Aquellas calles y avenidas de Brasil teñidas de sangre por los enfrentamientos entre policías y grupos que reivindican diversas aspiraciones sociales hicieron pensar a muchos que esa nación suramericana comenzaba a perder sus encantos, alegría y espontaneidad que le caracteriza. Y nuevamente, su tradicional bálsamo futbolístico hizo presencia esta vez tras el triunfo del conjunto brasileño frente a España, donde de paso logró la corona de la Copa Confederaciones de Fútbol.
Sin embargo, el nivel de protesta iniciado el pasado 10 de junio se ha mantenido aunque con menor intensidad, debido a que los actores del movimiento esperan los resultados que dejará el plebiscito sugerido por la presidenta Dilma Rousseff que busca la aplicación de una reforma política.
Constitucionalmente es el Congreso de Brasil quien deberá organizar este plebiscito cuyo objetivo principal es evitar que las protestas sociales continúen encendiéndose y expandiéndose por todo el país, lo que podría poner en riesgo su estabilidad democrática.
La presidenta Rousseff pretende dar una respuesta institucional al pliego de demandas enarboladas en las calles y avenidas de las principales ciudades brasileñas.
Sobre el particular, sugirió que la consulta aborde la financiación de campañas, el sistema electoral, las suplencias de parlamentarios, las coaliciones partidarias y el voto secreto en las cámaras.
El vicepresidente, Michel Temer, y el ministro de Justicia, José Eduardo Cardozo, entregaron a las autoridades parlamentarias el documento aclarando de que sólo es una “propuesta”, pues que tanto el contenido del plebiscito como su propia convocatoria son atribuciones constitucionales del Parlamento.
En relación al primer punto, el Gobierno ha sugerido consultar a la sociedad sobre si la financiación de los partidos y sus campañas debe ser solamente pública, privada o, como ocurre actualmente, mixta.
Refiriéndose al sistema electoral, la consulta sería sobre si se debe mantener o no el actual régimen de representación proporcional en las cámaras, mediante el cual los escaños se distribuyen en función de los votos recibidos por cada partido político.
La tercera propuesta apunta a que se pregunte a los electores si se deben mantener los suplentes de diputados y senadores, que sólo asumen sus escaños en los casos en que el titular renuncia, se toma una licencia, es destituido o fallece.
Asimismo la mandataria brasileña ha sugerido que en el plebiscito se plantee una nueva reglamentación de las coaliciones partidarias y se pregunte si se debe eliminar el voto secreto en las decisiones parlamentarias.
En esencia, el Poder Ejecutivo ha delineado una estrategia y acción política empeñada en responder institucionalmente a muchas de las demandas que ha calificado como “la voz de las calles”, que clama por una reforma política que frene la corrupción estatal y genere una mayor transparencia del poder legislativo.
En círculos políticos y entre la estructura mediática de Brasil es apreciada como una “medida inteligente y respetuosa” la adoptada por Dilma Rousseff de dejar en manos del parlamento lo relativo al plebiscito, limitándose a sugerir algunos puntos recogidos en el calor de las protestas y tras la reunión con los representantes de los grupos organizadores en elPalácio do Planalto.
Lo cierto es que las autoridades del gigante suramericano y sus principales fuerzas económicas están conscientes de que es urgente una salida a la actual crisis social, que eventualmente ponga en riesgo la estabilidad política, apenas faltando un año para la celebración del Mundial de Fútbol en Rio de Janeiro.
Pese a tener de frente las encendidas manifestaciones, con saldo de varios muertos y heridos, la Copa Confederaciones de Fútbol culminó la pasada semana con notables éxitos en varias ciudades brasileñas.
No obstante, el montaje del Mundial de Fútbol el año venidero y en el 2016, los Juegos Olímpicos Mundiales, requieren de un clima de tranquilidad, seguridad y protección de millares de atletas, técnicos, entrenadores, dirigentes y visitantes del mundo que acudirán a ambos eventos a efectuarse en Brasil.
Así obtener la concertación política en Brasil es fundamental y en ello tienen que trabajar y esforzarse todos los sectores organizados de esa pujante nación latinoamericana. Por supuesto, primeramente hay que darle una respuesta desde el Estado a las peticiones de los sectores de clases medias y más empobrecidas. Ya veremos.
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