<b>Como estamos acostumbrados a las constantes y reiteradas
crisis en el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), para la mayoría de la
gente, y en particular para el Partido de la Liberación Dominicana, esta no
pasa de ser una más, en que dos líderes se disputan el partido del jacho
prendido, y constituye una muestra de su incapacidad para negociar y consensuar,
y por ende para gobernar.</b>
Nadie en su sano juicio pude negar la histórica inmadurez de
la cúpula perredeísta para colocarse a la altura de las circunstancias y que
todos estos conflictos siempre han estado motivado por intereses personales y
grupales, y no en principios ideológicos.
En la actual crisis perredeísta, tanto el sector que lidera
el ex presidente Hipólito Mejía como una amplia franja de la sociedad, señala
como ingrediente adicional “las largas manos de ex presidente Leonel Fernández”
en atizar el conflicto para pescar en mar revuelto.
Y parece confirmarlo el hecho de que todas las decisiones
del Tribunal Superior Electoral (TSE) siempre favorecen al sector de Miguel
Vargas Maldonado, a quien se atribuye haber pactado un acuerdo con
Fernández para impedir el triunfo del
PRD en los pasados comicios.
Voces agoreras vaticinan la muerte de la democracia,
gravemente herida en su principal costado, y la posibilidad del avenimiento de
una dictadura, basada en el unipartidismo. Y no es para menos, si partimos del
hecho de que el PLD y el grupo que encabeza Fernández controlan todos los
poderes en la República Dominicana.
Pero en el actual conflicto que devora al partido de José
Francisco Peña Gómez permanentemente se pasa por alto uno de los ingredientes
más importantes y en cuya decisión está la solución al conflict las bases del
partido.
En una sociedad de derecho y de democracia funcional, las
mayorías serán siempre las dueñas de la razón y las llamadas a decidir, y las
propias autoridades, que detentan todos poderes, se olvidan que son esas
mayorías las que las eligen con su voto.
Cuando el TSE evacúa una sentencia contraria al sentir de
esa abrumadora masa silente, colocándose como un arbitrio parcial, está
mellando la confianza de las mayorías en los procesos democráticos. Tal vez
llegó el momento de que la Ley de Partidos Políticos sea una realidad en el
país.
El peligro mayor, y fuera de los límites del conflicto
perredista, radica en que se siga deteriorando la confianza de la población en
la democracia y en los partidos políticos, que de por sí están en crisis.
Si fuera un empresario estaría sumamente preocupado por el
rumbo que va tomando la crisis en el PRD, donde la decisión de las bases está
totalmente ausente.
Contrario a ocasiones anteriores, está lamentable crisis por
la que atraviesa el PRD es una especie de cáncer, que puede hacer metátesis y
extenderse a otros órganos del tejido social.