El mundo ha estado contemplando atónito las muy bien organizadas protestas sociales que vienen promoviendo diversos sectores de la sociedad brasileña, y que ya han cobrado varios muertos y decenas de heridos así como destrucción en las vías públicas. Parecería que estamos en la antesala del despertar latinoamericano.
Los promotores de esos movimientos han apelado al uso de la tecnología para convocar al pueblo a salir a las calles, y al mismo tiempo, aprovechando la celebración de la CopaConfederaciones de Fútbol que se desarrolla en Rio de Janeiro, donde intervienen representaciones de México, Italia, Japón, España, Tahití, Uruguay, Nigeria y el anfitrión Brasil.
La magnitud de las movilizaciones escenificadas en las calles y avenidas brasileiras ya preocupa no tan solo a sus autoridades, sino también a empresarios y sectores de poder.
En ese contexto, la propia prensa de Brasil ha manejado el asunto con cautela, evitando así el sensacionalismo noticioso que pueda incentivar y caldear aún más las protestas extendidas en 134 ciudades del gigante del cono Sur.
Desde hace dos décadas, Brasil viene transitando por un proceso progresivo de recomposición de sus fuerzas sociales, sindicales y políticas producto fundamentalmente de la histórica e impresionante desigualdad social.
Con una superficie terrestre de 8.5 millones de kilómetros cuadrados, siendo el quinto país más grande del mundo y tercero de América, solo detrás de Estados Unidos y Canadá, sus riquezas materiales son enormes y casi infinitas.
El territorio brasileño alberga la selva amazónica con una extensión de tres millones de kilómetros cuadrados, que concentra una de las mayores fuentes de generación de agua dulce del planeta y una biodiversidad vegetal y animal impresionante. Tiene además, varios pozos petroleros en proceso de exploración en las costas de Rio de Janeiro, cuyos estudios apuntan a que podrían superar la capacidad petrolera de Venezuela en los próximos años.
Actualmente, Brasil es el principal suplidor latinoamericano de granos y vegetales hacia China, y avanza a pasos acelerados las edificaciones de las modernas y multimillonarias infraestructuras para el montaje de la Copa Mundial de Fútboldel año venidero y de los Juegos Olímpicos del 2016, ambos eventos deportivos tendrán de sede principal la hermosa ciudad de Rio de Janeiro.
Ahora bien, ¿por qué surgen esas protestas sociales en Brasil en estos precisos momentos? La proximidad de la realización de ambas justas deportivas es un atractivo de difusión del aparato mediático mundial, y cualquier acontecimiento que surja en territorio brasileño será “noticiosa”.
Los propios promotores de las manifestaciones no tendrán que depender de los medios de comunicación brasileños para que el mundo conozca de sus demandas. Otro factor es que ejercen presión ante las autoridades para que atiendan sus reclamos, apelando al discurso de que “para el montaje de esos eventos deportivos hay dinero, y para nuestras demandas no”.
La entrega de tierra a los campesinos, construcción de viviendas, infraestructuras educativas y de salud así como una mejora del transporte colectivo y aplicación de acciones contra la corrupción estatal están entre las demandas planteadas. No se trata únicamente de reclamar la rebaja en el precio del transporte, como se ve el movimiento pase libre en Brasil tiene en agenda otros asuntos que merecen respuestas de las autoridades.
Y precisamente, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, en discurso por cadena de radio y televisión aseguró que se reunirá con los líderes de las manifestaciones y con los gobernadores del país para abordar la mejora de los servicios públicos. También, comunicó que el gobierno brasileño aprobará un paquete de reformas en educación, sanidad y en transportes.
La deuda social del gobierno de Brasil con su pueblo comenzó a ser atendida en los mandatos del ex presidente Luiz Ignacio Lula Da Silva, quien sacó de la pobreza extrema a 40 millones de brasileños.
Sin embargo, hay muchas insatisfacciones en esa nación suramericana que requieren la atención de las autoridades.
En el 2002, la socióloga e investigadora social Marta Harnecker narró aspectos relacionados sobre los movimientos campesinos en Brasil, al plantear que “el Movimiento de los Trabajadores Sin tierra surgió en Brasil hace 17 años como respuesta al hambre secular de tierra de los campesinos que no la tienen. En éste breve periodo de tiempo este movimiento ha conseguido por vías no violentas convertirse en un instrumento de transformaciones revolucionarias en la sociedad brasileña.
En un país continente, con haciendas cuya área supera un millón de hectáreas, los latifundistas, principales enemigos del MST, desencadenaron contra los campesinos una auténtica guerra, utilizando medios criminales, a menudo con la complicidad de los gobernantes. Los Sin Tierra resistieron a persecuciones, a expulsiones de tierras ocupadas, a la agresividad de la policía y de los pistoleros, a la prisión y la tortura, a incendios y asaltos de sedes sindicales, incluso en juicios de pura farsa basados en acusaciones inventadas y pruebas forjadas”.
Como se aprecia, los problemas sociales brasileños como la mayoría de América Latina, tienen su esencia en el latifundismo en el campo que concentra la posesión de inmensas porciones de tierra en algunas familias privilegiadas, mientras los campesinos sin tierra se mueren de hambre y otros obligados a abandonar su espacio social para ir a las ciudades a constituir los grandes cinturones de miseria.
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