<b>Las
grandes guerras entre las potencias europeas durante los últimos 400 años,
terminaron en un reparto descarado del planeta tierra y en la cruel conquista y
colonización de pueblos y razas, basada en el crimen, el abuso, el exterminio o
la simple extinción de su gente.</b>
La
Hispaniola fue el mejor ejemplo de desaparición de una raza que no pudo
resistir la rudeza del trabajo esclavo ni las enfermedades que importaron sus
conquistadores.
Las
guerras entre Francia y España provocaron que esta pequeña isla del Caribe se
dividiera no solo en dos colonias con dos razas y lenguas diferentes, sino
también en dos culturas y, posteriormente, en dos países, los cuales todavía en
la actualidad mantienen una relación de rivalidad condicionada por conflictos
que increíblemente tuvieron sus raíces en ese proceso de colonización.
A
pesar de que Haití fue en un momento de su historia la colonia más rica del
continente, la explotación a que se vio sometida por la madre patria, Francia,
y las luchas intestinas en que debatieron sus líderes, fueron apagando aquella
estrella y arruinando su base económica hasta el punto de convertirse en la
nación más pobre del continente americano.
Los
22 años de ocupación de la parte oriental de la Hispaniola, hoy República
Dominicana, sigue pesando, casi 200 años después, en el devenir de las
relaciones entre ambos países. Muchas decisiones políticas o económicas que se
toman están basadas en el sentimiento nacionalista que generó la lucha
independentista de una parte y el resentimiento social y político que acumuló
la otra, que todavía profesa en su conciencia colectiva la idea de una isla
única e indivisible.
La
evidencia más contundente de estas relaciones antagónicas es el hecho de que
por más de 50 años un mandatario dominicano no visitó a Haití de manera
oficial, siendo el Presidente Leonel Fernández el primero que lo hizo en 1998,
desde la Era de Trujillo.
Detrás
de las contradicciones por los asuntos del comercio y la inmigración ilegal que
se airean en las actuales circunstancias, subyace el elemento nacionalista de
ambos lados, el cual, atizado por líderes políticos y presidentes en las
diferentes épocas, genera susceptibilidades que entintan el cristal a través
del que uno mira la conducta del otro.
COMERCIO
UNILATERAL
Durante
muchos años la República Dominicana ha podido aprovechar la condición de
pobreza absoluta de Haití y la incapacidad de su aparato productivo de proveer
o exportar productos y servicios, para desarrollar un comercio eminentemente
unilateral, en el cual nosotros vendemos y ellos, los haitianos, compran. Se
estima que unos 1200 millones de dólares se exportan desde la República
Dominicana, mientras que Haití exporta hacia acá menos de 100 millones.
Poco
a poco nos fuimos acomodando a ese mercado y nunca nos pasó por la mente la
idea de que algún día aquellos despertarían y podían ponerse en condiciones de
exigir y reclamar. Sea por intereses de grupos particulares haitianos o sea por
una nueva política fiscal y comercial del gobierno de ese país, lo cierto es
que el momento ha llegado, encontrando fuera de base a una gran cantidad de
comerciantes y empresarios dominicanos que pusieron todos sus huevos en esa
sola canasta que se llama Haití.
La
idea de un tratado de libre comercio con Haití es buena para la República
Dominicana. El desbalance comercial, favorable a nuestro país, es inmenso. Pero
los haitianos no son tontos. No les interesa y saben perfectamente cuales
serían las consecuencias.
Ahí
están los resultados del CAFTA, acuerdo mediante el cual Estados Unidos abrió
las fronteras de Centro América y República Dominicana a su poderoso aparato
productivo, incrementando sus exportaciones y profundizando con más vigor la
brecha de la balanza comercial, en detrimento de nuestros productores.
ENTENDIMIENTO
La
recomposición de las relaciones entre Haití y República Dominicana exige un
entendimiento del papel que ambos están jugando dentro de los esquemas de
integración económica que se están produciendo en la región. Hoy vemos a un
Haití presente y activo en todos los cónclaves que se celebran. Esta
participación lo coloca en una posición mejorada para la negociación política y
comercial con nuestro país. Ya no es el Estado aislado que solo se comunicaba
con su vecino de la frontera.
A
este hecho se le suma, también, el sentimiento de solidaridad que se desarrolló
hacia el pueblo haitiano a raíz del terremoto que destruyó a Puerto Príncipe y
que ha generado hacia Haití una actitud de sobre protección de parte de la
comunidad internacional.
No
es entonces la arrogancia ni el sentimiento de superioridad con que
tradicionalmente nos hemos manejado con ese país lo que hará prosperar una
relación política y comercial productiva. Tenemos que ir más allá y entender el
fenómeno que colateralmente arrastra el proceso de integración regional al que
está expuesto Haití.
Por
primera vez nuestros productores y comerciantes se ven bajo la amenaza de la
competencia y de la entrada de nuevos actores en el mercado haitiano. De ahí la
fuerza que saque el Gobierno de ese país para envalentonarse y en una actitud
desafiante, rechazar nuestros productos y servicios.
Los
productores de pollos y huevos de la República Dominicana han recibido el
primer mensaje de los cambios que se avecinan en las relaciones con Haití. A
ellos les siguieron los industriales del plástico.
Es
seguro que también le tocará el turno a otros sectores. Mientras tanto, que
podemos hacer desde nuestro litoral para evitar que esto siga sucediendo y que
podamos retomar de nuevo la iniciativa, sobre la base del respeto que nos
merecemos todos?
La
indelicadeza que ha demostrado el
Gobierno haitiano para tratar asuntos puramente comerciales es sencillamente
inaceptable dentro del esquema de la política diplomática del buen vecino. Las
mentiras con que se justificó la veda del pollo y los huevos, lo que se inventó
con relación al plástico que producimos y sus efectos sobre el medio ambiente
son armas de calibres pesados que dañan no solo a esos sectores sino a la
propia economía del país que tiene su base en el turismo.
LA
RESPUESTA CORRECTA
Abrir
una guerra diplomática o económica contra Haití no resuelve el problema.
Ellos
nos han dado la primera señal. Ahora tenemos que prepararnos para la
competencia que se avecina.
La
respuesta tiene que ser diplomática e inteligente, de modo que podamos definir
las reglas del juego sobre la base del respeto, la solidaridad y el
entendimiento entre ambas naciones.
Escrito
por:
José Tomas Pérez
@josetomasperezv