<b>En un sector cada vez más importante de la población está creciendo la percepción de que las tantas rectificaciones de medidas oficiales que ha recurrido el presidente Danilo Medina, obedece a una estrategia de marketing que persigue réditos políticos a su favor. Esta visión apunta al supuesto de que el jefe del Estado deja que sus funcionarios acometan determinadas medidas que de antemano se saben urticantes para la población, y luego él las deja sin efecto.</b>
De esta forma el mandatario no solo mantiene sus elevados niveles de aceptación sino que, inclusive, los acrecienta, llegando a las cotas de popularidad que jamás había alcanzado presidente alguno en pleno ejercicio de su segundo año de gobierno. Quienes perciben esa supuesta estrategia valoran su efecto positivo a partir del hecho real de que Danilo se mantiene sobre la cresta de una ola que no se cansa de crecer. Sin embargo, se advierte el peligro de que si esa percepción se incrementa, un día el resultado pudiera ser fatal para el Presidente, pues la población se sentiría engañada.
Particularmente yo no creo eso, pues sería asumirle al Presidente una forma irresponsable de gobernar, cosa que no le cabe a Danilo Medina. Ahora bien, el Presidente tiene que cuidar ese flanco, ya que acumular tantas rectificaciones en corto tiempo, si bien puede asumirse como un nuevo estilo de gestión estatal, también se pudiera entender como desajustes o precariedad comunicacional Ejecutivo-funcionarios.
En términos prácticos, las constantes enmiendas de planas eventualmente podrían provocar en los funcionarios cierto miedo a tomar las medidas que entiendan lógicas en sus dependencias, creando una inercia perjudicial para la buena marcha del gobierno. Y no hay cosa peor que un funcionario temeroso de accionar en lo que le concierne.
James MacGregor Burns, el biógrafo fundamental de Roosevelt, refiere acerca del impulso que FDR imprimió al inicio de su gobierno-tomado en medio de la Gran Depresión-, cuando alentó a sus ministros a trabajar sin miedo al fracaso. “Inventen cada día, y si se equivocan vuelvan a inventar, que si fracasamos yo seré el último presidente que tendrán los Estados Unidos”.
Fue una forma hasta cierto punto tremendista de FDR permitir que sus funcionarios trabajaran sin miedo. Y es que borrar el miedo ayuda a los funcionarios públicos a ser creativos. Y siendo creativos ayudan al Presidente a quitarse de arriba un buen cúmulo de trabajo, pero más que eso, a borrar la idea de que el mandatario actúa como una maríarramos cualquiera. Además nada explicaría mejor la arenga presidencia de el “manos a la obra”.