Venezuela ha desilusionado a quienes desde
territorio dominicano procuran con desesperación al cuco internacional que
arrodille a la República Dominicana y la haga renunciar a su principal valor,
el de la soberanía.
Saben que queremos buenas relaciones con todos los
países del mundo y de manera muy especial con los de América Latina y el
Caribe, que comparten con nosotros la misma historia, pero que no nos quita el
sueño que algunos hermanos caribeños se pasen de la raya y quieran trazarnos
pautas a las que no tienen derecho, porque al fin y al cabo continuaremos
bailando nuestros merengues con sus salsas y bachatas, con las respectivas
cervezas, los tragos de ron, vino o whisky, sin que esas enemistades tengan ninguna
consecuencia para la economía doméstica.
En ese panorama sólo dos cucos podrían
atemorizar la patriótica residencia del nacionalismo dominican Venezuela y
Estados Unidos, pero en ambos casos se han ponchado.
De Venezuela esperaban que nos amenazara con
sacarnos del acuerdo de Petrocaribe y tanto la diplomacia haitiana como las
organizaciones dominicanas financiadas desde el exterior hicieron las
diligencias pertinentes para lograr su propósito, pero el fanatismo les
obnubiló el criterio porque no tomaron en cuenta que el fenecido presidente
Hugo Rafael Chávez hizo aprobar en Venezuela una ley de extranjería, que
carece de las sensateces de la sentencia
168-13 del Tribunal Constitucional de la República Dominicana, que no hace otra
cosa que iluminar el camino de una salida legal y humanitaria para residentes
ilegales que han procreado descendencia en la República Dominicana.
Pero además Venezuela tiene sus propios
problemas y si hay un miembro de Petrocaribe que tiene potencial real para
compensarla en momento de escaseces elementales se llama República Dominicana,
país que está consciente que el esquema actual de ese acuerdo de suministro
petrolero tiene que surtir modificaciones, que impondrán restricciones
importantes pero que serán más beneficiosas que una cancelación pura y simple
del entendimiento vigente.
Cuando los venezolanos recibieron las
explicaciones oficiales de la República Dominicana que se dignó enviar una
comisión del más alto nivel a dar las satisfacciones correspondientes, llamaron
a las autoridades haitianas y les hicieron saber que las cosas no era como se
las habían presentado y que la decisión venezolana no iba a ser la de arremeter
contra Dominicana sino la de mediar, comprendieron que les había fallado el plan.
Pero Estados Unidos no es el principal y
único imperio global porque ande actuando movido por las pasiones del momento,
sino por investigaciones pormenorizadas de la realidad, que les está diciendo,
y así se lo han hecho saber los mecanismos de inteligencia al presidente Barack
Obama, que la irracional campaña de descrédito internacional contra la República Dominicana, no ha hecho
otra cosa que despertar un nacionalismo dormido que terminaría siendo
perjudicial para los propios intereses norteamericanos, por lo tanto también Estados Unidos está
recomendando moderación a Haití.
No todo ha caído del cielo, el factor más
importante ha sido el de la coherencia con la que por primera vez ha actuado el
Estado Dominicano, que revestido de moderación no ha vacilado ni un momento en
el cumplimiento de la sentencia y ha demostrado con hechos concretos que desde
aquí y desde el exterior se ha hecho una
campaña mentirosa contra el país.
El golpe más contundente ha sido el
levantamiento de la JCE, que ha demostrado que el impacto real en los asentados en el Registro Civil, es
insignificante.