Al margen de sus inconsecuencias ideológicas y de sus amaneramientos de conducta, el PRD sigue siendo una formidable falange política, y lo demostró incontrastablemente con el papel de principalía que desempeñó en el certamen cívico de mayo del año pasad tras una etapa de declive que se inició en el año 2003, se fue recuperando lenta pero sostenidamente hasta lindar de nuevo su promedio histórico de caudal electoral.
Es más, el PRD es el partido de fuerza popular más permanente de la historia política latinoamericana, pues a lo largo de su existencia ha sido sacudido por múltiples crisis, peloteras e incisiones internas (hasta el punto de que en sus entrañas se han incubado otros partidos de importancia nacional), y sin embargo a la postre siempre se ha levantado con mas vigor, como el Ave Fénix, de las cenizas de la división o de la debacle electoral.
No obstante, si desea realmente situarse en posición de victoria para las nuevas jornadas electorales del país (el condicional es pertinente porque a veces asaltan las dudas a este respecto), el PRD necesita retornar, en un acto supremo de reciclaje dialéctico, a los principios que le dieron origen (democracia social, patriotismo progresista, izquierda democrática e internacionalismo solidario) para relanzar, desde la nueva óptica de la globalización y la Era digital, su proyecto libertario y socialdemócrata de nación.
Naturalmente, en la actualidad todo el que apuesta por semejante reingeniería en el PRD se pregunta con absoluta legitimidad si ella sería posible con el liderato, el perfil directivo, la estructura orgánica, el tipo de militancia, los métodos de trabajo y la práctica cotidiana de hoy de la entidad. Y la verdad es que la respuesta menos tormentosa, a ese respecto, es el escepticismo.
La cuestión es que el PRD, en los últimos dos decenios, se acostumbró a ser un partido de poses y contrastes: popular, pero tratándose de hacer gracioso frente a los elitistas y los “perfumados”; socialdemócrata, pero sólo a escala internacional; democrático, pero con prácticas internas caudillistas y una postura muy excluyente hacia afuera; vehemente y vertical, pero no en los asuntos de principios; con un liderazgo inteligente, pero incapaz de ofrecer respuestas precisas y rápidas a los adversarios; y defensor de la verdad y la razón, pero dejando correr la mentira y la sinrazón hasta imponerse en la sociedad.
Desde luego, las poses y los contrastes del PRD han sido resultados lógicos de su vieja tendencia a ser ideológicamente un “partido-frente” y de su absurda inclinación de los últimos años hacia el conservadurismo. Estas situaciones (evidentes tergiversaciones de su carácter policlasista y no extremista) fueron minando paulatinamente su identidad, y finalmente el propio militante perredeísta ortodoxo empezó a sentirse extraño y extrañado en su propio partido (que en su mejor momento llegó a ser no sólo el suyo sino también el de sus mayores, sus vecinos y sus amigos).
Que no haya, empero, interpretaciones inadecuadas: la Historia es manatial de formación y espejo ejemplarizador, no realidad operante. Aquel PRD pertenece ya al pasado, y aunque jamás deben olvidarse las paradigmáticas alternativas de su trayectoria combativa y su vocación histórica (porque sería insistir en despellejarlo camino del deguello) la actual es la hora de la reingeniería: la sociedad dominicana de hoy es harto diferente de la de ayer, y el PRD debe evolucionar calmada pero seriamente. Hay que vivir lo de hoy sin olvidarse del ayer (y mucho más si hay luz y gloria comprometidas), pero mirar siempre hacia adelante. Ahora bien, entre los observadores políticos y la militancia sensata del PRD (que es la mayoría, pese al actual desborde de pasiones dirigenciales) es casi generalizada la convicción de que para acometer la reingeniería que urge en la organización no bastará con tener una dirección cotidiana que labore en dirección a las referidas metas estratégicas (que debería ser una combinación racional de las viejas y las nuevas generaciones) sino que es necesario también un liderato diferente de los que hasta ahora han predominad más fresco, más creíble, sin el desagradable tufo de la politiquería y, sobre todo, que no tema hablar de reformas profundas, de una nueva sociedad, de un nuevo Estado, de un nuevo Pacto Social y Constitucional. El PRD necesita un liderato menos conservador, que haga que la gente se esperance, que simbolice una nueva Era para la República Dominicana, que despierte entusiasmo entre los jóvenes y las mujeres, que concite el apoyo de los intelectuales y, aunque a algunos politiqueros y conservadores no les resulte agradable la idea, que incorpore a la lucha política a las personalidades del arte y la cultura, a los “alternativos”, a los izquierdistas sin partido y los empresarios progresistas (que ya son muchos en el país).
El nuevo liderato que el PRD requiere, empero, no habría necesariamente que procurarlo fuera de sus estructuras. Una de las virtudes de la dinámica interior del perredeismo es su capacidad para generar constantemente figuras frescas y atractivas. Es cuestión de conocer el perfil, trabajar en su búsqueda o construcción, y finalmente echarlo a andar con una plataforma de reconcialización y transformación internas, un claro compromiso ideológico-programático y un trabajo a fondo en las bases de la sociedad.
En otras palabras, es un secreto a voces que el PRD necesita urgentemente redefinir su liderato (tanto frente a sus integrantes como de cara a la sociedad dominicana), pero algunos buenos y prestigiosos dirigentes que deberían estar impulsando esa demanda de los tiempos actuales, aparentemente demasiado comprometidos con los intereses grupales o muy muellemente apoltronados en los lucrativos puestos de dirección formal o informal, insisten extrañamente en hacer como el avestruz: hundir la cabeza en las estructuras de aquel y colocarse de trasero a la realidad. Tal es la verdad monda y lironda.
Por eso, la interrogante sigue siendo viable: ¿podrá asumir el PRD la andadura de la reingeniería interna o, por el contrario, persistirá en el actual desricadero de anquilosamiento doctrinario, orgánico y político? Su situación de hoy no es muy prometedora al respecto (la riña de los egos y los intereses de la pecunia inmediata lo tiene al borde de la división), pero no es imposible: en el pasado la entidad ha superado crisis de mayor magnitud y desencuentros dirigenciales de más profundidad… ¡La Historia, nueva y simplemente la Historia (descontando el reproche a la estupidez)!
(*) El autor es abogado y profesor [email protected]