<b>Cuando en una sociedad no hay régimen de
consecuencias para quienes transgreden los valores éticos y morales desde una
posición pública, es porque esa sociedad ha entrado en una crisis existencial profunda
que la coloca al borde del abismo.</b>
Cuando en una sociedad alguien se vale del
poder para favorecerse a sí mismo y favorecer a sus compañeros, socios,
familiares y demás relacionados, sin que pague por ello, como lo establecen la Constitución y las
leyes, es porque esa sociedad se ha degradado de tal manera que requiere una
profilaxis estructural profunda, que no es posible dentro del marco legal.
Cuando en una sociedad alguien se coloca por
encima de la Constitución de la República y de las leyes, corrompiendo el marco jurídico para que le garantice
impunidad, es porque esa sociedad perdió
las fuerzas motrices capaces de producir una revolución que le devuelva los
espacios democráticos por los que ha pagado tan caro en sangre, dolor y luto,
durante muchos años.
Cuando en una sociedad alguien utiliza el
poder del Estado para enriquecerse junto a un grupo de bandoleros, sin recibir
el castigo correspondiente, es porque esa sociedad está sumida en una gran
pobreza, no solo material, sino espiritual, que es la peor de todas las
carencias.
Cuando una sociedad permite que el país sea
número uno en corrupción en el mundo; el de menos transparencia en el manejo de
los fondos del Estado. Y al mismo tiempo sea colocado
entre los más atrasados en educación y salud, es porque la gente perdió la
capacidad de lucha y de transformación social. (Lean el informe del Foro
Económico Mundial y de otros de organismos internacionales sobre la corrupción y violación a los derechos humanos, etc.)
Entre el “elogio a la locura” y el “elogio a
la impunidad”, hay una gran diferencia. Las críticas al ex presidente Leonel
Fernández de sectores políticos, económicos y sociales, no son resultado de la
envidia de quienes no “han alcanzado sus logros”. Quienes lo condenan no lo hacen
por “mediocridad generacional” porque él logró lo que otros no. Esos argumentos
de bocinas muy bien pagadas durante 12 años, solo tienen cabida en una sociedad
donde “los inmorales nos han igualado” y sumergido en el mismo lodo.
Las críticas, al igual que los sometimientos a
la justicia, están más que justificados. Para defender los gobiernos del PLD
que encabezó Leonel hay que ser un degenerado político; hay que haber obtenido
demasiados beneficios y haber perdido la
vergüenza y el amor a la patria.
Este país lo han estado saqueando desde 1492
cuando Cristóbal Colón, asesino y ladrón, llegó a nuestras costas. (“Los indios
vivos se convirtieron en cristianos muertos” en pocos años fruto de la
explotación y la miseria)
La impunidad ha sido, desde entonces, el pan
nuestro de cada día. Ladrones van y ladrones vienen. Asesinos van y asesinos
vienen, con trajes y botas de militares, o con saco y corbata. La ropa no hace
la diferencia. Ladrones y asesinos han sido durante más de cinco siglos, salvo
honrosas excepciones los dueños del poder. La impunidad ha sido el común denominador.
Todo el que llega pobre al Estado y sale
millonario, es ladrón y asesino, porque mata al pueblo de hambre y de
insalubridad, no importa como se llame, ni qué posición haya ocupado. Y si no
termina en la cárcel, luego de una justa condena, es por la cultura y la
estructura de impunidad que existe en nuestro país, elogiada por muchos desde
medios de comunicación.