Con la sala casi llena y 40 personas en fila todavía esperando fuera para ver El Quijote no existe, monólogo con Manuel Chapuseaux, hay que pensar que se está ya frente a una actividad de masas. Ha bastado con poner un precio razonable (50 pesos) y no los 400 que de promedio de estila, en salas pequeñas o los mil en las de mayor capacidad.
Las salas de teatro de la ciudad de Santo Domingo y otras de las provincias, se vieron este fin de semana colmadas de público ansioso de tener buen arte, a buen precio con una paleta amplia de ofertas en géneros, corrientes, tendencias teatrales y compañías entregadas a la misión casi solemne de generar sentimientos desde el entablado.
El Quijote no existe, en versión de Teatro Guloya permitió que nos hablara nuevo y de viva voz, un dramaturgo chileno que aun cuando fallecido en 2005, nos habla de nuevo por el talento de Chapuseaux, para dejarnos sentir un montaje que permite tantos vuelos de imaginación y denuncia, de giros sorprendentes de interpretación , con una economía de recursos escénicos admirable, con una entrega histriónica como para no ser olvidada nunca más.
Lo destacado
De la pieza resaltan y se quedan en la mente del públic la expresividad de los ojos de Chapuseaux, su rostro crispado o distendido, el movimiento gracioso, ágil o enlentecido de su cuerpo, su vestuario blanco y simple, su interpretación vocal manejada como una paleta de colores para hacernos verlos diversos personajes:
·El impresor mercantilista que no le encuentra sentido a la literatura verdadera
·Miguel de Cervantes – el único cuerdo real de todo el destile de personajes
·El editor norteamericano rechazando el original de la novela que se inicia con las archi conocidas palabras “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme….”
·El presentador del programa Calamares en su Tinta, que “entrevista” a Cervantes
El texto
Jorge Díaz, el dramaturgo chileno multipremiado por su oleada de piezas fundamentales para el teatro latinoamericano, sin importas cuando se haya ido, estuvo allí hablando a la gente sobre temas tan sensitivos como la validez que otorga la sociedad al arte verdadero cuando lo que se procura en realidad es la venta de mercadería, la angustia de un creador literario que se sabe solo, la fuerza de los ataques en su contra por parte de los poderes de lo establecido y el sensacionalismo amarillista, vacío y procurador de unos puntos mas en el “ratting” de la televisión, de productores que, sin escrúpulo alguno, hacen una comunicación viciada, vacía y ausente de contenidos.
Actuación
Manuel Chapuseaux se sabe perfectamente en dominio interpretativo de lo que plantea el texto. Su experiencia lo conduce asertivamente a lograr una actuación desfila por una combinación del drama, la denuncia social y los precisos tonos de comedia que se disfrutan con intensidad gracias a dos factores:
Chapuseaux juega con la fuerza de los enfoques y personajes que plantea Díaz, al tiempo de “enamorar y coquetear” con el público para inducir al público a buscar la novela para leerla, al ofrecer información literaria de sus personajes (que son más de 500), las característica de algunos que no han sido popularizados ni por el cine ni por la escuela misma, revelando las presiones de aquella época y las fuerzas comerciales de choque de las editoriales de ésta otra, moderna y caricatura de lo que debía ser un código correcto de valoración de la narrativa en su expresión más formidable y densa: la novela.
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