<b>La crisis de valores entre los diferentes segmentos de la sociedad dominicana ha tocado fondo, con proyección preocupante y cuyas consecuencias ya no pueden ser ocultadas o ignoradas.</b>
Se trata de un fenómeno que repercute a nivel mundial, con algunas diferencias y características propias de cada nación. Pero aquí, lo tenemos y nadie que sienta mínima identificación con este terruño de 48 mil kilómetros cuadrados, -por lo menos eso teníamos en extensión territorial antes de que en Haití a alguien se le ocurriera levantar un muro que algunos entienden está situado en territorio dominicano-, deberá pasar por alto este cuadro.
Esa carga pesada que representa la desvalorización social se expande cada vez más a un ritmo muy acelerado y complejo, alcanzado inclusive la propia estructura familiar.
Por consiguiente, la degradación social no tiene color, límite, espacio ni esfera social. Ella se produce aunque con características diferentes en todos los estratos sociales.
¿Qué hacer entonces? Lo primero es reconocer que existe el problema y consecuentemente debemos concentrarnos en la búsqueda de alternativas que permitan a largo plazo enfrentarlo con éxitos. La exclusión, falta de oportunidades, analfabetismo, marginalización y pobreza están entre los factores que inciden para que tengamos una sociedad tan desigual.
En gran medida, el auge delincuencial que abate la República Dominicana tiene su origen en la falta de oportunidades de millares de jóvenes para poder desarrollarse profesional y socialmente.
Recientemente, asistí por primera vez a la entrega de los “Premios Fundación Corripio 2013”, que otorga cada año esa entidad fundada por el empresario José Luis Corripio Estrada, a destacadas instituciones y personalidades del país que han logrado superarse profesionalmente y ejercido una labor en beneficio de la sociedad.
La ceremonia y la manera de exaltación a los homenajeados impacta y por supuesto el nivel de organización que tienen esos premios.
“Estos premios son la expresión del compromiso de la familia Corripio en todas sus generaciones con la sociedad dominicana, un compromiso de larga data y de muchas facetas pero que es esencia de la manera de expresar profundo agradecimiento de nuestra familia al país y la sociedad, impulsado por los principios heredados de nuestros predecesores encarnados en mis padres Manuel y Sara, y en los valores que tratamos de poner en práctica cada día en prueba de gratitud hacia el pueblo al que tanto le debemos”, dijo Corripio previo al reconocimiento a los galardonados.
En esta séptima versión fueron galardonados el ex vicepresidente, Rafael Alburquerque; el actor Iván García Guerra, el periodista Juan Bolívar Díaz Santana y como institución, el Instituto de Oncología Doctor Heriberto Pieter.
Se trató de una selección justa por tratarse de personas que han hecho significativos aportes al país en sus respectivas áreas de trabajo.
Ojalá otras entidades similares siguieran el ejemplo impulsado por Don Pepín Corripio de estimular, reconocer y premiar en vida la entrega y sacrificio de valiosos dominicanos y dominicanas que en su dilatada carrera profesional han tenido en cuenta a la gente, a las necesidades de su pueblo, a los desamparados de la fortuna y a los que no tienen voz ni voto. Pero que además, han defendido los espacios democráticos en la República Dominicana y luchado para que tengamos un país con menos desigualdades sociales.
Noté la ausencia en este acto histórico de representantes del Colegio Dominicano de Periodistas (CDP), que por lógica debieron de estar ahí solidarizándose con Juan Bolívar Díaz, uno de los principales promotores y fundadores de esa entidad. Pero también, estuvieron ausentes comunicadores que han desarrollado su carrera bajo el amparo del director de prensa de Teleantillas.
La difusión del evento fue un tanto tímida si la comparamos con el exagerado recibimiento y posteriormente seguimiento que han dado la mayoría de las estructuras mediáticas del país, a Sobeida Félix, la amante del capo boricua José Figueroa Agosto. Recuérdese, que hubo transmisiones en vivo por la televisión cuando esa señora retornó al país a responder ante la justicia por ser parte de una red vinculada al narcotráfico.
La cartera, zapatos y joyas que exhibía Sobeida Félix tenían más importancia para el morbo comunicacional que la propia acusación judicial que pesaba en su contra.
¡Increíble!, en este país un narcotraficante tiene más valor para algunos sectores que los aportes intelectuales y profesionales de Rafael Alburquerque, Iván García o Juan Bolívar Díaz.
Si en verdad deseamos una transformación de nuestra sociedad, debemos empezar estimulando y reconociendo el sacrificio, tenacidad, constancia, dedicación y aportes de esos valiosos hombres y mujeres del país que han conformado un espacio digno y hoja de servicio ejemplar.
La riqueza no se construye al margen de la inteligencia e ingenio humano, por el contrario su participación es imprescindible. Y como expresó el escritor ruso León Tolstoi:“La felicidad no está en hacer las cosas que uno quiere, sino querer las cosas que uno hace”.