El Partido Revolucionario Dominicano se encuentra dividido, en estos momentos, en cuatro partes y no en dos, como erróneamente suelen decir los medios de comunicación social.
Está el PRD institucional (que tendrá cualquier cosa, pero nada de institucionalidad) que dirige Miguel Vargas Maldonado, el cual goza de toda clase de privilegios gubernamentales y, naturalmente, tiene el reconocimiento de los órganos electorales peledeístas. En pocas palabras: es un aliado al gobierno y al PLD.
Hay un segundo PRD: el de Guido Gómez Mazara, quien aspira a la presidencia de la organización, pese a que ignora el padrón electoral a usarse en la “convención” y se le impide el uso de los locales, instalaciones y demás logísticas partidarias.
Las condiciones son desiguales y a Guido se le convierte en víctima, por lo que, independientemente de lo que se diga y de su posible estrategia particular, el joven dirigente podría terminar con su propio proyecto.
Un tercer PRD está constituido por aquellos dirigentes que desaprueban la conducta de Miguel Vargas, pero que alegan que el “pleito hay que echarlo adentro” y muestran apego a la sigla. ¿Románticos en receso político o beneficiarios gubernamentales por asumir ese rol? Es una postura con causas determinadas.
Y finalmente está el denominado PRD Mayoritario, que encabezan Hipólito Mejía y Luis Abinader. Es el que muestra mayor dinámica y distancia con Miguel Vargas. Ese cuarto PRD tiene posibilidades de sumarse a dos de los tres restantes, me refiero al de Gómez Mazara y al de los románticos en receso.
Y si muestra fuerza en la población podría sumar también a muchos miguelistas que tienen concepto de la oportunidad. No se puede obviar que en el grupo de Miguel muchos carecen de principios políticos y su adhesión depende de la presencia en la nómina pública y otros conocidos privilegios. Además, en ese grupo, hay legisladores que procuran asegurar candidaturas, pero estarán ahí hasta que descubran que los votos son insuficientes para resultar electos.
A ese cuarto PRD es que más futuro electoral se le observa. Naturalmente, está en la obligación de crear una nueva sigla y formar una convergencia de fuerzas políticas y sociales, que impacte en la población. Si logra ese cometido podría aglutinar todo el descontento poblacional que ha acumulado el PLD y el gobierno.
Una participación electoral favorable para el grupo que dirigen Hipólito Mejía y Luis Abinader ya no sería para el PRD, sigla reservada a Miguel Vargas en el marco de un acuerdo que éste tiene con el PLD desde antes del proceso electoral del 2012. Vargas Maldonado, sin embargo, carece de apoyo poblacional y los pocos que opinan positivamente de su persona son peledeístas.
Ante esa situación, todo apunta a que por primera vez, desde su participación en la contienda electoral del 20 de diciembre de 1962, el partido blanco estará fuera de la competencia por el poder político en los comicios del 2016. A Vargas Maldonado, que será el candidato presidencial del PRD, se le percibe como un aliado al gobierno, factor que lo inhabilita para captar votantes disgustados con el oficialismo.
Están dadas las condiciones para una recomposición de fuerzas políticas ante el descalabro del PRD. Por el momento solo se observa a un PLD fuerte, al controlar los recursos del erario y todos los poderes públicos, y a un Vargas Maldonado sin posibilidades de triunfo. Habría que esperar que se defina la forma en que eventualmente se aglutinarían los opositores al gobierno para entonces hacer proyecciones más acabadas.