1 de mayo de 2013, 8:20. El
16 de febrero de 1973, a las 5:47pm, aún resonando el eco de los disparos entre
las montañas, cayó en el suelo mojado y frio de la Cordillera Central el cuerpo
fulminado del dominicano más transcendente del siglo XX, Francisco Alberto
Caamaño Deñó. <br>
Según
la versión oficial de las Fuerzas Armadas, su deceso se produjo en medio de un
combate con tropas del Ejército… Era lógico que en ese entonces se diera esa
versión.Lo que resulta indignante es
que esa siga siendo todavía la versión oficial de las Fuerzas Armadas, y que el
crimen de guerra que significa haber asesinado a Francisco Alberto Caamaño Deñó
después de tenerlo por más de 6 horas prisionero, aún hoy, 40 años después,
siga totalmente impune; Francisco Alberto Caamaño Deñó merece que las
circunstancias en las que fue asesinado sean esclarecidas y que sus asesinos
materiales e intelectuales sean conocidos y condenados como tales.
Los
restos del presidente Caamaño tienen una importancia que va mucho más allá del
mero simbolismo, pues son el punto de partida para cualquier proceso que tienda
a esclarecer las circunstancias de la muerte de nuestro líder.
En
efecto, esos restos constituyen el corpus
delictO de este crimen de lesa humanidad, de la misma forma que son la prueba del ensañamiento
con que fue tratado el cadáver de un héroe nacional, cuyo cuerpo sin vida fue
sometido a un proceso degradante e inhumano, sin precedentes en República
Dominicana.
Quienes
niegan la autenticidad de esos restos, se presentan como potenciales enemigos
de la memoria historia del pueblo dominicano, y verdaderos cómplices de sus
asesinos. Hay que ver el interés oculto que tienen los que elevan esas
posturas, que, de hecho, no cuentan con el más mínimo respaldo probatorio.
La
Ley No. 04-13, que dispone el traslado de los restos del coronel Francisco
Alberto Caamaño Deñó al Panteón de la Patria, eleva a nivel de Ley la
autenticidad de dichos restos. Los que aún sostengan esa postura anti
patriótica, serían a todas luces enemigos de Francisco Alberto Caamaño Deñó y
de nuestro pueblo.