La prevención es un ingrediente que parece estar fuera de la lucha contra la delincuencia. Muchas medidas e ideas parecen acciones desesperadas, o posiciones para ganar titulares de periódicos.
Para enfrentar a la delincuencia todo ya está escrito. En el Código hay las penas suficientes a que debe ser condenada una persona que haya violado las leyes, y los organismos de seguridad tienen recursos básicos, aunque podrían tener más hombres y equipos.
En consecuencia, lo que se debe es iniciar una amplia tarea de prevención. La palabra prevención tiene diferentes radios de acción, pero nunca cabe en ellos la desesperación que se nota ahora. Hay prevención cuando se mejoran las condiciones de vida en los barrios; al crear una política masiva de empleos; enseñando a leer y escribir, y sobre todo, convirtiendo a cada residente en un barrio en el mejor aliado de los organismos de seguridad pública para prevenir y sancionar los delitos.
Esta es la prevención que mejor hay que trabajar. En un sector, de la Capital por ejemplo, una persona que va allí por primera vez, en posición de sospechoso, es detectado por todos. Pero la totalidad voltea la cara y se dice que eso no es problema suyo. En ocasiones es que no tienen confianza en las autoridades.
La Policía tiene que trabajar con oficiales y agentes que se identifiquen, se familiaricen, con los moradores del sector a donde patrullan, que estos los conozcan y tengan confianza de darle cualquier información confidencial sobre una persona que parece ser sospechosa.
A veces los pérfiles para detectar a personas que pueden violar las leyes no son muy científicos, y pueden hacer molestosas a las autoridades al cometer injusticias con la idea de que un criminal debe tener determinada facha o hacer determinados movimientos. –Parto de que toda persona es inocente hasta que se le encuentre culpable en un juicio oral, público y contradictorio-.
Los crimenes y delitos bajarán considerablemente si la policía se convierte en un amigo de los residentes del barrio o sector que le toca patrullar. Si el oficial y los agentes se paran a conversar con los muchachos de la esquina, ayudan a cruzar a los ancianos y dan la mano a las familias en problemas lígeros que puedan tener.
El peor enemigo en la prevención del delito es la redada masiva. Ya tenemos experiencia en los barrios donde las redadas masivas no sirven para agarrar criminales, sino a los muchachos y muchachas que salen a trabajar a las fábricas en las madrugadas, o llegan tarde en la noche de sus labores.
El jefe de la Policía se ha acercado a los barrios, busca esa policía comunitaria, pero debe saber que ese ejemplo tiene que llegar al raso, al cabo, al sargento y al segundo teniente, que son los que patrullan en las calles, y los cuales en ocasiones confunden la rectitud con la cara fea y el puño de hierro mal empleado.
Prevención y no nuevas leyes. Si la policía es el amigo del barrio, al que sabemos que tenemos que acudir cuando hay un problema, el crimen se reducirá. Un llamado al jefe de la Policía para que la nueva dinámica de la institución sea: El policía es el mejor amigo del barrio.
Por Manuel Hernández Villeta