Los niños de la calle, es una muestra de la gran indiferencia social de los dominicanos. Es parte de voltear la cara, y mirar para otro lado, cuando crece la injusticia, y el hambre es una realidad tocable.
Hay un abandono reciente de la niñez dominicana. Pero el niño no tiene dominio de su camino a recorrer, por lo que en plano real es la sociedad dominicana que está abandonada. La indiferencia ante esa miseria de los menores, es peligrosa.
De ese niño que no va a la escuela, y limpia vidrios de carros en las esquinas, es que va a nacer el delincuente del mañana. Con cada niño que se saca de la calle y se pone a estudiar, se reduce el margen de movilidad de la delincuencia.
Siempre se han dado los casos de niños abandonados, sin padres, sin madres, sin parientes, y que viven en las calles. Pasa aquí y muchos voltean la cara para no darse contra la pared de esa realidad. No todos los dominicanos son culpables del hecho, porque las soluciones están en un puñado de manos.
Desde el gobierno se debe establecer una política de Estado en la referente al abandono de la niñez, pero también esa cruzada debe contar con el apoyo del sector privado. Aunque hay empresarios que dan muestras de sensibilidad social, la mayoría prefiere ir a contar sus riquezas, antes de pensar en los pobres.
En época de la guerra fría, algunos propagandístas hablaban de la generación perdida, entendiendo que sus miembros eran los jóvenes que militaban en los grupos de izquierda y que al correr de los años, al exhibir las canas, se tornaban conservadores.
O sea, perdían toda su juventud en una lucha que no llegaría a ninguna meta, para al caminar con bastón reconocer que se habían equivocado. Esa era una falsía. Esa juventud no estaba perdida, sino que sus ideales libertarios fueron segados por el plomo asesino. Hoy si hay una decada pérdida, cuando vemos a la juventud sin metas, sin propósitos, tratando de subsistir en un mundo normado por la moda efimera.
Es una decada perdida para esos niños que cuando lleguen a la plena adultez se encontrarán con un mundo que no les ofrecerá ninguna oportunidad para su desarrollo individual y comunitario. Sobre ellos pasó el tiempo, para montarse en una guagua que no va a ninguna parte.
De esa masa amorfa, de marginados, con grilletes mentales, es que se levantará la nueva sociedad dominicana. Los hombres del futuro no vendrán en una nave espacial, sino que la mayor parte de sus integrantes seran esos niños de la calle, convertidos ya en adultos con plena determinacion.
Si ahora mismo no comenzamos a sacar a los niños de las calles, entonces el destino dominicano sera imposible de rescatar de las garras del infierno.