Los estudios universitarios representan la antesala para que una persona adquiera una profesión en un centro superior, lo que en el futuro podrá significar una transformación en la vida personal y familiar.
Sin importar la Universidad o el país donde se realice esa carrera, lo cierto es que ello se traduce en una gran responsabilidad no tan solo con la familia especialmente los padres, sino igualmente con la sociedad.
Es de suponer que quien busca alcanzar un título universitario es alguien consciente de su deber, responsabilidad y ejemplo a seguir.
El papel esencial de un buen estudiante es asumir y cumplir cabalmente su rol; de aprobar con buenas calificaciones los respectivos créditos asignados en cada cuatrimestre en la carrera elegida, para finalmente defender mediante una tesis de grado o curso monográfico los conocimientos adquiridos en sus años en la academia.
¿Pero qué sucede cuando ese estudiante universitario actúa irresponsablemente, violentando las normas de convivencia y civilidad que debe imperar?
Los dolorosos y penosos acontecimientos de violencia registrados en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) ponen al desnudo la interrogante expuesta, pero además, nos permiten adentrarnos en nuestro enfoque. No es la primera vez que en esta histórica academia ocurren acciones vandálicas a las cuales aparentemente nos hemos ido acostumbrando y lo peor nunca se han tomado las medidas correctivas, disciplinarias y aplicación de la ley como debe ser.
Ahora, aparentemente las cosas parecen que serán diferentes y los culpables de la muerte del coronel de la Policía Nacional, Julián Suárez Cordero, se les aplicará el peso de la ley. Esta vandálica acción ha merecido la repulsa de la sociedad dominicana y de los medios de comunicación del país.
Las autoridades de la UASD tienen que poner orden en esa institución adoptando los correctivos de lugar, sancionando o expulsando a los promotores de hechos violentos, irresponsables y ajenos a las normas y comportamiento decente.
Resulta contradictorio que un estudiante universitario tenga que apelar al uso de la fuerza empleando piedras, palos, escopetas chilenas, bombas de fabricación casera o colocándose una capucha en el rostro para atacar policías, periodistas, propiedades privadas y protagonizar el caos en las vías públicas.
¿Por qué ser tan cavernícolas al momento de escenificar una protesta en el país? ¿Acaso no existen otros recursos creativos para llamar la atención de las autoridades? Por supuesto que sí. Por tratarse de universitarios deberían utilizar cartelones, vallas, pancartas y obras teatrales para llamar la atención de las autoridades. Los “líderes estudiantiles” de hoy deberían observar el ejemplo de Amín Abel Hasbún, un verdadero dirigente universitario que enfrentó a sus adversarios con un discurso político de altura y de notable inteligencia.
En la UASD es tiempo de aplicar la baja estudiantil para así darle oportunidad a quienes realmente desean estudiar en ese centro superior. El Gobierno ha hecho grandes esfuerzos por dotar de instalaciones modernas, bibliotecas, laboratorios y equipos costosísimos a la universidad estatal y no es justo que un pequeño grupo de anarquistas continúe sembrando el odio, desorden y el caos para imposibilitar que la mayoría que ciertamente desean terminar una carrera lo hagan.
Actuemos ya contra el bandidaje en la UASD, que se imponga el criterio académico contra el desorden y mediocridad.
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