El presidente de la República, licenciado Danilo Medina, cuenta con una valoración favorable de un 90%, conforme a una firma encuestadora extranjera. Es el jefe de Estado de mayor aceptación del continente. Posiblemente del mundo.
¿A qué atribuir esa extraordinaria aprobación de un presidente que, exceptuando el 4% asignado al sector educativo, no ha tomado medidas trascendentales y que –contrariamente– confirmó en sus puestos al grueso de los funcionarios de la administración anterior, mantiene el mismo cuerpo diplomático y garantizó impunidad a sus compañeros de partido acusados de actos dolosos?
La aceptación del gobierno obedece a que la gente tiende a compararlo con el anterior. Y cualquier cosa es mejor al anterior gobierno, el cual rompió todos los récords de corrupción pública y su jefe se convirtió en un arrogante extraterrestre, actitud que contrasta con el estilo humilde que oferta el presidente Medina.
El presidente Medina sabe, además, hacerse la víctima y es un estratega político de primera línea, que ha sabido alzarse con el liderazgo de su partido y simultáneamente ser uno de los autores intelectuales del secuestro del PRD, organización con dos bandos inhabilitados para hacer oposición al presente gobierno.
Podría decirse que los dos sectores perredeístas tienen sus preferencias dentro del PLD. El grupo de Miguel Vargas, cuyos principales miembros están en la nómina del Estado (algunos inclusive en varias nóminas) se inclinaba en principio hacia Leonel Fernández, pero a raíz de las derrotas del león, el miguelismo revisa su adhesión para no exponerse a la
pérdida de privilegios de todo tipo. La ausencia de principios políticos, en ese grupo, es total.
El rechazo a Leonel Fernández en el sector de Hipólito, originalmente, fue la causa de preferencia hacia Medina. Pero hay que recordar, de forma adicional, que Miguel Vargas acusó a Mejía de hacer negocios con el gobierno a través de sus empresas agrícolas sea una causa o la otra (o ambas a la vez), la verdad es que a casi dos años de las elecciones el denominado PPH no ha hecho oposición al gobierno.
Por lo menos, esa ha sido la conducta particular de Hipólito Mejía. Durante ese trayecto, Mejía no ha hecho causa con ningún sector de la sociedad que demande reivindicaciones sociales. Sí ha sabido reconocer posibles virtudes de la presente administración y en varias oportunidades se ha reunido con el presidente de la República.
Hasta ahora el grupo de Mejía se ha limitado a realizar marchas caravanas en diferentes puntos de la geografía nacional para conformar una convergencia de fuerzas políticas hacia al certamen electoral del 2016. Su blanco ha sido Miguel Vargas, no se refiere a la problemática del país ni al control total de las instituciones de parte del partido gobernante, incluyendo, sobre todo, los órganos electorales.
Con un escenario político, donde el presidente Medina se oferta como hombre humilde y preocupado por los problemas del país, controla el 80% del PLD, con el PRD secuestrado y sus líderes neutralizados (sin oposición), tiene lógica una aprobación de un 90%.
Poquito me la hallo.
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