<span style="font-size: 12px;">1 de febrero 2014.-El escenario no podía ser más adecuado para cantarles
nuestras verdades a los detractores de la República Dominicana, estaban
reunidos en La Habana, Cuba, gobernantes de 33 países en la II Cumbre de la Comunidad
de Estados Latinoamericanos y Caribeños
(CELAC), aquel instrumento con el que el fenecido presidente venezolano
Hugo Chávez, pretendió suplantar a la Organización de Estados Americanos (OEA),
y librarse de la influencia de Estados Unidos en la región.</span>
El primer ministro de San Vicente y Granadinas, sirvió al
mandatario dominicano la oportunidad de hacer escuchar la campana dominicana,
de la forma que mejor convenía a un país que ha tenido que soportar las
infamias que se les ocurran a todos los hipócritas, que endurecen en sus
respectivos países las medidas de control interno para evitar visitantes
indeseados, pero que pretenden que República Dominicana mantenga de par en par
las suyas, para que su Estado colapse como el haitiano.
¿Y qué bueno que fue un atrevido con el que no estamos
obligados a tragar insolencia el que provocó la reacción del presidente Danilo
Medina, porque el mandatario dominicano pudo hablarle con la energía con la que
se abochorna a un entrometido?
Si en vez de Ralph Gonsalves, se le hubiese tenido que
responder a Nicolás Maduro, la respuesta habría sido menos agresiva, porque las
relaciones con Venezuela tienen sus repercusiones en dominicana.
Entonces al Gonsalves nos los pusieron los reyes a los que
hemos tenido que soportar con impotencia la desconsideración a la que se ha
expuesto a la RD, porque además es un enchinchador de campañas permanentes
contra nuestro país, quien sabe si por el interés de afectarnos en el mercado
de la exportación de bananos en el que
somos competencia de varias de las pequeñas economías caribeñas.
Ignoraba Gonsalves que el gobernante dominicano, ha sido el
de la más larga prolongación de la luna de miel con sus electores, que año y
medio después está mucho más encaramado en el aprecio de los ciudadanos que al
momento de su llegada, que en todas las casillas, pese a que en su país hay
desempleo, delincuencia y mucha miseria, tiene notas sobresalientes y en lo
único que su pueblo no estaba muy conforme con él era en la percepción de que
el Gobierno estaba consintiendo el irrespeto internacional.
Desde luego que el presidente aprovechó al chiquito para
hacerse oír frente a algunos grandes y advertirles que el Estado de derechos en
la República Dominicana impide al Ejecutivo desconocer una sentencia del
Tribunal Constitucional, que los que sean capaces de pedirles cosas que
impliquen eso lo exponen a un juicio político, pero además dejó claro que su
posición no obedece a temor, sino a la convicción de que no merecería la
presidencia de su país si acepta que se vulnere la soberanía que ha jurado
defender.
Más categórico no podía ser su argumento frente a la mentira
reiterada en muchos escenarios de que supuestamente se despojaría de la
nacionalidad dominicana a cientos de miles de personas, cuando precisó que a nadie se le puede quitar
lo que no ha tenido y que todas las constituciones dominicanas desde 1929
establecen los mecanismos de adquisición de la nacionalidad.
Lo que hace la
sentencia al emplazar la ejecución del
Plan Nacional de Regulación es rescatar del limbo jurídico en el que se
encuentran millares de indocumentados haitianos
y facilitar que se les dote del estatus
que les corresponda.