<b>Señor Mario Vargas Llosa: El pueblo dominicano ha recibido con
estupor la información de que de su pluma han salido juicios contra la
República Dominicana, que vienen a sumarse a la agresiva manipulación mediática
que se ha orquestado en el plano nacional e internacional para propiciar un
claro desprecio de carácter racial contra las personas de origen dominicano;
racismo anti dominicano que se caracteriza por la burda acción de grupos que al
parecer usted representa, cuyos criterios se sustentan en denigrar a los
dominicanos, estigmatizándolos como seres humanos que exhiben el peor
comportamiento de la sociedad humana en la etapa actual de la historia.</b>
Usted pretende desconocer de manera
deliberada que los Estados como sujetos del derecho internacional están
compuestos de elementos estructurales que en sí mismo constituyen la esencia de
la soberanía. Tanto el territorio como la población y el gobierno de un Estado
son intocables en el marco de las relaciones internacionales basadas en el
respeto mutuo, cuya inviolabilidad es la garantía plena de la convivencia
pacífica de la comunidad internacional.
Los aspectos migratorios forman parte del componente población del
Estado, y usted sabe que ese es un elemento cardinal en la soberanía e
independencia de cualquier Estado.
Es sabido que usted adquirió la
nacionalidad española, siendo peruano, y me imagino, y espero que así sea, que
tal adquisición no obedece a un desprecio, a una discriminación contra los
nacionales de su país de origen, porque es conocido por todos que entre el Perú
y España existe un convenio de doble nacionalidad que ampara sin ningún tipo de
limitaciones su derecho a tener doble nacionalidad, siempre y cuando la misma se
lleve a cabo obedeciendo las leyes y los tratados internacionales de los
Estados a los que usted pertenece. Pero el mismo hecho de usted acogerse a los
acuerdos entre España y Perú y a las leyes internas de ambos Estados para optar
por su preferencia de nacionalidad, es una manifestación muy clara de que los
Estados tienen sus normas que rigen todo lo concerniente a ese aspecto, y que
por tanto es impropia su actitud de querer cuestionar el derecho que tiene la República
Dominicana de decidir quién es o quién no es dominicano, y quién debe entrar y
permanecer en su territorio.
Es una indelicadeza que raya en la
intromisión imprudente en los asuntos internos de la República Dominicana el
usted querer trazarle pautas a los dominicanos sobre qué debe hacer con su
política migratoria y con la Constitución.
La vinculación familiar o de amistad
que usted pueda tener o no con la República Dominicana no le da facultad de
ningún tipo para involucrarse en una campaña de conspiración a nivel
internacional orientada a crear un cerco mediático contra el Estado dominicano
con fines inconfesables, pero a todas luces dudoso y hasta peligroso.
Es una ingratitud sin precedentes
acusar a la República Dominicana de ser un país indolente, insolidario, frente
a los problemas humanos. La historia de la República Dominicana está llena de
ejemplos de un inmenso heroísmo y de un extraordinario desprendimiento a favor
de las mejores causas, no sólo de la República Dominicana, sino de
América. Sin ánimos de pasar factura a
la historia es excelente el momento para resaltar el heroísmo, el patriotismo y
el internacionalismo de los dominicanos.
Decía Gregorio Luperón, con su
extraordinario espíritu patriótic “Yo
veo delante de mí un sendero largo, oscuro y penoso, pero él conduce al
cumplimiento de un deber sagrado, la revolución. Si sucumbo en ella, lo que es
muy probable, moriré por lo menos honradamente en defensa de nuestra cara
Patria. Si acabo mi tarea, tendré el reconocimiento de mis amigos, de mis
compatriotas, y la aprobación de mi conciencia. Si desgraciadamente hiciese lo
que hacen los indiferentes hoy en el país, que cruzan los brazos y aceptan el
parricidio, me volvería loco.” Pero ese mismo Gregorio Luperón, como
estrella fulgurante “En 1880, siendo
presidente provisional de la República Dominicana rechazó resueltamente una
proposición del gobierno español para que expulsara a Antonio Maceo de
territorio dominicano, a cambio de la expulsión de los enemigos políticos del
pueblo dominicano residentes en Puerto Rico”. (Ver José A. Benitez, 1986) ¡Ejemplo
de internacionalismo!
Siguiendo con el caso del titán de
bronce Antonio Maceo, es fácil ver la condición excepcional del pueblo
dominicano, si reflexionamos sobre los orígenes de ese gran patriota, uno de
los grandes héroes de la independencia cubana. Es conocido que Antonio Maceo
era hijo de Mariana Grajales, quien a su vez era de origen dominicano. De tal
manera que sangre dominicana hubo en la batalla de independencia cubana, donde
la expresión más elevada de esa presencia se concretiza en el llamado Napoleón
de la Guerrilla, Máximo Gómez.
De igual manera, el internacionalismo
se puso de manifiesto con el dominicano Gregorio Urbano Gilbert, quien después
de resistir la intervención norteamericana en el año 1916, decide formar parte
del ejército del General Augusto César Sandino, quien enfrentaba las tropas
norteamericanas en Nicaragua… Ese es el pueblo dominicano, un pueblo lleno de
gloria, de dignidad.
Pero para no irnos más lejos,
reflexionemos sobre el alto espíritu solidario con que el pueblo dominicano de
manera plena respondió a la catástrofe natural que sacudió a Haití en el 2010,
con el terremoto devastador que acabó con miles de personas en ese país. El
pueblo dominicano se volcó de manera desinteresada a apoyar ese pueblo, y en el
día de hoy se puede demostrar que sólo en el año 2012 en el presupuesto de
Salud el Estado dominicano invirtió más de 3 mil millones de pesos atendiendo
ciudadanos de nacionalidad haitiana ilegales en el territorio de la República
Dominicana. Perdone la siguiente pregunta: ¿Y usted, qué ha hecho por Haití?
Su postura se aglutina dentro del
grupo de “globalistas” que hablan del fin de las fronteras, demostrando un
desconocimiento increíble sobre la real naturaleza de la globalización del comercio y
las finanzas internacionales. Usted y el grupo que así piensa, han obviado cómo
la apertura de las fronteras comerciales y financieras no ha coincidido con la
apertura absoluta de las fronteras de Estados y las fronteras políticas, porque
es una verdadera utopía pensar que los Estados cederán ante la lógica de su
autodestrucción como estructura jurídico-política y como sujeto del derecho
internacional.
Incluso, esa discusión, viejísima en América Latina,
tuvo su mayor auge cuando irrumpió en el debate internacional la llamada teoría
de la dependencia, encabezada por Theotonio Dos Santos, Andrés Gunderfrank, Rui
Mauro Marini, Celso Fultado, Enzo Faletto y Fernando Enrique Cardozo, donde se
hablaba con seria vehemencia de la existencia de relaciones económicas
mundiales que requería de respuestas mundiales o regionales. O sea, eso no es
un tema nuevo. Lo que ha sucedido es una cualificación de esa relación, que
debe ser tratada con la debida inteligencia para no ser arrastrado por una
utopía que más que construir puede destruir estructuras, como la soberanía, que
son indispensables para resistir la embestida de un capital internacional
desenfrenado.
Ya es harto sabido que
investigaciones recientes han demostrado que las culturas locales le han hecho
una fuerte resistencia a las culturas globales o globalistas fundamentalistas
cuya lógica se sustenta en avasallar todo lo que tiene que ver con los
intereses particulares de cada Estado, y es indiscutible que para poder ser
global primero hay que ser local.
El mundo será más equitativo y más
realista, si los países van con su propia cultura a participar dentro de la
dinámica internacional o global. Si destruyen los entornos locales, es seguro
que el mundo iría hacia una catástrofe sin precedentes en la historia de la
humanidad. La clave está en vivir dentro de la diversidad, pero con respeto.
La estrategia del nazi Joseph Goebbels
de repetir una mentira para que se convierta en verdad es la misma que han
estado usando los enemigos del pueblo dominicano para justificar sus posiciones.
Hablan de una sentencia que nunca han leído, se refieren a una cantidad
supuesta de dominicanos desnacionalizados, de la que no presentan pruebas; toda
una verdadera campaña de mentiras contra un pueblo que lo único que sabe hacer
es brindarle una de las más hermosas sonrisas de América a todos los visitantes
que pisan el territorio de la República, sin importarle raza, religión,
diferencias culturales.
Los dominicanos son la alegría y la
simpatía hecha pueblo, una de las sociedades más acogedores no sólo de América,
sino del mundo.
Ustedes, los que han orquestado una
de las más bestiales compañas contra la República Dominicana, han cometido uno
de los más elementales errores en el manejo de la psicología de los
dominicanos: han incentivado que un debate simple por un asunto de política
migratoria se transforme en una lucha por la defensa de los derechos soberanos
del pueblo dominicano a determinar cuál es su política migratoria y a quién le
corresponde o no la nacionalidad dominicana. Y eso ha traído como resultado que
paso a paso el pueblo dominicano se haya ido nucleando a favor de la defensa de
su país; dinámica con un potencial a convertirse en un movimiento de masas no
previsto por los que adversan a la República Dominicana, esa situación debe
tenerla en cuenta todo aquel que ha intentado intimidar a la sociedad
dominicana, porque la respuesta que el pueblo dominicano le da a situaciones de
ese tipo ya es conocido de más a través de los ejemplos registrados en su
historia como Estado soberan el pueblo sonriente, alegre, acogedor, se ha
pasado la vida luchando para que se le respete el derecho a ser.
Así pues, señor Mario Vargas Llosa,
que usted se equivocó de pueblo.
Atentamente,
Un dominicano llamado Juan Manuel
Rosario
NOTA DE DDRD: Los interesados en conocer el articulo del escritor Mario Vargas Llosa, pueden obtenerlo en sl siguiente link <a href="http://elpais.com/elpais/2013/10/31/opinion/1383233998_965346.html">http://elpais.com/elpais/2013/10/31/opinion/1383233998_965346.html</a>