<b>VENTANA: Creo no me equivoco al afirmar que son más numerosas
las unidades arrumbadas en los “cementerios” que tiene Omsa en la Capital y
Santiago que las que se mantienen en operación.</b>
La OMSA
languidece, y no es que lo haga poco a poco. Es un letargo que va a mil por
hora. Cada día sus unidades, que costaron cientos de millones de pesos a este
pueblo, dan muestras más que fehacientes de esa triste realidad. La cifra de
las guaguas que están en ruta es cada vez menos, y las que son abandonadas por
desperfectos mecánicos aumentan día por día.
Las guaguas de
la otrora eficiente Oficina Metropolitana de Servicios de Autobuses (OMSA)
tienen una mala racha: se quedan varadas donde uno menos lo espera, siempre por
desperfectos mecánicos. Los embotellamientos que provocan en el tránsito esas
unidades cuando se quedan en la vía pública crispa los ánimos de conductores
que se desplazan por esos lugares, y en esos precisos momentos.
En honor a la
verdad, en los últimos días por las vías que me desplazo me he tropezado con
autobuses color verde de la Omsa varados medio a medio, provocando congestionamiento
en el tránsito vehicular.
Esa experiencia la he vivido en avenidas como
la República de Colombia, Winston Churchill, 27 de Febrero, John F. Kennedy, Luperón, avenida de Los
Próceres, Padre Castellanos, Independencia, Correa y Cidrón.
Esa sola
situación provoca retrasos considerables en el flujo de unidades por las
distintas paradas de una determinada ruta. Y eso no es algo que se produce
precisamente ahora.
Hace tres años, un reportaje
aparecido en el Listín Diario daba cuenta que “los vehículos de la Oficina
Metropolitana de Servicios de Autobuses (OMSA) que prestan servicio en Santo
Domingo son bastante precarios en algunas paradas”.
Usuarios del servicio
entrevistados en ese reporte dieron cuenta entonces que en el corredor del
sector Los Ríos, de la Capital, la frecuencia en que pasaba cada unidad era de
hasta 30 minutos. Hoy día la situación es mucho peor.
El “fucú” que
parece tener la Omsa es tal que en las denominadas “horas pico” , cuando las
unidades van repletas de usuarios, estas se quedan varadas por fallas mecánicas
en el motor, porque se desinfló un neumático, o por cualquier otro
inconveniente, que en ocasiones ha sido por accidente de tránsito.
Cuando ocurren
esos casos, son múltiples los contratiempos que acarrean los usuarios, como los
casos de que en horas de la mañana se
dirijan a sus centros de trabajo o estudio. Hay que ponerse en el lugar de un/a
estudiante que para coger un examen en la universidad le quede media hora de
diferencia, pero que la guagua Omsa en que se desplaza se queda medio a medio en
una calle, por problemas en el motor.
Lo mismo da para
quienes se dirigen a sus centros de trabajo y le restan 15 ó 20 minutos para la
hora de entrada y teniendo que “ponchar tarjeta”.
Con una flotilla de 300 autobuses, la OMSA se creó en 1997
por decreto 448-97 como una dependencia de la Presidencia de la República, y
mediante esa disposición se suprimió a la antigua Onatrate.
Oficialmente, la Omsa ha dicho queen
2010 operaban en Santo Domingo 139 autobuses; en 2011 eran 124 unidades y en
2012 solo 117. En Santiago bajó en esos años a 24, a 21 y 17, sucesivamente.
En resumidas cuentas, a la Omsa se le agota su vida útil, en lo que
han contribuido el clientelismo político, la falta de mantenimiento a sus
unidades, y a la eterna conspiración de los gremios choferiles. Lo que es lo
mismo decir que el transporte público subsidiado solo se va a circunscribir a
las dos líneas del Metro.
Solo nos resta decir que a la Omsa
hay que dedicarle un requiem, porque su desaparición puede estar a la vuelta de
la esquina.