<span style="font-size: 12px;">Leonel Fernández no necesitó del reparto de sobrecitos para
encaramarse en la cresta de la ola que lo llevó de regreso al poder en el 2004,
el electorado lo aclamó con desesperación por ser el referente positivo frente
a la desastrosa administración de Hipólito Mejía.</span>
Para entonces lo recuerdo en conversaciones en la que
expresaba lo erróneo que era creer que el uso y abuso de los recursos del poder
podían ser determinantes, fue en los días que articuló la expresión de que
cuando un pueblo decidía ser el arquitecto de su propio destino no había fuerza
terrenal capaz de impedirlo.
Distinta fue la situación para construir el triunfo del
2008, donde tuvo primero que vencer, con todos los ímpetus con los que la
reelección doblega voluntades, la resistencia interna y después articular la
victoria externa, empleando sin titubeos la arrolladora maquinaria del Estado.
El precio alto de esa reelección como de la que intentó sin
éxitos Hipólito Mejía, obedece a que a diferencia de las reelecciones de
Joaquín Balaguer, no obedecieron a necesidades de los poderes fácticos sino a intereses particulares de los grupos
anillados alrededor de la figura presidencial, encaprichados con la idea de
“seguir subidos en el palo”.
Para el proceso del 2012 el PLD contaba con la carta
salvadora de un aspirante bien acreditado y con una diferenciación del sector
oficialista con el que la sociedad dominicana se empezaba a malquistar, pero
pese la novedad que representaba Danilo Medina, arrastraba un peso muerto muy
fuerte, el de la impopularidad del
Gobierno por el constreñimiento económico a
que obligó un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y por la
percepción de corrupción.
No cabe duda que desde final del 2011 y en los meses que
antecedieron al 20 de mayo de 2012, el Gobierno se empleó en forma determinante
en la recuperación de popularidad, con un gran programa de obras a nivel
nacional, incremento de sus capítulos sociales y mayor contacto con la
población, mientras el candidato dejaba claramente establecido en su mensaje
que habían cosas que corregir y tareas nuevas por emprender, al tiempo que
reconocía a la administración que le apoyaba comprometiéndose a continuar lo
que estuviera bien.
Quien niegue el rol de la maquinaria del Estado en ese
proceso, pretendería que se dirige a un auditorio de ignorantes.
Leonel Fernández es sin duda una marca de gran penetración
en la industria política nacional, y pese a cualquier imputación, se manejó
siempre con las de ganar cuando se le contrastaba con Hipólito Mejía, pero la
alternabilidad, que no hay cosa más beneficiosa para la larga vigencia de un
partido en el poder, como lo testifica el PRI de México, ha construido un nuevo
referente: Danilo Medina, que no puede
reelegirse por impedimento constitucional, pero que en todos los estudios
cualitativos los electores proyectan un sustituto con cualidades similares a
las del actual gobernante.
Otra cosa que es persistente, la gente quiere caras nuevas y
los jóvenes de 18 a 24 años se muestran muy radicalizados contra lo que no
encarne renovación, en esas circunstancias la situación se torna compleja.
Hay dos factores que hasta ahora aventajan al que resulte
con el abanderamiento del Partido de la Liberación Dominicana: la alta popularidad
del Gobierno y la deteriorada situación de la principal fuerza opositora, pero
aún es temprano.
El factor adverso es que grupos económicos importantes
recelan del poder acumulado por el PLD.