<b>Siempre me he
preguntado dónde caben las personas que a diario encarcela la policía y otros
organismos del Estado que persiguen el crimen organizado.</b>
El país no cuenta con
espacios suficientes en las prisiones para albergar a los cientos de
delincuentes arrestados en las redadas policiales y en circunstancias
ocasionales cometiendo delitos diversos.
Sabemos que muchos
ciudadanos apresados por las autoridades, logran salir con asombrosa facilidad
de la cárcel a través del tráfico de influencia y del peaje o mediante
desistimientos de los fiscales encargados de las investigaciones. Sin embargo,
son más los que entran que los que salen.
Viendo las cosas desde
esa perspectiva, he llegado a la conclusión de que los delincuentes de hoy son
la continuación de aquellos que en los viejos tiempos mantuvieron en zozobra a
policías, fiscales, jueces y a los astutos detectives. Los mafiosos de Chicago
y los gánsteres sicilianos, para citar dos malos ejemplos, son la mejor referencia
del crimen mundial organizado.
Los delitos y los
crímenes nunca desaparecerán. Desde que Caín mató a su hermano Abel convirtiéndose
en el primer homicida exiliado en el mundo (y también privilegiado por una
marca para que nadie le toara), los crímenes no han parado, pese a los sistemas
de coerción puestos en marcha por los cuerpos represivos del Estado. Tampoco los
delincuentes que, como humanos al fin, mueren, pero sus fechorías son heredadas
y continuadas por las nuevas generaciones. Es una cadena humana con conductas o
comportamientos clonados.
Ciertamente, algunos
delincuentes se regeneran en las cárceles, pero otros refuerzan las
experiencias delictivas obteniendo novedosos tecnicismos para el robo, el
asalto, los asesinatos, las falsificaciones y otras modalidades, factores que
inciden en la degeneración conductual
que incide para que terminen retornando a las prisiones.
La delincuencia clonada
se evidencia en los nuevos asesinos, asaltantes, especialmente en los ladrones
de cuello blanco que con dinero corrompen a algunos jueces, fiscales y policías
de todos los niveles para evadir los juicios, aplicando así el modelo de los
mafiosos de antaño. En última instancia, utilizan el chantaje, el terror, los
asesinatos por encargos y las amenazas para impedir ser apresados y continuar
con obras criminales.
En este listado hay que
incluir a los políticos corruptos, a los comerciantes y aquellos que hacen
fortunas inmensas mediante el fraude y las evasiones de impuestos.
Desafortunadamente, las cárceles no existen para ellos y en caso de que
existan, es con repudiables privilegios.