Sergio Pérez tenía tierras y las perdió. Tenía vacas y las tuvo que vender como "vaca muerta". Producía leche, ya no. La crecida del Lago Enriquillo le provocó un accidente cerebro vascular (ACV). Un derrame cerebral.
Seis millones de pesos le estaban ofreciendo por sus tierras unos meses antes. No las quiso vender porque, siendo su único patrimonio, pensó en sus hijos. Era un ganadero con una producción de mil litros de leche diarios.
Pero aún le quedan fuerzas. Entusiasmo. Es hombre sabio y locuaz. Se expresa con belleza y lucidez. Se ha recuperado.
Otros no tuvieron "su suerte". El Lago Enriquillo, además de las tierras, además del único sustento que tenían, también les arrebató la salud mental. Enfermaron para siempre.
Algunos murieron.
Sergio no guarda rencor ni dolor. Aunque no puede olvidar.
Su historia fue dada a conocer hoy por la Dirección General de Comunicación a través de una nota de prensa y un video (bit.ly/1kcPBed).
El nuevo Boca de Cachón le ha provocado una felicidad inmensa. "Es mil por ciento más", dice, que el viejo Boca de Cachón.
"Escuelas con desayuno, almuerzo y merienda, dice, cinco parques, dice, agua y luz las 24 horas y centro de atención primaria, dice, estancia infantil, proyecto agrario, piscícola y ganadero habrá, dice, qué más podemos pedir", se pregunta.
"Lo tenemos todo", él mismo se responde.