En un singular trabajo de opinión escrito hace exactamente medio siglo, el doctor Joaquín Balaguer, sin dudas uno de los dominicanos de pensamiento más lucido de todos los tiempos (al margen de su sentido ideológico y de sus implicaciones prácticas), sentenció lo siguiente:
"No hay democracia posible, no hay siquiera sociedad civilizada, donde no existe una Justicia independiente. Sin Cortes y Juzgados (sic) verdaderamente libres la democracia nacional seguirá siendo una meta cada vez mas remota y una mentira tan burda en el fondo como lo es la del respeto de los fueros de la libertad individual en los regímenes unipersonales".
Y a renglón seguido, para subrayar las debilidades del aparato judicial dominicano, el estadista y polígrafo de Navarrete recalcó: “… hasta ahora no se ha intentado siquiera crear la Carrera Judicial y establecer la inamovilidad de los jueces. Es más, todavía no se ha hecho la primera selección cuidadosa y verdaderamente apolítica para organizar la judicatura dominicana”.
En el mismo trabajo periodístico, el doctor Balaguer, refiriéndose a otro de los problemas fundamentales de entonces del Estado dominicano desde el punto de vista institucional, planteó la necesidad de “organizar la administración pública mediante el establecimiento del Servicio Civil y la Carrera Administrativa” para hacer más eficiente la burocracia y garantizar el derecho al trabajo de los servidores gubernamentales.
En el mismo tenor, y en tono severamente crítico, el político y escritor dominicano agregó que hasta el momento en que escribía su suelto “lo único que se ha hecho en ese sentido es resucitar una institución de nuestra política arcaica que constituye una negación de los principios mas elementales de la democracia: el reparto de los empleos entre los partidos gubernamentales”.
Pero el doctor Balaguer no se detuvo ahí.
En otra parte de su escrito de prensa, atacando frontalmente una de las aberraciones filotiránicas más conocidas de nuestra eterna democracia papelera, el antiguo gobernante proclamó: “Los métodos del Estado policial continúan imperando sobre los del sistema democrático. Aún principios tan sagrados como el del “Hábeas Corpus” siguen siendo una abstracción para los perseguidos políticos”.
Y en cuanto a la vertiente más cotidiana y humanamente sensible de los problemas nacionales, esto es, en lo tocante a nuestras deficiencias y carencias en los planos económico y social, el ex mandatario esbozó estas críticas focales, punzantes y reveladoras:
“Nuestros aranceles siguen siendo un adefesio y nuestro régimen tributario en general continúa siendo una realidad anacrónica. El país sigue lleno de punta a punta de casas de prostitución y de menores abandonados. La reforma agraria camina con lentitud porque sólo se utiliza como un cartel para fines electorales. Cada día crece mas en vez de disminuir la desproporción entre los índices de nuestra densidad demográfica y los de nuestros bajos niveles educativos”.
Y para hacer una especie de balance sobre la realidad nacional luego de filípicas y circunloquios de variada estofa, el autor de “La isla al revés” dijo de manera sentenciosa: “Actualmente constituimos en América Latina el caso paradójico de un Estado rico… y de un país paupérrimo con la inmensa mayoría de su población desnuda y mal alimentada”.
Contrariando sus más íntimos deseos, el autor de estas líneas no hará ninguna valoración alrededor de este artículo del doctor Balaguer, y se limitará a informar -para quienes lo ignoren- que fue publicado en el diario El Caribe de fecha 13 de febrero de 1964.
Naturalmente, las presentes notas estarían incompletas si no se agregara que el hombre que escribió el artículo de referencia fue el mismo que gobernó la República Dominicana desde el 3 de agosto de 1960 hasta el 16 de enero de 1962, desde el 1ro. de julio de 1966 hasta el 16 de agosto de 1978, y desde el 16 de agosto de 1986 hasta el 16 de agosto de 1996.
Es decir, durante 23 años, 5 meses y 13 días.
Y aunque también ese hombre es el mismo que todavía devocionan nostálgicamente o emulan con alborozo los sectores conservadores del país -incluyendo a quienes nos gobiernan desde el año 2004, que se asomaron por primera al poder en 1996 con su apoyo-, talvez convenga insistir en lo ya sugerid cualquier comentario sobra.
Naturalmente, si es usted dado a hacer comparaciones históricas y -acicateado por la curiosidad o enculillado por la triste circularidad de nuestro devenir- no resiste la tentación de parangonar el artículo de marras con nuestra realidad de hoy, la pelota queda en su lado de la cancha y, parafraseando al conocido programa de entrevistas, simplemente “Sea usted el jurado”.
(*) El autor es abogado y profesor [email protected]