En estos días decidí hacer lo que nunca se ha
hecho, mejor dicho, lo que no ha hecho periodista algun me puse unos
pantaloncitos cortos, una gorrita de Los Leones del Escogido, unos lentes
baratos con montura verde, par de aretes “mariconeriles” y me dirigí a un
“Barrio Seguro”, según la definición oficial. Confieso que me transmuté, pues
asumí el papel con tanta seriedad que creí que era “un tíguere de verdad”.
En la avenida Duarte, al final cerca de La Zurza
y también del río Ozama, penetré a un tugurio disfrazado de “colmadito”. Noté
que había una mesa para jugar billar, donde dos individuos parecidos a
Frankesteín jugaban una partida.
Sin pensarlo mucho, pedí una botella de romo
tras sentarme en una silla destartalada, y un joven con cara de monito me trajo
al instante. Pagué de inmediato, y luego le pregunté:
–¿Cuáles son los tígueres más guapos de este
barrio?
–Hay muchos, señor, pero uno de los más
“calientes” es Rasquiñita, ese que está jugando billar. Ese que está allí.
–Dígale que yo quiero hablar con él—pedí,
dándome un petacazo.
En unos minutos el tal Rasquiñita estuvo frente
a mí.
–Siéntese—le dije–. Y péguese un trago.
El tipo era un joven de unos veinte o veintidós
años, con una camiseta que en sus buenos tiempos fue azul, con un letrero
frontal que decía: “Creo en Dios, porque soy más bueno que el diablo”. Su afro
se parecía al de la cantante Sonia Silvestre en sus buenos tiempos.
–¿Qué quiere usted de mi?—me preguntó
Rasquiñita.
–Fíjate, soy un periodista disfrazado de
tíguere y quiero saber qué sucede en este Barrio Seguro. Cuéntame.
–Okey, le contaré, pero naturalmente usted, que
me parece un hombre serio a pesar de su disfraz, me dará luego alguna propinita.
El barrio está muy bien, pero algunas veces a los delincuentes y a los policías
se les zafa el seguro, y después de ahí caen muertecitos de ambas partes. Se lo
he dicho a mis colegas. No me refiero a los policías, sino a los delincuentes.
En estos días, asaltaron a un motorista para robarle el motor, y cuando
agarraron a El Ñato, que es amigo mío, él se defendió como pudo, diciendo que
lo que pasó fue que alguien le disparó al dueño del motor y El Ñato se lo llevó
para su casa, para guardárselo, no vaya a ser que se lo robaran. Entonces le
armaron un expediente más grande que la miseria criolla, pero gracias al Código
Procesal Penal, salió de inmediato de la cárcel
—Magnífica excusa, pero cuéntame de algunos
casos parecidos, Rasquiñita.
–Usted parece un detective, no periodista, pero
a pesar de eso le contaré lo siguiente: hace unos días, me encontraba en un
cabaret de mala muerte cuando llegó la Portugal Nicaragua y..
–¿Portugal Nicaragua? ¿Qué es eso?
–En el lenguaje antiguo de los que usaban Once
Metros en las comunicaciones radiales, Portugal Nicaragua quería decir Policía
Nacional. Pues prosig encontrándome en el cabaret nos registraron a todos,
incluso a un “pájaro” que andaba en pantalones cortos y con la cara llena de
colorete, y a mi me encontraron una
pistola. El sargento de la patrulla me pidió la licencia y yo le entregué una
licencia vencida para manejar un motor, ante lo cual el uniformado se puso como
el diablo, diciéndome que me estaba burlando de él. Todo se solucionó cuando le
di cien pesitos, aparte de un traguito que tenía en mi vaso. Y, naturalmente,
me dejó la pistola. Hasta me ofreció algunas balas, a precio irresistible.
–Okapa, pero sígame hablando del Barrio Seguro.
–Fíjese, este barrio es tan seguro que nunca ha
habido un muerto, así por así. El Ayuntamiento nos construyó un cementerio,
pero como nadie moría, tuvimos que matar a un turista para estrenarlo.
–¿Nadie cayó preso?
–No, porque era un turista haitiano. Si hubiera
sido un gringo, en el barrio no quedarían libres ni siquiera los mamando.
–En este sector, llamado Barrio Seguro, ¿venden
drogas?
–Negativo. Aquí lo único que algunos venden son
crack y cocaína. Es más bien un servicio, para ayudar a los jóvenes
desempleados a afrontar si situación, los pobrecitos.
–Pero esas cosas son drogas. Eso que has dicho
no tiene justificación.
–Eso depende, pues para los vendedores son
mercancías, vainas así. Por cierto, quienes trafican con eso tienen que
cantearse.
–¿Cómo así?
–No se haga el pendejo, estoy hablando de
cantearse, darle dinero a ciertos policías, para que no jodan a los dueños de
los puntos de drogas.
–Entonces—insistí–¿qué significa para usted el
programa Barrio Seguro?
–Para mí, es magnífico, pues así todos estamos
seguros, salvo que a los delincuentes y a los policías, no se les
zafara el seguro, viviríamos más tranquilos.
—Gracias—le dije—pase usted un buen fin de
semana.
–Pero ¿y mis cuartos?
–No se preocupe, que cuando esta noticia sea
publicada, el nuevo comandante policial de esta zona le dará un regalito, para
que se calle la boquita.
–Entendí—dijo Rasquiñita—eso significa que el
nuevo comandante vendrá a buscar su ración de arepa.
–No sé, pero si usted desea, pregúntele a él.
Mientras tanto, busque la manera de
conseguir un carné como colaborador de la Portugal Nicaragua, no vaya a ser
cosa.
MI inquietud ahora es cómo elaborar este
reportaje.