerta. Nadie
investiga. El Ministerio Público, que debe hacerlo, se esconde.
La
condición política del Procurador, no importa cómo se llame, y de la mayoría de
los fiscales, le impide actuar acorde con la Constitución y las leyes. ¿Se
imaginan al Procurador investigando seriamente a una buena parte de los
miembros del Comité Político de su partido por robo de los recursos del Estado?
¡En modo alguno! Eso no ocurrirá nunca en un gobierno del PLD que es resultado
justamente de la corrupción que permitió que Leonel creara un déficits de 200
mil millones de pesos para ganar las elecciones pasadas. ¿Miento? ¡No!
Es
por esa razón, no otra, que el presidente Danilo Medina decretó, tan pronto
llegó al Palacio, un “borrón y cuenta nueva” cuando pidió no mirar hacia atrás.
Ahí dejó implícita su postura frente al tema de la corrupción. Y tanto es así
que en más de siete meses de gestión nadie ha sido llevado a la justicia. (Los
corruptos de Leonel, son los corruptos del PLD con su barrilito, nominillas, viceministros
que ahora son asesores, etc.) El cambio seguro (para los ladrones) es un hecho.
Si
no hay una voluntad política, como no la
hay, una actitud de parte del presidente de la República, en un país
presidencialista como éste, como no la hay tampoco, ningún Procurador General,
ningún fiscal, investigará las procedencias de las fortunas que dicen tener los
funcionarios, ni la forma como la obtuvieron.
Quiere
decir que las declaraciones juradas de bienes no tienen ningún sentido si nadie
las supervisa, ni las investiga rigurosamente para luego actuar de acurdo con
la Constitución y las leyes.
Pero
lo peor, lo verdaderamente jodido, es que no haya oposición política decente,
que combata ese flagelo, que le preocupe de verdad el tema de la corrupción por
sus consecuencias nefasta para el desarrollo nacional; pero si eso es malo, lo
verdaderamente malo, es que la llamada sociedad civil no pueda o no tenga la
fuerza para impedir que dirigentes políticos continúen robándose el país
impunemente; ahora bien, lo peor de lo
peor, lo que jode toda la vaina, es que el pueblo siga votando cada cuatro años
por esos asaltantes de camino para que sigan robando.
(Fíjense
como los partidos, dirigentes políticos, sindicales, empresariales, de la
sociedad civil, y hasta periodistas, han dejado a Guillermo Moreno solo en su
querella contra Leonel Fernández para que la jauría pagada lo destroce
mediáticamente impidiendo que la justicia, amordazada, actúe contra ese
depredador)
Las
declaraciones juradas de bienes publicadas por el Ministerio Público
constituyen, en su mayoría, una verdadera vergüenza, una muestra más de la
podredumbre moral de la clase política dominicana. (Nos tomaron el pelo otra
vez)
Danilo
dijo tener un látigo para castigar a los corruptos, pero obviamente ese látigo,
si existe, es de seda china, de la mejor, para no hacer daño. Ese látigo
acaricia hasta la excitación.
Tengo
la sensación de que, así como Leonel y su grupo acumularon fortunas
incalculables desde el gobierno, el nuevo grupo instalado en el Palaciodes de agosto pasado también busca
obtener los mismos beneficios, pero en menos tiempo.