Fragmentos de las palabras que pronuncié en la puesta en
circulación de una nueva obra del médico y escritor Eusebio Rivera Almodóvar:
“No tenía hijos cuando tuve la oportunidad de ingresar a la
que entonces se llamaba Asociación Médica Dominicana a trabajar como encargado
de Relaciones Públicas más de tres décadas atrás en una de las gestiones
encabezada por el prestigioso internista
doctor Nelson Astacio, que en paz descanse, y cuyo secretario general lo era el
presentador de las tres obras del doctor Eusebio Rivera Almodóvar que hoy se
ponen a disposición del público agrupadas en un solo volumen, el doctor Cesar
Mella Mejías .
Leyendo su columna en El Nacional, me enteré, que Cesarito,
aquel niño que el doctor Mella traía de vez en cuando al área recreativa de la
AMD es intensivista cardiovascular en el Hospital Pediátrico de Houston Texas.
En esa época conocí al doctor Eusebio Rivera Almodóvar y a
muchos otros jóvenes gremialistas que empezaban a descollar en el ejercicio
profesional y gremial.
Lo dicho hasta ahora deja un mensaje bien claro y
poéticamente interpretado por Pablo Milanés
“El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos…”
Me alegró conocer de
los planes de Rivera Almodóvar unificar “Mis días de frio”, con su recopilación
de cuentos titulada “Los sueños” y las narraciones de sus vivencias en el
ejercicio de su profesión en Samaná que ha titulado “Las peripecias del rey
tuerto”
Muchos años que no nos veíamos ni nos comunicamos, y me preguntó
al hablarme por teléfono si lo recordaba, y aparte de poseo buena memoria, y
que suelo leer sus escritos cuando me los encuentro en el periódico Hoy, al
doctor Rivera Almodóvar lo tengo grabado en mi disco duro por un episodio
imborrable, al que le dediqué una de mis columnas en el periódico El Nacional.
En 1985 en la gestión del doctor Erasmo Vásquez, la Asociación
Médica Dominicana acudió a participar de un congreso científico en Nicaragua
que a la vez camuflaba una expresión de respaldo a la revolución sandinista y
al proceso armado que se libraba en El Salvador, y de visita a una playa ubicada en el Pacifico,
conocida como Pochomil, el doctor
Eusebio Rivera Almodóvar, que se había adentrado con una joven sandinista a
charlar no se sobre cuáles tópicos de la revolución, durante minutos que
parecieron eternidad se le lloró como desaparecido porque la dama regresó a la
orilla y señalaba el lugar por donde había dejado al doctor, y no se veía nada,
hasta que unos buceadores europeos se lanzaron a ver si localizaban el cadáver
y lo trajeron vivo.
Alguien más autorizado que yo, al presentar Sueños de Ojos Abiertos, el poeta y ensayista
Tony Rafúl dijo que “Este libro de cuento no te tomó prestado nada a nadie y
puede ser el paso definitivo que lo empalme con esta tradición yugulada de la
cuentistica dominicana que pugna por un lugar, por una voz por un espacio que
trascienda la insularidad”.
He vuelto fascinado sobre los relatos de “Mis días fríos” y
“Las peripecias del rey tuerto” y en ambos casos contrario al criterio de Mario Vargas Llosa de que el narrador escribe
para ofrecer a los lectores unas historias a las que no tienen acceso en el
mundo real” lo que observo es la sensibilidad literaria de un escritor que nos
adentra en realidades contempladas con indiferencia por ser parte de la
cotidianidad social dominicana”.