El turismo ha constituido el sector de mayor éxito de la economía dominicana durante las últimas tres décadas.
Por Luis José Chávez
La República Dominicana es la cuarta potencia turística de América Latina, solo detrás de México, Argentina y Brasil, y está posicionada como el primer destino turístico del Caribe.
El turismo ha constituido el sector de mayor éxito de la economía dominicana durante las últimas tres décadas y el que mayor impacto ha tenido en todos los renglones de la producción nacional. Se trata de un socio fundamental del comercio, la agropecuaria, la construcción, el transporte terrestre y aéreo, la industria de alimentos y bebidas, la industria del mueble, los servicios financieros, las telecomunicaciones, la artesanía, el arte y la cultura, y la industria del entretenimiento, entre otras áreas.
En adición al impacto transversal que tiene este sector en el resto de la economía, el turismo es el principal contribuyente directo del fisco dominicano. El turista, por ejemplo, paga impuestos en todas las etapas de su visita al país: por el asiento del avión, por el combustible del avión, por el aterrizaje en el aeropuerto, por la seguridad del aeropuerto, por la vigilancia del espacio aéreo, por el derecho de entrada al país, por los combustibles del transporte local; por el ITBIS sobre los pasajes, por la habitación y los servicios de hotel; por los impuestos selectivos a las bebidas y cigarrillos, por los artículos electrodomésticos que se usan en el hotel, por los derechos de salida del país y nuevamente por el asiento del avión en que se traslada de regreso.
Fortalezas y debilidades
Sin embargo el país tiene serias dificultades para capitalizar el enorme potencial de desarrollo que ofrece este sector, en adición a nuestras ventajas competitivas en el renglón de sol y playa, como sucede con el limitado aprovechamiento del turismo de cruceros, de reuniones, de ciudad, el ecoturismo y el turismo comercial, entre otros. No hay manera de justificar, por ejemplo, que en turismo de cruceros RD aparezca en el puesto número 16 entre los destinos del Caribe.
Contamos con las mejores playas de América Latina, con una población increíblemente hospitalaria, con un patrimonio histórico y urbano de gran valor, con una gastronomía rica y variada y con los más contagiosos ritmos musicales del mundo, pero aún así arrastramos un lastre que podría tirar por la borda todo lo bueno que ofrece nuestra marca país.
Se trata de nuestra incapacidad para asumir el turismo como una empresa de todos, no solo de los empresarios turísticos, del Ministerio de Turismo y del Gobierno Nacional, sino también de las autoridades locales, de las comunidades y de diversos sectores sociales y grupos económicos que están llamados a beneficiarse del florecimiento de esta actividad.
Lo que debemos cambiar
Nuestro talón de Aquiles es la dificultad para ordenar y planificar el manejo de nuestros recursos turísticos, incluyendo las áreas de playa más emblemáticas del país, como Bávaro, Boca Chica, Juan Dolio, Las Terrenas, Nagua, Cabarete, Sosúa y Puerto Plata.
A modo de ejemplo, podríamos hablar de la arrabalización, el desorden y el deterioro que muestra la playa de Bávaro, principal destino turístico del país, donde se ha impuesto ante la mirada indiferente de las autoridades locales, un sistema caótico de transporte servido por embarcaciones informales que compiten con los bañistas por el espacio de la playa frente a los propios hoteles.
En Bávaro existen numerosos embarcaderos informales donde operan cientos de embarcaciones que afectan la barrera coralina, representan un riesgo para los turistas y se prestan para el tráfico marítimo ilegal.
Es cierto que en los últimos meses se han anunciado algunas medidas pero el problema sigue igual, creando un justificado desaliento entre los empresarios turísticos que no terminan de entender la indiferencia de las autoridades frente a esta grave amenaza contra la principal industria del país.
Un vistazo a Boca Chica, Juan Dolio, Samaná, Las Terrenas, Nagua, Cabarete, Sosúa y Puerto Plata, revela un patrón histórico bastante parecido, aunque particularmente en Boca Chica, Cabarete, Sosúa y Puerto Plata se advierte un proceso de empoderamiento social, con el acompañamiento de algunas autoridades, que podría ayudar a cambiar este estado de cosas y que debería contar con el más decidido apoyo del Gobierno Nacional.