<b>La virtual paliza que le propinó el sector del presidente Danilo Medina al que encabeza el doctor Leonel Fernández en los eventos eleccionarios internos de la víspera en el PLD, más allá de la algarabía que produjo entre los ganadores y del obsequioso tratamiento que le ha prodigado gran parte de la prensa nacional, pudiera ser un peligroso hito en la hasta ahora apacible vida interna de esa organización política.</b>
En lo que tiene que ver con el Comité Central, la zurra fue significativa y con claras proyecciones sobre la correlación de fuerzas internas del PLD sobre todo por las características de la elección: se trató de una consulta directa a las bases, y el hecho de que éstas se expresaran mayoritariamente a favor de los candidatos de Medina (observadores han situado la relación de porcentajes en 80-20) es a todas luces indicador de que “la pava ya no pone donde ponía” y, en consecuencia, Fernández parece haber perdido -cuando menos de manera coyuntural- su carácter de “líder máximo” de la entidad.
En lo atinente al Comité Político, la verdadera autoridad dentro del PLD, el sector de Medina apabulló al de Fernández (la relación porcentual de la elección se ha calculado en 90-10, si se descuentan los casos de la vicepresidenta y del presidente de los diputados) y pasó de minoritario a mayoritario tras la integración de nuevos miembros, con la atenuante a su favor de que por lo menos la mitad de los que se reputan fieles al ex presidente en estos instantes ostentan puestos en la administración pública, lo que los coloca bajo la dirección jerárquica gubernamental y, en esa virtud, tendrán serios límites en sus márgenes de maniobra y sentirán bastante erosionada su capacidad de acción cuando de confrontaciones intrapardidarias se trate.
La verdad, pues, no se puede ocultar bajo el ruido siempre ensordecedor de las trompetas mediáticas del PLD: el hecho de que los seguidores del actual mandatario se impusieran apabullantemente sobre los de su antecesor (uso del poder aparte, que entre neo balagueristas te veas) implica en la organización, ante todo, abrir las puertas para un probable "cambio de mando" interno, y aunque todavía está por verse si -de consumarse- tal avatar asumirá o no perfiles de brusquedad, es harto sabido que este tipo de realineamientos intrínsecos -inédito para los peledeístas en su forma actual- casi nunca se lleva a efecto sin malquerencias entre sus participantes ni traumas para la agrupación.
En el caso singular del PLD, organización nacida con filosofía de conducción orgánica leninista a contrapelo de la declarada adhesión ideológica al marxismo “a secas” de su fundador, esa eventualidad podría ser aún más riesgosa desde el punto de vista de su paz interior por una razón simple: con la victoria de los prosélitos de Medina lo que ha hecho crisis y pudiera implosionar es el modelo de liderazgo único o de figura señera que reconstruyó, reinstaló y legitimó el sector del doctor Fernández, justamente en perjuicio de quienes ahora lo vencieron, por lo menos desde el año 2008.
En otras palabras, de continuar su curso natural el proceso de recomposición orgánica que prefiguran los resultados del congreso del PLD, el modelo de liderazgo interno estructurado alrededor de la figura providencial o “máxima” del doctor Fernández podría llegar a su fin, y si esto ocurre la organización entraría a una época signada por un casi trilema conflictual: decidir si se consagra la "era" de Medina, si se crea un escenario para el “cruce de sables” por el control de la entidad, o si se decanta por armar estructuras de dirección que garanticen una jefatura bipolar o que apunten -como desean algunos otros altos dirigentes- hacia una verdadera pluralidad de lideratos.
Desde luego, hay que insistir en que cualquiera que sea el derrotero que tomen los peledeístas en el sentido señalado habrá pocas garantías de que el proceso de "cambio de mando" se desarrolle de manera tranquila, y no sólo por la natural resistencia que deberán oponer los actuales detentadores del control interno (a muchos de los cuales nadie ha podido silenciar con apelaciones disciplinarias en coyunturas de discrepancias) sino también porque ya no se tratará de un litigio entre los circunspectos dirigentes del peledeismo original: dados el poderío económico de los contrincantes y la presencia mayoritaria en ambos grupos de antiguos balagueristas (de quienes los peledeístas han terminado aprendiendo muy bien las artes de la zancadilla, la triquiñuela y la compra de conciencia), la crispación luce inevitable.
Más aún: resulta enteramente lógico que los integrantes del sector que acaudilla Fernández tengan en estos momentos la bilis revuelta a resultas de la inmisericorde aplanadora que les pasaron los del grupo de Medina, sobre todo porque se atribuyen -y no están lejos de la verdad- la paternidad económica y política del triunfo electoral de 2012, por lo cual no sería descabellado imaginar que ahora mismo están, luego de sacudirse el polvo de la derrota, revisando las tácticas y las estrategias en procura de una reorganización de su fuerza interna que les permita asumir los retos del porvenir inmediato con mayores posibilidades de salir airosos.
(Existe la posibilidad de que el sector que encabeza Fernández fuera sorprendido por sus contrarios -a quienes talvez no les atribuían suficientes liderazgo y agallas para hacer un uso tan despiadado de la aplanadora en su contra-, pues aunque su escaso protagonismo público en la campaña interna parecía ser una inteligente decisión ante el descenso de la estimación ciudadana de su líder y el ascenso de la de Medina -notorios y sostenidos hasta ahora-, en conversaciones privadas o en argumentaciones "sotto voce" siempre daban por descontado que cuando menos terminarían en "paridad" durante el desarrollo de las etapas comiciales del congreso peledeísta con respecto a los “inquilinos” del Palacio Nacional).
Por otra parte, se impone destacar que en términos de “aritmética política” (esto es, desbordando los simples números y auscultando sus más hondas secuelas intra y extrapartidarias) la victoria del sector de Medina sobre el de Fernández ha sido mucho más contundente y trascendental de lo que se han vendido públicamente ambos grupos, pues no es sólo que emblemáticos seguidores de este último fueron derrotados (quedando por primera vez en minoría en los órganos cupulares de dirección del PLD) sino que desde el palacio se ha enviado una mensaje clar el que no se ponga “en la línea” corre el riesgo de ser defenestrado (en el gobierno o en la estructura partidaria) y, lo que no es una bicoca, de encontrar cerradas todas las puertas de las aspiraciones a cargos congresuales o municipales para los venideros comicios.
Con semejante situación, es más que evidente que al doctor Fernández se les han materializado sus peores pesadillas (aquellas que cuchicheaban voces de su cercanía en 2012 cuando le advertían del “peligro” para su liderazgo que representaba una victoria electoral de Medina): al mencionado descrédito público y a la derrota que le acaban de propinar sus adversarios internos (¡implacable y dulce venganza de los aplastados en 2007!) se le suman la "sacadera de pie" que practican algunos de sus antiguos seguidores en la alta dirección del PLD (que disfrazan el cambiazo con alegatos de "institucionalidad" y "unidad") y la probable estampida de muchos de sus apoyos medios y de bases (la mayor parte antiguos balagueristas que no van a dejar el "camino real" del poder por la "vereda" del ahora mustio e incierto liderato del ex presidente).
En tales circunstancias, Medina -que ha demostrado no tener un pelo de tonto- actuaría en dirección contraria a las demandas de la “realpolitik” y pondría en tela de juicio su proverbial “pragmatismo” estratégico si no lanza a sus conmilitones a partir de ahora -aprovechando que está en la cresta de la ola- a desmontar el andamiaje de control dirigencial que creó el doctor Fernández en el PLD entre 2007 y 2012: es verdad que entre peledeístas los pleitos a veces son sordos y mudos (ya no tanto por disciplina como porque tienen plena conciencia de sus intereses focales), pero no hay que olvidar que en política -como en la guerra- las victorias no se consolidan sin tomar los antiguos baluartes de los adversarios, y de esto el grupo palaciego tiene mas conocimiento que nadie en el país por experiencia propia.
Por supuesto, en bastantes sentidos y sin importar hacia donde apunten definitivamente sus posturas sobre el tópico que precede, el destino inmediato del PLD (lo mismo que el del país y, como ya se sugirió, el del liderazgo del doctor Fernández) hoy en día está en manos del presidente Medina, y a juzgar por lo que ha demostrado hasta el momento con su estilo de conducción y su forma de manejar la cosa pública, sus competidores tienen motivos para estar preocupados: el hombre sabe muy bien usar el poder casi al desgaire, "quemar" por debajo y armar mayorías en su provecho, y para cualquiera -como lo demostró entre 1996 y 2000, cuando operó por vez primigenia desde el palacio- es un contendiente difícil si el pleito se echa en condiciones que les sean favorables.
(En la República Dominicana de hoy debe haber muy poca gente que no haya percibido la diferencia de estilo y horizonte estratégico de ambos líderes peledeístas: mientras Medina proyecta la imagen de que está gobernando las 24 horas de todos los días sin estruendos ni grandilocuencias y de que está al margen de las maromas y las decisiones internas del PLD, Fernández en ocasiones muy reiteradas parecía haber abandonado el poder en manos de sus más cercanos colaboradores, se hacía sentir como jefe de la administración pública básicamente durante los retablos protocolares y en la hora feliz de los fastos y los espectáculos mediáticos, y daba la impresión de que imponía sus opciones y preferencias en la dirección partidaria a través de una mayoría mecánica inconmovible).
Lo que todavía no se sabe a ciencia cierta, empero, es el destino del propio Medina para los próximos dos años (ha enviado señales de que no intentará reelegirse, pero en el país todos sabemos que eso no es garantía de nada, sin importar lo que diga o no la Constitución al respecto), y ocurre y viene a ser que el mismo está estrechamente vinculado al del PLD: aún en el caso de que decida ceñirse al precepto sustantivo en materia de continuidad presidencial, deberá asegurarse de que una vez salga del ámbito palaciego no sea objeto de reconvenciones, desconsideraciones o retaliaciones, y entre nosotros es un lugar común que ello está directamente relacionado con la fuerza política de que se disponga después de la entrega del poder… Este es un capítulo pendiente del devenir peledeísta, y si finalmente tendrá caracteres de bucólico remanso o de batalla campal es, claro está, otra historia.
Por el momento, eso sí, una interrogante está en el aire: ¿se acaba de iniciar la “era” de Danilo o, a la inversa, comienza una novedosa temporada de “boxeo político” entre los peledeístas? Como se ha sugerido, parece muy temprano aún para hacer pronósticos firmes en este tenor, pero una cosa sí está clara: luego del VIII Congreso Ordinario Comandante Norge Botello, ya el PLD y el ex presidente Fernández no serán los de antes… Por eso, ambos podrían musitar hoy, con nostálgico y quejumbroso arrebato de romanticismo ante sus amores contrariados, un conocidísimo verso del celebrado bardo chilen “Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”.
(*) El autor es abogado y profesor [email protected]