La
Bohéme, la
cuarta ópera más representada en el mundo en el quinquenio 2005-2010 y
que forma parte del repertorio regular de todos los teatros
mundiales de respeto, ha llegado nueva vez al escenario nacional, tras
30 años
de su representación en el, esta vez
para celebrar con el más alto nivel, el 40 aniversario del Teatro
Nacional, en
un montaje que anoche provocó una de las ovaciones más extendidas y
emotivas registradas en esa platea, por parte de un público
inmensamente agradecido por la calidad
del buen arte musical y lírico dispensado.
La
Bohemia, que se estrena oficialmente en el Teatro Nacional el
miércoles y se repone viernes y domingo, con los auspicios del
Ministerio de
Cultura y el Teatro Nacional constituyó una experiencia de marca
profunda en el
público que acudió a la sala Carlos Piantini del Teatro Nacional, en
una función abierta para calibrar el
montaje en su conjunto, con los
elementos finales de la representación y en la cual el canto del tono
más alto
y la música llamada a no morir jamás por su trascendencia, salieron por
el
umbral más aplaudido.
Treinta años fueron necesarios 30 años para volver a
disfrutarla La Bohémia, pero ha valido la espera. Conjunción de talentos
nacionales e internacionales, la representación, vista anoche en función
previa, constituyó una experiencia de marca profunda en el público que acudió a
la sala Carlos Piantini del Teatro Nacional,
en una función abierta para calibrar el montaje en su conjunto, ya con
todos los elementos finales de la representación y en la cual el canto del tono
más alto y la música llamada a no morir jamás por su trascendencia, salieron
por el umbral más aplaudid la extendida y justiciera ovación final.
La experiencia La Bohemia (La Bohéme), una de las
óperas de mayor exigencia es una pieza
lírico-musical de excepción que inscribe un punto luminoso e inolvidable en el escenario del Teatro
Nacional, por cuyos 40 años de existencia se produce este acontecimiento,
lanzado en común por el Ministerio de Cultura y la dirección del TN.
El canto
Los cantantes
actuantes anoche se lucieron, particularmente el elenco extranjero y por la parte criolla barítono
Eduardo Mejía, con afinada voz (que en momentos parecía ahogada por la
orquesta), pero que afirmó finalmente con nobleza el aporte lírico dominicano,
y la soprano y Nathalie Peña-Comas, en un rol exigente y
cargado de gracia picaresca que le habrá de provocar un reconocimiento de su
calidad, probaba ya hasta el último de los requisitos, en escenarios de Europa,
donde ha estudiado y hace carrera.
De los talentos extranjeros Cinthia Lawrence, fue la
gran dama del escenario que impresionó con su voz de soprano al público,
erizando la piel de los más sensitivos, aporte al cual se une con la misma intensidad
Adam Liege, Tomás Gunther, Marck Callins y Evan Michelle Boyer.
Por el país participan en el elenco Paola González y Nathalie Peña-Comas, Luis
Ledesma, Eduardo Mejía y Carlos Medina, todos con el marco ofrecido por la
Orquesta Sinfónica Nacional, con José Antonio Molina como director titular.
Lo técnico
La escenografía, en tres cuadros para los cuatro actos (la
habitación del Puccini,- que repite al inicio y al final – la gran plaza, y el rincón de invierno) se evidencian
realizados con nobleza y talento, cuidando las texturas y volúmenes, con gran
sentido de dirección de arte epocal. Fidel López vuelve a ratificar porque es el más destacado
de nuestros escenógrafos.
La exigencia artística mayor planteada escénicamente
se produce en el segundo acto, con el accionar de más de 50 actuantes en la
gran plaza, por lo complejo del movimiento de las masas humanas, la
simultaneidad de sus interpretaciones que producen cambios rápidos del punto de atención.
Las escenas intimistas son bien logradas, sobre todo
por el acompañamiento musical y el lirismo de las voces.
El diseño de vestuario es muy digno del tiempo
representado y el de luces resalta momentos cruciales y panorámicos amplios
cuanto interviene todo el elenco.
La OSM
Ubicada en un foso que no es foso por el diseño
arquitectónico que debería ser reformulado quitando las dos primeras filas de la platea para dar
un espacio digno, la Orquesta Sinfónica Nacional evidenció como el arte es
capaz de ubicar a una nación con tantas deficiencias institucionales, a la
altura – en el marco del arte noble- junto a los países desarrollados del
mundo. El arte a este nivel nos iguala y las diferencias sociales quedan
reservadas para otros enfoques.
La dirección de Molina sin dudas que resulta
determinante. Su capacidad inspiradora, unida al talento cultivado por estos
hombres y mujeres que solo se expresan
mediante sus instrumentos, se siente al arrancar de este cuerpo.