<b>El día 21 de enero no fue solo día de Nuestra
Señora de La Altagracia, sino día de elecciones en Sgacedom, tres planchas
concurrieron a dicho certamen electoral y ganó la número tres, la presidida por
Alejandro Martínez, compositor de vieja data y miembro permanente de la entidad
que aglutina a los compositores dominicanos.</b>
Dicho proceso presenta grandes enseñanzas, la
primera es que dicha entidad ha alcanzado ya su madurez, fundada en 1997, con
la experiencia acumulada de otras que le antecedieron, su proceso demuestra que
no es fácil confundir a los autores dominicanos de música. Pues cuando está en
juego el carácter democrático de dicha entidad, es decir la diversidad
ideológica, la defensa de los intereses de la misma, y el futuro de la
industria de la música, los compositores, no se llaman a engaños, sino que son
capaces de enfrentar al poder y vencerlo. En momentos en que se comenta que el
oficialismo hace uso de todo el poder que pone en sus manos la maquinaria
estatal, los compositores supieron rechazar las presiones y votar
libérrimamente por quien entienden es su mejor representación en los momentos
actuales.
El tema llama la atención porque prueba la
existencia de democracia a lo interno de Sgacedom y madurez al momento de votar,
dos prendas muy escasas en la democracia dominicana.
Ya el Derecho de Autor tiene en nuestra
sociedad, un sitial difícil de borrar, ha llegado para quedarse. El hecho de
que las recaudaciones anuales asciendan ya a cien millones de pesos (y es solo
el comienzo) da una idea clara de que se trata de una actividad económica que
no debe ser ignorada sino fortalecida. Nos dice que las familias de los autores
tienen conquistas bien logradas y que los autores y compositores de música
pueden vivir de su profesión: la composición de canciones de todo género.
En la sociedad del conocimiento, en la
sociedad del espectáculo, en la sociedad de la música, en el país del merengue,
la bachata, el bolero, la salsa, etc., eso es muy importante, pues implica un
avance social innegable. Por tanto, en materia de Derecho de Autor, la República
Dominicana ha inscrito ya su nombre en la Confederación Internacional de
Sociedades de Derecho de Autor y Composición de música (Cisac), como en la Organización
Internacional de la Propiedad intelectual (OMPI), y de todas las de
Latinoamérica, se trata de logros ganados al margen del clientelismo estatal y
de la sombrilla del gobierno, es más, en la coyuntura actual, puede decirse que
imponiéndose al gobierno, e incluso, a agentes internacionales que han
pretendido influir en el destino de la Sgacedom, en función de intereses ajenos
al Derecho de autor Nacional. Crédito merece la Oficina Nacional de Derechos de
autor –ONDA-, la cual se limitó a cumplir su rol de ente supervisor de dichas
elecciones, nada más. Esto es realmente loable. Por doble razón, primero porque
es una invitación abierta a los negocios que todavía son reacios a pagar por la
música que les permite subsistir como comercios, y para aquellos que creen
poder manipular a Sgacedom desde el Estado.
Se trata de una sociedad de gestión colectiva
de derechos de autor que no puede ser confundida, ni con una ONG, ni con un
sindicato, ni con intereses políticos de grupos, es una sociedad de gestión
colectiva de Derechos de Autor, algo consonó con la sociedad del conocimiento,
pero para beneficio de los compositores de música exclusivamente, pues una
entidad para recoger dinero de los autores y repartirlo entre ellos, en función
de su situación en el mercado del disco y de la aceptación popular de las obras
musicales creadas. No para que los empleados sean los mayores beneficiarios
como ocurre por ejemplo con las ARS donde el dinero de empleados, empresarios,
del Estado, de los médicos, va a parar a manos de banqueros y a burócratas y
como en algún momento ocurrió en la sociedad de autores. En Sgacedom, por la
democracia interna existente, esto no es posible. Por tanto, las concesiones
que se hayan otorgado como si se tratase de un pastel sin dolientes y que
distorsionen la finalidad de Sgacedom, como las mezquindades en que se haya
incurrido deberán ser revisadas, también en democracia interna y con las
sanciones apropiadas. Pues la impunidad es el vicio a corregir en cualquier
estamento de la sociedad dominicana. Un colectivo a quien se le haya solicitado
corregir no puede incurrir en los vicios que se le ordenó corregir sin
comprometer su responsabilidad social. La cofradía con el cáncer de la
malversación, del uso del dinero ajeno, del abuso de confianza bajo una
posición de autoridad, al tiempo que se pisotean derechos bien ganados, es algo
que no puede quedar impune.
Esto quiere decir, que la Sgacedom tiene
mucho que enseñarle a nuestros partidos políticos, al sistema de riesgos de
salud, laboral, de pensiones, etc., donde burócratas y bancos toman lo que no
les pertenece y dejan a los reales dueños de esos valores desprotegidos. En
Sgacedom no pasará la impunidad porque si las autoridades electas cometieran el
desliz de pactar con el pasado mendaz, se harían cómplices y correrían igual
suerte que los anteriores. Éxitos a los que ahora inician una nueva etapa en la
historia de Sgacedom y del Derecho de Autor en República Dominicana. DLH-4-01-2014