<b>Es difícil determinar las ideas políticas de
un personaje taciturno, calculador, frío, pero si se puede establecer algunas
sintomatologías que permiten ver algunas características de su abigarrada personalidad,
por ejemplo, puede afirmarse que es un hombre de partido. Su vida política como
su vida profesional, es el PLD, es todo lo que ha hecho en su vida: ser
peledeísta. Por tanto, resulta obvio que es un profesional de la política.</b>
Durante su vida como congresista no hizo más
que ejecutar los lineamientos trazados por su bancada partidaria. Como
Secretario de Estado de la Presidencia no hizo más que servir a su superior.
Cuando aspiró y el Estado lo venció no hizo más que admitir que el poder del Estado
lo había vencido y calló que su ascenso como figura de primer plano fue también
producto del poder del Estado, cuando enfrentó a uno de sus compañeros de
partido la maquinaria estatal fue puesta a su servicio.
Supo esperar su oportunidad en total y absoluta
penitencia, como los ermitaños esperan
su paso a la otra vida.
Una vez llegado a la presidencia se le ha
visto buscar cumplir su oferta de campaña a su electorado. Algunos logros
llevan a preguntarse ¿si es un político común?, ¿un estadista? O ¿un ambicioso?
Lo primero parece descartable. Lo tercero está por verse y lo segundo parece
ser lo más obvio. Sin embargo, las tentaciones y las presiones de su entorno
fluyen como el agua hirviente y nos preguntamos ¿si la ambición derrotará al
estadista o el estadista derrotará la ambición? En los días que discurren ese
es el escenario que se le presenta al hijo de Mogollón, el tiempo dirá quien
vence a quien.
La valoración pública de su gestión –hasta
ahora-, es sobresaliente no solo en el plano nacional sino también en el plano
internacional.
Falta por verse si sirve a su partido para
servir al pueblo, o a la inversa, si se sirve del pueblo para servir a sus
parciales. Un hombre con un círculo íntimo tan pequeño (se ha dicho que posee
un medio anillo), tiene todas las posibilidades de actuar según sus
convicciones en uno y otro sentido. El camino que escoja será el que finalmente
servirá para determinar cuáles son sus reales ideas políticas. Hasta ahora ha
cumplido con sus promesas de campaña. Si por ejemplo, la tanda extendida es un
éxito papable el año entrante, habrá trascendido el ámbito del político
tradicional pues habrá resuelto uno de los problemas seculares de la sociedad
que gobierna. Pero más que eso, le habrá resuelto un problema al pujante capitalismo
nacional pues el coste que representa para el capital una mano de obra sin
instrucción -en pleno siglo XXI-, es algo que tiene a los empresarios al coger
el monte pues no les permite competir eficientemente.
Pero la Administración o gobierno también se
ve maleada por las deficiencias académicas de su burocracia, la falta de
instrucción es pues una epidemia nacional. De ahí nacen también la inseguridad
ciudadana, el vandalismo, la delincuencia y mil males más. Si Danilo consigue
enfrentar con éxito este mal ancestral, se casará con la gloria, o mejor dicho,
no será un político tradicional, será un pro hombre. Hasta el momento, sus
ideas son claras en tanto y cuanto tiene plena consciencia de que dicho mal
debe y puede ser erradicado, si queremos una sociedad mejor para todos y todas.
Sus instrucciones al respecto son -hasta ahora- blandas, no ha entendido que la
figura de la expropiación por causa de utilidad pública puede agilizar el
proceso. Se ha dejado –en cierto modo-, estafar de los agiotistas, especuladores
y traficantes de tierras y por ingenieros acostumbrados a incumplir lo pactado,
esto es a cobrar por un único trabajo varias veces ante la mirada cómplice de
quienes deben velar por la sanidad en la administración de los dineros públicos.
No sabemos si a medida que se agote su periodo cambiará de opinión pero su plan
no debe sucumbir ante las trabas del sistema clientelar que caracteriza las
políticas públicas dominicanas.
Su grandeza no estará en cuatro años más sino
en hacer lo que nunca se hizo en solo
cuatro años. En pocas palabras, Danilo debe anteponerse a los aspirantes
a destiempo de su partido, a aquellos que ven la gloria en llegar al cargo solo
para mantener estatus como ocurría en la decadente Roma que nos narra
Montesquieu, en su libr Causas de la grandeza y de la decadencia de los
romanos. Aquellos que sin los méritos acumulados ni el perfil aspiran a llegar
solo por llegar, no pueden decidir la suerte de un pueblo sin dañarlo. Toca
pues a las mentes más lucidas, las mejor iluminadas, las mejor amuebladas,
distinguir los afanes individuales de las necesidades colectivas y con Rousseau
en primer plano, decantarse por servir al partido para servir al pueblo.
No estamos afirmando que la educación sea el
único problema nacional, estamos afirmando que es el primero y resolviendo el
primero, estaremos en condiciones de seguir resolviendo el segundo y el
tercero. Pues por algún lado debemos iniciar.
En conclusión, si Danilo prosigue con su
ideal de que se puede hacer lo que nunca se hizo en solo cuatro años, habrá
nueva vez indicado que el hombre que más vive y que más aporta a sus semejantes,
no es aquel que más años vive o gobierna sino aquel que mayor cantidad de
problemas resuelve en el menor tiempo. Esto es aquel que mira más allá de las
menudencias y banalidades de su época. Cuando en su discurso de toma de
posesión prometió no fallarle a la nación, como otros hicieron, hizo el
compromiso sagrado de dejar a un lado los consejos de Maquiavelo y seguir los
de Juan Bosch. DLH-16-12-2013