<b>En los últimos 50 años ninguna figura pública dominicana ha mantenido la permanencia constante ni ha generado las pasiones encontradas que caracterizan al doctor Marino Vinicio Castillo Rodríguez. Su andar público inicio como mozalbete profesional de la dictadura, desaparecida esta, ancló en la turbulencia democrática con ánimo de constructor extremista de su verdad. </b>
La lucha por su verdad no le ha impedido sortear vientos con su brújula siempre al Norte de sus ideas, siempre a la derecha. Pero cuando ha debido girar a la izquierda lo ha hecho sin perder su esencia, la cual, es de pura estirpe nacionalista. Ha sabido ser devoto católico y crítico troyano de ésta a la vez. Como abogado están sus mayores laudos unas veces defendiendo causas impopulares, en otras, causas trascendentes en valores cívicos.
Una diversidad tal no se perdona en nuestro suelo. Sin embargo, cuando la calma llega se le ve sereno y reconocido. Ese saber enfrentar contingencias y resultar ganador es lo que desconcierta a sus adversarios. No es muy dado a ganar amigos pero si a serle fiel en los extremos y avatares en que los demás saltan como ratas.
El pensamiento liberal dominicano siempre ha sido díscolo y no por culpa de Vincho como creen algunos envidiosos; en cambio, la constancia del pensamiento conservador, es la nación hasta ahora conocida. Por eso el movimiento liberal está plagado de errores e incoherencias imperdonables mientras el pensamiento nacionalista conservador exhibe en Vincho su actual coherencia, muy difícil de aceptar pero real, verificable y entendible. Esto es, combatir a Vincho es combatir a la nación porque nadie la interpreta y defiende con la agudeza con que él lo hace. Nadie corre los riegos familiares y personales como él. Sin que lo dicho implique carencia de errores.
Algunos piensan, por ejemplo, que los elogios que Leonel Fernández le ha dispensado y dispensa, son gratuitos. No lo son, son el reconocimiento a su valía, a su arrojo. Cuando Danilo le respeta no es tampoco concediéndole una merced, es un reconocimiento al hombre que en las circunstancias más adversas apostó a él, le respaldo, se la jugó por él cuando su futuro parecía incierto y sus amigos eran pocos. Pues cuando los amigos son pocos es cuando Vincho muestra su mejor cara. No es en la francachela ni en el éxito sino en la desgracia cuando el hijo de San Francisco de Macorix muestra su hermandad de buen católico.
Nunca ha jugado a la irresponsabilidad como otros reales o supuestos paladines de la democracia. Desde la Primera República pasando por la Restauración, la historia de los liberales, a la que se adscribe quien escribe, está plagada de incoherencias. Esas incoherencias produjo la dictadura de Lilis como bien ha demostrado Mu Kien; produjo el periodo de bolos y rabuses, de los quiquises, de la manigua, la muerte de Mon Cáceres y la Primera Intervención de Estados Unidos.
El relajo, la chercha del periodo de Horacio Vásquez hizo que el escritor Víctor M. Medina Benet, escribiera el libro “Los Responsables” del fracaso de la 3ra república, precisamente explicando dicha incoherencia, la cual abrió las puertas de la República a Trujillo. En el libro Crisis de la Democracia de América en la República Dominicana, Juan Bosch, describe las incoherencias del movimiento progresista de aquel momento histórico y cómo éstas dieron al traste con su gobierno. Es de esos peligros que nos advierte Vincho y generando el enfado de sus adversarios. Los escritos de Juan Bosch lo conducen a explicar cómo la Pequeña Burguesía Nacional, en todas sus capas, está plagada de incoherencias que le impiden ser una clase para sí e impiden el desarrollo de una clase dirigente y gobernante con responsabilidad social. O como anota Diógenes Céspedes, le impiden convertirse en burguesía. Esto es lo que sobra a Vicho. No es culpa de Vincho que el PRD, por solo citar una incoherencia actual-, no sea capaz de ponerse a la altura de su responsabilidad histórica actual. No dudamos que los perredeístas terminen responsabilizando a Vicho de su guerra fratricida, como ya acusan a Leonel, pero ello no significa que tengan razón, al revés, la razón la tendrá Vincho al desnudarla, al ponerla en evidencia.
Todavía más, Vincho no cesa en llamar a Danilo y a Leonel -y con ellos a todo el PLD-, a que no se dejen conducir al despeñadero, que mantengan su unidad, su coherencia, su servicio a la patria, pues sin ella la nación eventualmente podría sucumbir o caer en manos irresponsables. Si el PLD se ha movido hacia la derecha no es Vincho el culpable. Es la propia incoherencia de los progresistas lo que los conduce a perder su Norte. No ha sido Vincho quien ha desarticulado a las izquierdas del país. Por el contrario, Vincho ha ido más allá al señalar errores y solicitar sus rectificaciones incluso a las izquierdas, lo que no significa que se le haya escuchado.
El rol de Vincho frente a Chávez y las relaciones con Venezuela o Cuba ha sido más liberal que la de otros, por tanto, no es lanzando lodo contra él y su familia como superaremos nuestras limitaciones. Tampoco pretendo calificar de sacrilegio las críticas que se hagan a Vincho pues en tanto y cuanto hombre público está sujeto a escrutinio público, pero si entiendo que las críticas deben ser constructivas, pues ya Lenin habló claro sobre el objeto de la crítica. Antes Marx en la Crítica de la crítica crítica o miseria de la Filosofía, había trazado las pautas sobre el objeto de la crítica. Ahora que se parte de la superación de los antagonismos y que se ha pasado al consenso y a la colaboración intra y extra poderes, esto es, a la globalización de las ideas, no podemos admitir que la teoría del insulto se erija en directora del juicio público.
No sabría si identificar a Vincho con José Ingenieros en el análisis del “Hombre Mediocre”, lo que si me atrevo es a afirmar, es que es el Charles Maurice de Talleyrand de la República Dominicana, claro, excluyendo el amor por el transfuguismo que cultivo el político francés. Sin embargo, no es cojo aunque se le atribuye cojera en el tema del narcotráfico. Ya sobre Talleyrand se dijo que “La política debe tener algo porque muchos quieren entrar en ella y los que están no quieren salir, aunque las convicciones políticas son como la virginidad: una vez perdidas, no vuelven a recuperarse.” Esto para apoyar lo que quiso significar el propio Talleyrand cuando afirmó que “La palabra se ha dado al hombre para que pueda encubrir su pensamiento.” DLH-28-7-2013