<b>Al Dr. Ramón Antonio –Negro- Veras le
guardo una especial gratitud por haberme ofrecido una amistad verdadera que se
ha venido acrecentando en esta etapa de la juventud de la vejez. El hecho de
que pertenezcamos a generaciones distintas, no impide que nos profesemos una
lealtad mutua con el mismo júbilo como si fuésemos dos compañeros en plena
adolescencia. </b>
Enormemente le agradezco a Negro sus
palabras sinceras, las que, por sí solas, se han constituido en verdaderos
alicientes para hacer las tareas diarias con más fe, entusiasmo y esperanza.
Además de las largas conversaciones que solemos compartir, me quedan siempre a
mano las continuas reflexiones críticas que contienen sus libros, artículos,
cartas y ensayos.
Creo que he leído todos los escritos de Negro
Veras, pero no lo puedo asegurar porque su producción literaria es sumamente
abundante y aparece en formatos insospechados. Precisamente, a mediados del año
pasado, algunos amigos recibimos un documento inédito y confidencial que él
tituló Solamente para mis hijos, nietos y
nietas. Acertadamente, Negro decidió escribirle a sus descendientes quienes
vienen a ser, según sus palabras: “mis seres más queridos, la prolongación de
mi vida, quienes tienen todo el derecho
de pedirme cuentas, de escucharme, de saber quién soy y quién he sido, para
que mañana, en el futuro, nadie venga a decirles que en mi vida fui un santo o
un demonio, sin que ellos tengan su propia versión.”
Por estas razones, Negro Veras llevó a
cabo esta genial idea de empezar a escribir sus notas autobiográficas para que
sirvieran de información, recuerdo y reflexión a sus hijos y familiares
directos.
Al cabo de un tiempo de haber completado
ese manuscrito, escribió otro titulado “algo más” para sus descendientes y,
posteriormente, produjo un tercer documento que denominó como Mucho más para mis hijos, nietos y nietas.
Al igual que otros amigos, recibí sendas copias del segundo y del tercer ensayo
con la petición de que comentáramos brevemente su contenido. Finalmente, Negro
me solicitó que escribiera mis impresiones sobre esta excepcional trilogía de
temas autobiográficos y luego me invitó a exponerlas públicamente en el acto
que estamos celebrando esta noche. Abrumadoramente honrado he aceptado estas
distinciones recibidas de parte de Negro sin dejar de ver la gran
responsabilidad que ellas implican.
Antes de comentar propiamente el
contenido de estos ensayos, es conveniente conjeturar algo sobre el contexto
general que rodea la publicación de este libro. En primer lugar, a Negro le gustan
los desafíos y sobre todo aquellos que él mismo se impone. Es posible que él
haya constatado que son muy pocos los personajes públicos que han roto la
tradición de silencio que mantienen sobre su pasado o su vida privada, y por
esto él se decidió a escribir sus experiencias de vida en vez de dejar esa
labor solamente a la posteridad.
Por otro lado, con anterioridad a esta
publicación, Negro Veras ya había escrito un libro para destacar la vida y obra
de su esposa Carmen, a quien le expresa fervor con admiración insuperable, así
como fidelidad a sus convicciones, a sus luchas y a su hogar. Por otro lado,
hace poco también elaboró un ensayo sobre la experiencia de vida de su tío
Manuel, manifestándole su enorme gratitud por todo lo que él significó para su
familia, y concluyendo con una exhortación a favor de la aceptación de la
diversidad en las preferencias sexuales, junto con un llamado a la tolerancia y
respeto por los demás.
Un tercer elemento contextual se refiere
al hecho de que, como hemos visto, sus descendientes ya poseían material
escrito acerca de su madre Carmen y de su tío Manuel… pero en las publicaciones
de Negro faltaba otro personaje que merecía mucha
atención. Ese personaje especial era doña Idalia, su madre, quien también fue
abuela o bisabuela de sus descendientes, y a quien Negro dedica las páginas más
emocionantes de este libro convirtiéndolo en un tributo a su memoria.
*****
Pasamos ahora a comentar propiamente el
libro que tenemos el honor de presentarles esta noche. El primero de los tres
ensayos autobiográficos que contiene esta obra es un resumen de todas las
experiencias que Negro vivió en sus primeros años de vida hasta que entró al
bachillerato. Esta sección introductoria comienza con un comentario escrito por
la magistral comunicadora social Sara Pérez quien, entre otras ponderaciones,
considera que este ensayo “tiene suficientes moralejas solo con el hecho de que
alguien distinguido en la sociedad como el Dr. Veras, rememore con sencillez,
sensibilidad y fidelidad, los años en que vivía descalzo, pasaba hambre y, si
se enfermaba, era curado con un purgante de sen y cañafístula”…
Entramos así en la lectura de un
verdadero legado del páter familia a su descendencia más directa, un verdadero
tesoro de lecciones de vida que han sido practicadas y profesadas por Negro
Veras con la integridad, valentía y coherencia moral y ética que todo el mundo
le reconoce justamente. Este primer ensayo es un excelente compendio de valores
personales y cívicos que muy bien puede servir a todos aquellos padres
dominicanos que tengan el coraje de suscribir su contenido, para entonces
entregárselo a sus hijos con el fin de practiquen lo leído.
La principal revelación que encontramos
en este compendio de íntimas declaraciones es que este hombre combativo,
revolucionario, trabajador, radical y, como él mismo se describe,
“confrontativo”, tuvo de frente una fuerza que lo dominaba y ante la cual se
postraba sin chistar aceptando sus designios. Ese poder de doblegar al supuesto
indomable, lo concentraba una sola persona a la cual Negro desde niño respetó y
decidió guardarle sumisión y, posteriormente, devoción eterna: se trata de su
madre, doña María Idalia Veras. El amor filial a la mujer que le enseñó toda la
riqueza espiritual que hoy caracteriza a Negro Veras llegó a los límites de
aceptarle a su madre todo tipo de imposiciones, algunas que parecían imposibles
de sobrellevar, pero que él terminaba acatándolas aún sin estar de acuerdo con
ellas.
Esto comprueba, una vez más, que la
redacción del primer ensayo termina siendo un verdadero homenaje a su madre,
aun reconociendo el autor que ella exageró algunas reclamaciones y que él no
debió aceptar todo lo que ella le proponía o exigía. No obstante, reconociendo
los valores que siempre mantuvo su madre, Negro se los presenta a sus hijos
para que internalicen la lección fundamental que se desprende de la conducta de
Doña Idalia, la cual pudiera resumirse en una sola recomendación: “jamás debe
uno ceder por debilidades (…) ni sucumbir a tentaciones de cualquier índole;
estamos preñados de defectos, pero dentro de ellos no está el servilismo, el
comportamiento sumiso, la vileza, y mucho menos una actitud (deshonrada o
envilecida) ante nadie”.
Además de la sentencia antes mencionada,
afloran en estas páginas un conjunto de valores ejercidos en el hogar y en la
vida diaria: el deseo de limpieza, el amor al trabajo, el respeto a la
educación, el rechazo tajante a la mentira, el desprecio visceral al mentiroso,
el apego a la disciplina y puntualidad, la conciencia del buen vestir, el
ahorro y buen uso del dinero, la valorización de los alimentos, entre tantas
otras cualidades humanas llanas y naturales que se resaltan en este documento
para incitar su práctica con el fin de construir una persona mejor para una
sociedad mejor.
Todos los que lean este legado
espiritual podrán recibir una cátedra de moral y cívica ofrecida por Negro
Veras a través del recuerdo de las lecciones que aprendió de su madre, una
sencilla mujer de pueblo, respetada y respetable… una mujer humilde, con
talento y con talante. Uno se va adentrando tanto y tanto en el ideario de vida
cotidiana de doña Idalia que no se puede contener la emoción que causa el
pasaje que describe su despedida final de Negro en un hospital de Nueva York.
Asombrosamente, estas breves páginas
introductorias aún guardan algo más… Contienen lo que puede ser la declaración
de compromiso personal de Negro Veras
consigo mismo y su sociedad, tal y como se puede ver en el siguiente
párraf “A mis setenta y cuatro años admito que no me siento realizado; de lo
que me queda de vida tengo tareas por cumplir, logros por alcanzar, objetivos
por materializar y deberes por consumar. Aspiro a disfrutar de salud para tener
la posibilidad de llegar a ejecutar cuantas obras sirvan como un pequeño aporte
a la felicidad de mi país y de toda la humanidad.”
Esta inquebrantable fe en sí mismo y en
su ideología, lo mantiene alerta ante una sociedad que él describe como si
estuviera enferma por la presencia del desorden, la anarquía y la confusión,
elementos todos causados “por la moral del hampa, en la cual sobresalen los
bribones, pícaros, sinvergüenzas, taimados, mezquinos y maleantes de todos los
calibres…”.
Por eso, Negro hace una invitación a sus
nietas y nietos, para que “en todo el curso de su vida, con o sin militancia
política, en cualquier escenario que se encuentren, luchen seriamente por la
liberación de la especie humana de las cadenas de la opresión, y no acepten
nunca como normales e insuperables la injusticia y la miseria”. A mi juicio,
este ha sido, es y será el legado permanente de Negro Veras para toda la nación
dominicana.
*****
El segundo ensayo de este libro presenta
las principales experiencias vividas por Negro desde su adolescencia hasta su
graduación universitaria en 1967. Este capítulo comienza con unas palabras
introductorias del reconocido jurista Julio Aníbal Suárez, quien destaca que la
“herencia invaluable” de Negro no se encuentra en el legado material que le
traspasa a sus descendientes sino en el ejemplo que él ha ofrecido al forjar su
propio futuro, al “enfrentar las vicisitudes con dignidad y decoro sin
doblegarse frente a la adversidad”. Para el Dr. Suárez, la mayor lección de
vida de Negro es haber demostrado que un hombre sencillo, responsable y
trabajador se puede levantar gracias a su esfuerzo personal hasta “llegar a ser
un triunfador en un medio donde solo se reconoce mérito a los poseedores de
fortunas y abolengo”.
Efectivamente. Vemos en estas páginas a
un joven que trabajaba durante el día y luego asistía a un liceo nocturno y a
la Academia Santiago para así obtener tres títulos de bachiller y un diploma en
estudios comerciales, mientras buscaba la manera de ahorrar recursos para
trasladarse a la Capital con el fin de ingresar a la universidad. Una recia
formación humana, sus ideales de justicia social y su tenaz perseverancia les
ayudaron a sobrepasar pruebas tan duras como el encarcelamiento de su madre por
asuntos políticos. Este tipo de experiencias y su propio apresamiento
arbitrario en más de siete ocasiones, no impidieron su fe inquebrantable en que
“debía seguir luchando porque este ordenamiento social tiene y va a cambiar
para bien”.
Todo lo anterior adquiere más valor al
pensar que Negro solo tenía 17 años cuando fue por primera vez a la cárcel en
1955, fecha simbólica de la peor dictadura que ha existido en el continente. No
obstante, debido a su coherencia ideológica y a su integridad moral, pudo
dedicarse simultáneamente a la actividad política, sin descuidar las tareas
laborales ni su formación personal.
Tanto al final del régimen trujillista,
como posteriormente cuando surgieron los primeros intentos de construir
espacios democráticos en el país, Negro Veras fue actor en primera fila,
sumándose a movimientos progresistas sin necesariamente ser miembro de alguna
agrupación partidista, salvo en los años en que estuvo ligado al Partido
Socialista Popular (PSP).
Su compromiso personal y político se
demuestra al hacer un rápido repaso a su activa participación como directivo o
miembro de la Asociación Nacional de Estudiantes Secundarios (ANES), los
órganos de co-gobierno de la Universidad de Santo Domingo (luego UASD), el
grupo FRAGUA, la Federación de Estudiantes Dominicanos (FED) y el ya mencionado
PSP. Luego de presentar su tesis en la UASD con el título de “El trabajo en el
desarrollo de la sociedad y la seguridad social”, solamente deseaba regresar a
su Santiago querido para emprender allí sus primeros pasos como abogado al
servicio de los perseguidos y acosados injustamente. Mientras todo esto
ocurría, experimentó también la soledad y la nostalgia ante la emigración
semi-forzada de su familia hacia los Estados Unidos.
Al igual que en todos los ensayos
autobiográficos, este capítulo contiene reflexiones personales y mensajes
aleccionadores para sus descendientes. Son realmente admirables los distintos
párrafos distribuidos a todo lo largo de sus escritos en los que define la
necesidad de:
ütener sólidas convicciones ideológicas
que establezcan metas realistas basadas en ideales a perseguir;
üarmarse de un marco de referencia moral
para conducirse en todas las acciones;
ümantener una actitud alegre, positiva,
optimista y esperanzada para “convertir la derrota en victoria, la frustración
en coronación y el fracaso en conquista plena”.
Con estas herramientas (que nosotros nos
atrevemos a verlas como si fueran el resultado de una combinación entre la
dialéctica materialista de Engels, el criticismo de Ingenieros y la teología de
la liberación), Negro Veras afirma que ha conseguido mantener su tranquilidad
espiritual libre de agravios a pesar de todas las vicisitudes encontradas y las
luchas libradas en el cotidiano vivir.
Así concluye este segundo ensayo con una
serie de exhortaciones a sus descendientes que nos permitimos resumir en una
especie de tabla de doce valores humanos:
1.Ponerse
por encima de las dificultades.
2.Confiar
en sus propias fuerzas.
3.Salir
adelante con el estudio y el trabajo.
4.No
amilanarse por nada.
5.Todo
tiene solución.
6.No
aceptar ni practicar la intolerancia.
7.Esforzarse
por la superación.
8.No
dar marcha atrás.
9.Evitar
las quejas, lamentos, angustias y tristezas.
10.Mantener una voluntad firme.
11.No ser ni resentidos ni resignados ni
conformistas ante las injusticias.
12.No doblegarse frente al prepotente ni
doblar la cerviz ante el mal ni hacer coro a los malvados.
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El tercer y último ensayo autobiográfico
cuenta con una presentación del destacado abogado santiaguero Dr. Domingo
Fadul, quien expresa la necesidad de que estas vivencias del Dr. Negro Veras
sean publicadas para que sirvan de
provecho a las jóvenes generaciones. Este parte final del libro cubre las primeras
dos décadas (1967-1989) del ejercicio profesional del entonces joven jurista
quien, siendo coherente con los principios accionados durante sus años de
estudiante, se dedicó a la práctica del Derecho haciendo una opción
preferencial por los oprimidos y por los perseguidos improcedentemente.
En un contexto socio-político
fuertemente represivo y arbitrario, como lo fue el período denominado “Los doce
años de Balaguer”, Negro no se amilanó
ni trató de buscar la justicia acomodaticia que pretende “estar bien con todo
el mundo”. Al contrario, a los pocos meses de estar trabajando en la reputada
oficina de Don Lilo Veras, quien fue su verdadero maestro en la práctica
notarial, ya Negro era conocido como el abogado que exigía la aplicación de la
justicia verdadera y, especialmente, en aquellos casos difíciles en los que se
evidenciaba la existencia de abusos de autoridad y violación de derechos
humanos.
Desde los inicios de su vida
profesional, distintos sectores sociales empezaron a identificar su nombre con
todos aquellos movimientos que combatían el régimen de oscurantismo y terror
imperante. En este sentido, sus contribuciones periodísticas y sus trabajos
organizativos lograron fortalecer la conciencia cívica y la valentía en tiempos
en que abundaba el derrotismo y la desesperanza. Para muchos, su labor era
vista como la de un ciudadano común que había decidido incidir en la vida
pública porque sentía ese compromiso consigo mismo y con la sociedad. Este
argumento ha sido ratificado por Negro en este ensayo cuando dice: “los que teníamos
la posibilidad y decisión de expresarnos públicamente, no podíamos callar, era
nuestro deber… y para ello nos ingeniamos nuevos métodos de lucha y de
movilización de la gente”, sin tener que identificarse exclusivamente con una
militancia política determinada.
De esta manera, a la par con su trabajo
como abogado, Negro escribió artículos con una frecuencia inmancable y
desarrolló continuas actividades formativas en clubes culturales, sindicatos,
organizaciones cívicas, y en todos los ambientes en los que podía llevar sus
mensajes para un correcto discernimiento sobre la realidad social y sus
posibilidades de transformación.
Al cabo de su primer lustro en los
estrados y en las actividades públicas, ya el Dr. Veras tenía una influencia
política notable y ascendente a nivel nacional, la cual siguió aumentando hasta
convertirse en una vigorosa autoridad moral que, década tras década, se ha
hecho cada vez más penetrante, poderosa y necesaria para el pueblo dominicano.
Precisamente por todos estos atributos
(incluyendo su labor como ordenador o alentador de gremios y asociaciones a
favor de los derechos humanos), el Dr. Veras fue combatido, encarcelado y
golpeado utilizando todos los mecanismos crueles y vengativos del sistema
represivo de entonces, llegando hasta sufrir atentados que buscaban su
desaparición física. No obstante, en vez de presentarse como víctima, héroe o
sacrificado, Negro mantuvo una postura de lucha y siempre se auto-identificó
como una persona cumplidora de su deber como ciudadano, esto es, alguien que no
podía ser indiferente ni indolente frente a la situación por la que sufrían sus
compatriotas. Por otro lado, desde esa época hasta la actualidad, el Dr. Veras
ha demostrado que ni se lamenta ni guarda rencor frente a sus adversarios, a
quienes parece tratar como si él fuera un árbol de sándalo que perfuma el hacha
de quien lo hiere.
A lo largo de todo este período, se hizo
miembro activo y formó parte de las directivas de distintas sociedades y
organizaciones pluralistas y representativas de diversos sectores sociales de
la ciudad y del país entre las cuales se encuentran la Asociación de Abogados
de Santiago, Alianza Cibaeña, Amantes de la Luz, Comité Dominicano de la Paz,
Comité de Solidaridad con Haití, Comité Amigos de Cuba y el Comité de
Solidaridad con Corea, entre otras. De igual forma, a nivel internacional, fue
integrado a los más altos estamentos del Consejo Mundial de la Paz y del
Tribunal Antiimperialista de Nuestra América.
La parte central de esta sección nos
revela otra faceta interesante del Dr. Veras: el rigor de documentar
minuciosamente todo lo que ocurría alrededor de su propia experiencia de vida.
Con una precisión maravillosa, cada detalle narrado en sus escritos tiene un
documento de referencia (la mayoría de las veces publicado) que respalda el
dato comentado por el autor. En este mismo tercer ensayo autobiográfico, Negro
no solo cumple con el propósito de que sus descendientes conozcan las
experiencias que él les cuenta, sino que también pretende que sus hijos y
nietos aprendan a manejar la gran cantidad de referencias que existen sobre
cada caso o tema tratado, de manera que puedan presentar estas pruebas de la
veracidad de todo lo dicho ante cualquier posible cuestionador de su
trayectoria.
Esta demostración de transparencia ante
su propia familia fue también hecha pública ante toda la sociedad dominicana en
el año 2008 cuando el Dr. Veras puso a disposición del Archivo General de la
Nación casi 150 tomos de documentos personales y 160 materiales audiovisuales
que posteriormente se constituyeron en la “Colección Ramón Antonio Veras” del
AGN. Entre las tantas estadísticas que se pueden derivar del contenido de esta
original Colección se encuentra que la misma está conformada por unos 2,000
artículos de periódicos y revistas producidos en el lapso de casi 40 años, esto
es, un promedio de un artículo elaborado cada semana durante cuatro décadas
consecutivas. Como se dice en béisbol: si esto no es un buen promedio, al menos
es un excelente record de bateo.
Los temas principales tratados en sus
trabajos se refieren a la vigencia y defensa de los derechos humanos, la
situación de los obreros y campesinos, la comprensión del contexto en que viven
los inmigrantes haitianos, la problemática de la delincuencia y los
estupefacientes, el rol de los intelectuales en su sociedad, las formas de
resistencia social ante la represión, entre otros.
Algunos de estos tópicos han sido
retomados de manera particular para ser convertidos en investigaciones de mayor
formato. Así, en lo que el hacha va y viene, Negro ya ha producido seis libros,
mientras sigue trabajando en otros treinta proyectos editoriales que todavía
permanecen inéditos.
En esta última sección del libro, Negro
Veras identifica a sus hijos y nietos como sus descendientes familiares y como
los posibles “continuadores jurídicos” de su misión y su obra. En el plano
estrictamente familiar, el padre/abuelo quiere que sus descendientes se
mantengan siempre unidos y cuidando los valores hogareños, incluyendo entre
ellos su descomunal pasión por el béisbol. En el plano de la tradición
jurídica, Negro considera que sus descendientes, independientemente de su
profesión, tienen que saber que ellos también deben servir al pueblo para
luchar por los cambios necesarios, aun si se repitiesen las condiciones de
represión extrema y cruel como la que se vivió en el régimen balaguerista. Sin
embargo, siempre respetuoso y tolerante de las opiniones de sus hijos y nietos,
deja estas decisiones en sus manos y se cuida de solamente presentar los hechos
en los que él ha estado envuelto sin hacer una evaluación acabada de cada uno
de sus actos y de sus intervenciones públicas, ya que esta tarea está reservada
para las presentes y futuras generaciones.
Esperamos que esta obra motive a
nuestros biógrafos e historiadores para que encuentren los medios adecuados
para abordar de manera completa una trayectoria de líder social como la que el
Dr. Veras ha venido desarrollando para producir aportes a la sociedad que
siempre merecerán ser recolectados, conservados, difundidos y resaltados.
Mientras tanto, es probable que Negro
Veras siga ampliando esta serie autobiográfica en otra oportunidad ya que en
uno de los ensayos él afirma que ha guardado en su memoria “algunos hechos que
por razones muy personales y coyunturales, y para no lesionar a terceros, no
los voy a revelar por ahora, pero… en el momento que considere prudente los
haré de su conocimiento”.
Dr. Veras:
Tenga la seguridad de que sus
descendientes y miles de personas más estaremos esperando sus próximos ensayos
que, de seguro, serán igualmente aleccionadores y reveladores de su fecunda
vida social, llena de ejemplos fehacientes de moralidad y civismo practicados
con compromiso y solidaridad con la suerte de todos los dominicanos.
Santiago de los Caballeros,
Julio de 2013.