<b>República Dominicana se
conoce mundialmente por varios atributos que suelen tal vez causar envidia en
otras naciones que tienen al turismo como una prioridad nacional, dentro de
otros factores que indudablemente contribuyen al desarrollo de la economía.</b>
Somos hospitalarios y
muy confiados (y no estaría exagerando si digo que pasamos el límite de la
decencia y la prudencia en ese aspecto); somos depositario de una geografía que
seduce a los extranjeros por la belleza de sus ríos, playas, montañas, y por el
trato amable de nuestra gente.
Son precisamente esos
detalles, y otros que ya conocemos, los que han permitido a nuestro país convertirse,
también, en una guarida de la delincuencia y del crimen organizado a nivel internacional. Da vergüenza expresarlo de ese
modo, pero es la realidad.
En los últimos meses,
las autoridades han arrestado a decenas de ratas humanas que huyen de sus
respectivos países hacia otros destinos, luego de cometer diversos delitos y
crímenes agravados. Esas personas terminan escondiéndose aquí con la ayuda de
los malos dominicanos.
Los servicios de
inteligencia del país apresan con frecuencia a falsificadores, asesinos,
ladrones de bancos, clonadores de
tarjetas de crédito, narcotraficantes, lavadores de activos, y otros
malhechores que abusan de nuestra histórica hospitalidad para continuar desde
el territorio nacional operando ese trasiego delictivo.
El caso más reciente es
el del empresario franco libanés Ziad Takieddine, varias veces inculpado en el
llamado escándalo de corrupción "Karachi", y que fue encarcelado la
noche del viernes 31 de mayo en París, Francia,
tras una nueva inculpación en su perjuicio, sobre todo por corrupción de
agente público extranjero y estafa.
Lo sintomático del
hecho es que ese señor viajó con un pasaporte dominicano que adquirió luego de
pagar unos 260 mil dólares en una treta que enloda supuestamente a un general
nuestro cuyo nombre se mantiene en el anonimato y que esperamos sea
identificado lo más pronto posible.
Esos forajidos cuentan
con cómplices dominicanos que son reclutados por redes mundiales de crimen
organizado. El del empresario franco libanés no es el único caso. A penas nos
estamos enterando de mínimos detalles de una especie de caja de pandora que
cuando sea abierta al público, y ojalá que ocurra así, nos vamos a caer de
espaldas.
Contamos con numerosos
ciudadanos (entre ellos militares, policías, funcionarios de diferentes rangos,
empleados públicos que trabajan en oficinas claves en el manejo de documentos
de identidad personal, y otros) que se
habrían enriquecido mediante esas confabulaciones despreciables con la
delincuencia universal. No son pocas las personas que viajan con documentos
fraudulentos otorgados aquí por compinches nacionales. Además de los
extranjeros, los más beneficiados con esa práctica son ciudadanos criollos repatriados
luego de cumplir penas criminales en Estados Unidos y otras naciones.
Y no estamos inventando
nada. A diario vemos reseñas en los medios de comunicación hablando de esas
cosas. Son individuos que no pueden justificar las fortunas que administran ni
los lujosos vehículos que conducen o los bienes muebles e inmuebles que tienen,
a no ser a través de actos ilícitos que riñen contra la moral y las buenas
costumbres.
Si las autoridades
desean hallar esos cómplices, saben bien dónde encontrarlos. Este es un
problema de vocación política y hace bien el presidente Danilo Medina en
exigirles a los altos mandos militares y policiales indagar el caso del
francés-libanés Ziad Takieddine, pues se trata de un escándalo que nos deja muy
mal parados a nivel mundial y puede, además, conducir a malas interpretaciones
de que República Dominicana es la mejor opción para obtener nuevas identidades
personales falsas y esconderse de la justicia internacional.
Algo apesta en el país
y hay que aplicar de manera urgente desinfectantes poderosos para no hundirnos
en el descrédito.