<span style="font-size: 12px;"><b>No se requiere una opinión experta
para establecer que los perredeístas excluidos del padrón de su partido y
privados del derecho de elegir a sus dirigentes, no tendrán ninguna motivación
para votar por los candidatos del PRD en las elecciones del 2016.</b></span>
Como buen conocedor de las
matemáticas, el ingeniero Miguel Vargas debería saber que si excluye más del 85
por ciento de los perredeístas que no están con sus aspiraciones
presidenciales, podría derrotar a Guido Gómez Mazara en la actual contienda interna pero convertiría al PRD en
un partido minoritario sin posibilidad de competir por una posición honorable
en las próximas elecciones.
Esta compleja disyuntiva podría ser la
explicación lógica por la que el sector de Miguel Vargas no ha dado a conocer el
nuevo padrón del PRD que supuestamente estaría listo en febrero del
2014.
Al parecer, el dilema de Vargas es que
para mantener el control del Partido y derrotar a Gómez Mazara en la convención
para elegir al presidente del PRD, deberá reducir la matrícula del PRD al
tamaño de su simpatía interna, que de acuerdo a la última encuesta Gallup es
13.4, contra 39.7 por ciento de Luis Abinader y 35.5 de Hipólito Mejía. Pero
esa fórmula tendría el mismo efecto que clavar el clavo y rajar la tabla, ya
que los perredeístas excluidos volcarían masivamente su voto contra Vargas y los candidatos que el respalde.
Ningún perredeísta que sea despojado
del derecho a elegir a sus dirigentes y lo que es peor, de su condición de
miembro del Partido, podrá ser llamado en las elecciones del 16 para votar por
los candidatos que presente el PRD. Así
se sencillo.
El desmembramiento del PRD, el partido
más votado en las elecciones del 2012, lo ha iniciado Miguel Vargas con las exclusiones masivas de dirigentes y
miembros, aunque se equivocan los que
asumen que esa abrumadora mayoría -como dice el proverbio árabe- se quedará sentada en la puerta de su casa paraver pasar el cadáver del enemigo.
La alternativa es la Corriente
Mayoritaria del PRD, como cabeza de una Gran Convergencia de fuerzas políticas
y sociales, que tiene más de 24 meses por delante para ensamblar una
propuesta de oposición para ganar en el 2016.