<b>Madrid, España.-El mundo entero le
rinde tributo, a quien fue probablemente el líder moral más importante de esta
época, y sus pensamientos siguen más
vivos que nunca. Naciones Unidas le califica como un coloso de la justicia, la
paz y del servicio a la humanidad. O sea, un hombre de bien, que lo fue de
corazón y de alma. Jamás abandonó el combate de la palabra, del buen hacer y
mejor decir.</b>
Vivió en primera
línea de batalla, dispuesto a sacrificarlo todo por la libertad de su pueblo.
Quiso cambiar el mundo y utilizó el arma del amor sin condiciones, puso voz y
sentido a los lenguajes, los hizo vivencia personal, los compartió, avivó la
educación para que no hubiese distinción de clases, y ensalzó al ser humano
como prioridad. Tanto su lenguaje como sus obras germinan de la coherencia, de
su ideal de vida, el de una sociedad libre y democrática en la que todos
podamos vivir en armonía y con iguales posibilidades.
Mandela descansa
ya en paz. A destajo la cultivó en vida y la compartió con todos. Tomó el
camino de lo armónico, conquistó el miedo para salir airoso de este infierno mundano, y trabajó duro por la liberación de los
oprimidos. No escatimó esfuerzo para desterrar el odio y la venganza del
planeta. Como él mismo decía, "nadie nace odiando a otra persona por el
color de su piel, o su origen, o su religión". ¿Por qué después hacerlo?
Sería bueno interrogarnos de vez en cuando, es prueba de que pensamos.
Sin duda, Mandela es todo un referente y una
referencia de vida. Continuamente estuvo abierto a todas las preguntas. Creía
en la sabiduría colectiva, la única que puede humanizarnos. Desde luego, la
humanidad tiene que trascender hacia ese espíritu de Nelson, sustentado en la
acción agrupada, en la reacción de las masas libres e independientes, para
llevar a buen término actos de justicia. No está la ecuanimidad sólo en las
palabras de la ley, está en nuestras actitudes, en nuestra manera de forjar los
caminos, en nuestro empeño de poner audacia y esperanza en la especie humana.
Hoy las sociedades
están hambrientas de guías que practiquen la donación, sin interés alguno, la
misma pobreza -como decía Mandela- no es un acto de caridad, sino de rectitud.
Tenemos que unirnos para desterrar este infierno que hemos creado los seres
humanos. Néstor, apostaba por ese alma social, por ese espíritu de sociedad
ensamblada en los valores naturales, por derribar las barreras raciales o de
otro tipo, por ser el guardián de los indefensos; labores todas ellas que tenía
en su hoja de servicios, como una obligación moral. Y así, fruto de este
compromiso social, ha batallado contra todo tipo de dominaciones, contra la
dominación blanca y también contra la dominación negra, y no ha abandonado este
coraje hasta conseguir el dominio absoluto de sí mismo.
Permítaseme, pues,
esta misiva necrológica a este constructor de sueños, con sentido del humor
para que la gente se olvidase de sus problemas, dispuesto siempre a levantarse
tras cualquier caída, después de haber llegado al final del camino. Sus huellas
son imborrables. Ha creado escuela. Mientras el mundo enseña a odiar, él
ensañaba a amar, haciéndose querer como si fuese el curador de cada ser humano.
Hasta su muerte es un testamento de amor que nos prologa, y nos prolonga su
vida. Por él, por el inolvidable Nelson Mandela, el mundo hoy también está más
unido que ayer, y asimismo más despierto, para digerir sus ideas de liberación tan
necesarias en el presente.
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Víctor Corcoba Herrero/ Escritor