<b>Moisés no es ni puede ser un líder del siglo XXI, la idea
del Dios egoísta, genocida, discriminante, obsesivo, perverso y autócrata que
se expresa a través de su figura no tiene cabida en una civilización que ha
recibido sus mayores avances ejercitando los valores democráticos.</b>
Y no se trata de cambios prohijados como muchos otros por
acontecimientos como el de la Revolución Francesa, la Independencia de Estados
Unidos, la Revolución Industrial, la
conclusiones de la primera y segunda guerra mundial, la guerra civil española,
entre otros hechos que han parido transformaciones que han impactado a toda la
humanidad, sino de un arrinconamiento verificable desde hace más de dos mil años.
Mucha gente que se dice cristiana no se termina de percatar
de la revolución que produjo la aparición de la figura de Jesús y de la lectura
que dio a su menaje Pablo de Tarso, el apóstol
de los gentiles, el hombre que acabó con los dioses que solo actuaban para
beneficiar a un pueblo predilecto, sustituyéndolo por un Dios católico, es
decir un Dios universal para el que todos los humanos eran iguales.
En esa concepción, para la que era un absurdo pregonar a un
Dios que llevaba a unos seres humanos que consideraba sus favorecidos a tomar
por la violencia la tierra que ocupaban otros cuya suerte no
importaba, Pablo selló una alianza de acero con Lucano, un practicante
de la medicina que acabó convirtiéndose en evangelista, y de esa unión nació el
cristianismo.
Y como esa creencia no podía estar basada en las historias
draconianas del Dios vengativo del Antiguo Testamento, fue necesaria la
creación de un Nuevo Testamento, que algunos cristianos echan manos
indistintamente sin saber que tienen mensajes tan divorciados que presentan
dioses absolutamente distintos, pero sin dudas ha dominado, el Dios del perdón
y la misericordia, que es el fundamento de la fe cristiana.
Pero no solo le ocurrió al cristianismo que por el desfase
del primer libro tuvo que basarse en un segundo, lo propio ocurrió con el Islam
y el propio judaísmo, es decir que el Antiguo Testamento pasaría a ser una
referencia para afianzar las raíces de la creencia, no para guiarla.
A diferencia del Dios de Moisés que hubiese lanzado una
tempestad que acribillara a todos los que atentaron contra su hijo, este no
hace nada para impedir que ocurriese lo que ocurrió y es receptor de la
petición que le hace el hijo crucificado para que perdonara a sus torturadores.
La historia del éxodo de los israelitas y su llegada a Canaán,
con los avances de la ciencia no ha encontrado más explicaciones que la de un
hecho mitologizado que anduvo contándose de generación en generación, pero no
hay ni referencia histórica fuera del relato bíblico ni hallazgos arqueológicos
que lo fundamenten, lo que parece ser es que ciertamente esa población
extranjera que se evadía de los trabajos obligatorios que se imponían en otros
lugares se fue concentrando en Canaán y al paso del tiempo desarrolló leyendas
que se dieron por ciertas.
Esas historias evolucionaron en tradición cultural hasta
formar una idea de Dios que dio origen al judaísmo, que por su carácter
excluyente se rezagó con apenas 14 millones de seguidores, mientras que el
Cristianismo cuenta con más de 2,200 millones y el islam con 1,600 seguido del
hinduismo con 1000 mil millones y el budismo 500, en ese panorama Moisés
representa 0,2%.