<b>El ejemplo de Jesús de Nazaret de sacrificar su propia vida en pro de proteger y dignificar a la humanidad no tiene antecedentes en la historia universal, y su trayectoria ha sido uno de los capítulos de mayor dimensión e impacto entre los seres humanos en la tierra a través de los siglos.</b>
Nazaret, también conocido como Jesús, Cristo o Jesucristo emergió como la figura principal del cristianismo lo que simultáneamente le generó millares de seguidores y detractores.
Al ser crucificado hacia el año 30 en Jerusalén bajo el gobierno de Poncio Pilato, quien ejercía de prefecto de la provincia romana de Judea, según diversos textos de los evangelios, su figura se convirtió en una especie de redentor que ha perdurado a través de los años.
De ninguna manera profundizaré en el análisis sobre estos controversiales hechos enclavados en innumerables relatos y textos de la historia universal contemporánea, apenas pretendo reflexionar acerca del gran sacrificio de Jesús en beneficio de la humanidad a propósito de la celebración de las navidades y la llegada de un nuevo año.
El referente obligado entre la comunidad cristiana al acercarse esta hermosa y agradable temporada del año es sin duda el hijo de Dios. En efecto, Jesús es presentado no tan solo como el gran sacrificado en la tierra; un hombre generoso, amoroso, fraterno, comprensivo, solidario, amante de la paz, del amor por el prójimo, soñador y tenaz luchador en busca de alcanzar un mundo mejor, donde impere la justicia, sin desigualdad social y donde el género humano alcance su mayor bienestar.
Y precisamente, si prácticamente todos y todas en el universo reconocen esa capacidad de reconciliación, de entrega, de desprendimiento y de protector de la humanidad que adornaban la inmensa personalidad de Jesús porque seguimos tan divididos, indiferentes y cargados de odio en nuestro accionar cotidiano.
Lamentablemente en algunos casos las propias expresiones divisionistas se manifiestan en las mismas instituciones religiosas que diariamente apelan al ejemplo de Jesús como paradigma de la libertad, solidaridad y entrega por la causa de los que más sufren.
La comercialización de la fe es una de las manifestaciones más dolorosas por la que atraviesa el cristianismo universal actualmente. ¿Por qué tanta proliferación de iglesias, si al final todas abogan por una misma causa? ¿Qué se busca con esa actitud?
El propio Jesucristo siempre aspiró a la existencia de una sola Iglesia consciente de que la proliferación de sectas contribuía al debilitamiento de la fe y participación colectiva de los creyentes.
El pensamiento ideológico de Jesús tan difundido y hasta imitado-aunque en teoría nada más-por diversas generaciones en el mundo, debería ser la base de sustentación de la unión entre los seres humanos que habitamos este planeta.
¿Cuándo será que los gobernantes en el mundo entenderán que hay que aplicar políticas sociales para acabar con las desigualdades?
Y que el empresariado tenga conciencia de que la riqueza no solo se multiplica con inversiones económicas, sino ante el bienestar de quienes realmente las producen, que son los sacrificados trabajadores y trabajadoras.
Si Jesús fue el primer redentor de los pobres en el universo fue porque estaba convencido de que había que combatir tanta injusticia y pobreza.
Por consiguiente, el hambre que aún afecta a millares de seres humanos en el planeta debería ser erradicada si existiera voluntad para ello.
Aunque parezca una utopía pero debemos de promover que el nuevo año 2014, sea de bienestar para la mayoría de la población mundial.
Que tengamos menos analfabetismo; menos violencia, menos drogas entre la juventud, menos abusos infantiles, menos violencia contra la mujer, menos contaminación ambiental, menos armas químicas, menos corrupción de los bienes públicos y menos guerras.
En cambio, que haya mayor amor, convivencia, paz, felicidad y prosperidad material y espiritual entre la especie humana.
Desde el mismo Jerusalén hasta el más apartado lugar del mundo, todos debemos propugnar porque este nuevo año sea la partida definitiva para un mundo globalizado donde predominen la educación; investigación, las inversiones en infraestructuras productivas, actividades artísticas y deportivas y en los avances científicos para curar el cáncer y el Sida.
En fin, un mundo donde la tolerancia, bienestar colectivo, la convivencia y el amor sean las expresiones dominantes en nuestro paso por este hermoso planeta tierra.