<b>La
constitución de los Estados Unidos se elaboró no solo para que fuera un
instrumento de garantía de los derechos y deberes de sus ciudadanos, sino
también para que sirviera de guardián vigilante de los principios democráticos
que desde temprano establecieron sus líderes y padres fundadores.</b>
La
alternabilidad en el poder ha sido un factor clave para que esa gran nación se
haya convertido en una auténtica fábrica de presidentes, fundamentada en el
mandato constitucional que obliga a que
los mismos solo puedan reelegirse una sola vez y nada más. Los padres
fundadores nunca estuvieron ajenos al conocimiento de las debilidades y
flaquezas que conlleva el ejercicio continúo del poder, y el apego que genera el mismo en hombres
cuya naturaleza son la ambición desmedida o el afán de gloria.
Cuando
se ejerce el poder una, dos, tres veces o más, la red de relaciones que se
crean, los favores económicos que se dispensan, las dependencias políticas que
se generan, los comunicadores remunerados que se ponen al servicio de la causa,
los empresarios que se favorecen con las grandes contratas y las privilegiadas
exoneraciones de impuestos, tejen entre todos un entramado de obstáculos que
hacen casi imposible el surgimiento de nuevos liderazgos, especialmente dentro
de sociedades subdesarrolladas y con grandes debilidades institucionales como
las que existen en la mayoría de los
países del tercer mundo. La simbiosis de estos factores se constituye en los determinantes para la conformación de
liderazgos absolutistas y apabullantes.
No
queda espacio para más nadie y solo el
blindaje legal que provee una Constitución puede neutralizar semejante
fenómeno. No es que no existan líderes que puedan levantar vuelo, es
simplemente que no se le permite que lo levanten.
La
historia, como siempre, es rica en ejemplo y lecciones. El PRI de México, con
71 años en el poder y 13 jefes de Estado, ha sido una auténtica fábrica de
presidentes, no porque no les sobraba deseos a algunos de sus líderes de
permanecer eternamente en el poder, sino porque la Constitución de la República
solo le permitía un mandato de 6 años y nada más. Lo mismo puede decirse de El
Salvador, Panamá, Brasil, Colombia,
Perú, Costa Rica, países cuyos esquemas constitucionales han hecho posible el
surgimiento de numerosos líderes que luego se convirtieron en presidentes.
En el caso de la República Dominicana, cuando
se asumió el esquema de reelección norteamericana, se estaba sembrando las
bases para la renovación del liderazgo político de los partidos. Pero, lastimosamente, la última modificación
constitucional volvió a establecer de nuevo un régimen que en la práctica, estará dirigido a
favorecer el regreso de los que ya
fueron presidentes, no de los que
aspiran a serlo, a menos que no se imponga una verdadera política de renovación
interna dentro de los partidos.
Es
posible que el ex presidente Leonel Fernández, esté siendo sincero en su
planteamiento para que el PLD se convierta en una fábrica de presidentes.
Particularmente, no tengo por qué dudarlo, pero, ¿podrá resistirse a la
tentación que provocan aquellos factores,
que encadenados, propician el absolutismo y el caudillismo dentro de los
partidos políticos? Se necesitaría mucha voluntad y una gran dosis de desapego
para liberarse de estos condicionantes.
No
importa que las tendencias ideológicas de los partidos sean de derecha o de
izquierda, en estos países tercermundistas la historia del liderazgo ha sido la
de permanecer, y si las circunstancias
lo permiten, eternizarse. En el ala de la izquierda podemos citar muchísimos
nombres, pero para no hacer la lista muy larga cabe destacar: en China, a Mao Tse Tung; en Corea
del Norte a Kim Il Sung y su hijo; en
Cuba a Fidel Castro; en la URSS a Joseph Stalin; en la antigua Yugoslavia a
Tito. En la derecha la lista es interminable: Hitler, Mussolini, Trujillo,
Pinochet, Kadhafi, Duvalier, Francisco Franco, Sadham Hussein, y muchísimas
especiesmás, representantes de esta sanguinaria fauna de dictadores.
Los
casos de Mandela o Benedicto XVI son raros en la historia, ambos, renunciaron a
permanecer en el poder cuando nadie se lo
pedía. Sin embargo, renunciar
desde el poder y convertirse en mentor de nuevas generaciones de líderes y
gobernantes parece que no está en el esquema de la mayoría de los políticos
tradicionales.
El
ex presidente Fernández, tiene condiciones políticas y personales excepcionales
para convertirse en un eficiente promotor del liderazgo dentro de su partido.
No hay nada, sin embargo, que lo obligue a hacerlo, como tampoco tiene
obstáculos en su camino que le impida no hacerlo. Cada quien es dueño de su
propio destino y él tiene el derecho de escoger el que encuentre más
conveniente. Parafraseando al Papa Francisco, diría que yo no soy nadie para recomendarle que se
jubile.
Lo
que sí está claro es que el PLD será una fábrica de presidentes, solo cuando la
Constitución de la República lo propicie o cuando el desapego de sus líderes se
lo permita. En 40 años de fundado,
nuestro partido ha demostrado ser una fábrica muy poco eficiente en lo que a
producción de presidentes se refiere.
Hasta
hoy la producción solo ha alcanzado parados.
<b>
El
autor miembro del Comité Político del PLD y ex senador de
la República.</b>