Se ha convertido ya en
una odiosa costumbre extorsionar a las familias de los pacientes que acuden a los hospitales públicos a visitar a
parientes que son recluidos por diversas enfermedades.
Pensé que ese
comportamiento había desaparecido, pero hechos recientes me confirman que la
situación no ha variado.
Resulta que algunos
porteros, esos “padres de familia”, exigen dinero a las personas como condición
para penetrar a las áreas de emergencia o internamientos.
Esos empleados, quienes
asumen una postura radical, insensible e irracional ante los reclamos de los
desesperados ciudadanos, desconsideran con insultos a los visitantes, un factor
muy peligroso que en su momento podría ocasionar violencias y muertes.
Si alguien se encuentra
solo en una sala, lo más lógico es que algún familiar exija ver a ese paciente
para alentarlo con su presenciay llevarle alimentos, tomando en cuenta que en
los hospitales públicos no hay de nada, ni sabanas para tender las camas. ¡Qué
vergüenza!
¿Cuál es la razón de
exigirles dinero a los visitantes para penetrar a las zonas de internamiento? Los
porteros justifican esa actitud alegando que reciben órdenes administrativas de
no dejar pasar anadie, naturalmente, diría yo, salvo algunas excepciones
políticas o de rango.
Si los pacientes
estuvieran en salas de cuidados intensivos, entonces se entendería la oposición
que asumen los porteros en negar el acceso a particulares.
Esa situación se está
dando en el hospital Luis E. Aybar (Morgan). No me estoy inventando nada. Allí
esta interna una cuñadamía y sus familiares han tenido que establecer
discusiones agrias con los porteros para poder entrar al segundo piso donde
están las internas con padecimientos de menores riesgos. Entiendo que esos
centros tienen reglas que deben cumplir los visitantes, sobre todo en cuanto a
las horas señaladas para las visitas.
La escena del Morgan se
presenta con igual colorido en otros hospitales públicos, donde hasta los
policías de servicios, según se ha denunciado en varias ocasiones,estarían
recibiendo peajes (aceptan también jugos, refrescos y emparedados) para
permitir la entrada de los familiares de los enfermos.
Creía que esas torturas
del pasado habían desaparecido. Esas exigencias que hacen los porteros
constituyen una indelicadeza y un abuso que no deben continuar. Es algo así
como la continuación de las abusivas “cuotas de recuperación”, de feliz
eliminación, en los hospitales del Estado.
Esos cobros, además,
deben interpretarse como vulgares actos de corrupción. Las autoridades deben
enviar inspectores encubiertos para que comprueben esta denuncia y aplicar
sanciones ejemplarizadoras.
Después no se quejen de
los reportajes que publica la prensa.Atención, señor Ministro de Salud Pública,
elimine esas malas prácticas. Le están dañando su buena gestión.
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