El líder de un movimiento social no puede ser cocido en los encuentros de aposentos, donde a nivel de finos vinos se fija el futuro de los pueblos y se divide el tiempo de permanencia de una clase política que se considera superior.
Cuando el líder es producto de la concertación, su reinado es efimero, producto de poner a otros que carguen su liderazgo sobre espaldas ajenas, y creerse que es un providencial que con un gesto de sus manos cambiará el futuro.
La antocha de los liderazgos sólo se pasa de mano en mano, cuando las figuras que se creen providenciales preparan sucesores, o se echan a un lado del camino, para dar paso a saltimbanquis que dirigen desde las sombras.
Los líderes que surgen por el poder económico, o las facilidades para dar canongías, únicamente son titiriteros que se constituyen en estrellas de una función única, con boleto de entrada y salida.
En una sociedad sin dirigentes, con el camino empedrado, las masas confunden a un juglar de notas dispares, con el salvador de su destino, creyendo que lleva en la mano la tea de la redención, cuando en verdad sostiene un simple pedazo de trapo empapado de gasolina, para un simple fuego fatuo.
El verdadero líder no surge de los tratos de aposentos, sino de las coyunturas. Los grandes procesos de la humanidad son ejecutados por hombres de carne y hueso, que hasta llegaron a fracasar, con sus cuerpos mutilados por el machete, las balas o la horca, pero con su voz rompiendo la frontera del tiempo, para lograr redenciones.
La coyuntura es lo que catapulta al hombre común y corriente al frontispicio de los héroes. Las circunstancias llevan a don nadie, a poner sobre su pecho y corazón la cociencia y sentir de las multitudes; ese no es un líder forjado por el dinero, sino por la sangre y el decoro.
Los héroes se los podemos dejar a la posteridad, pero hoy se necesitan líderes, no hombres de laboratorio, sino juglares hechos con la mezcolanza que aporta sintonizar con las necesidades de las grandes mayorías.
El líder de hoy, no puede ser calcado al siglo xx, sino producto de las nuevas correlaciones sociales, de los cambios económicos y políticos, y sobre todo de saber caminar en barro resbaladizo para poder adelantar la marcha social.
Por desgracia, los líderes se forman en la rotativa de hacer pesos y en los clicks de las redes sociales, por lo que estamos huérfanos de hombres con cerebros y hambrientos de justicia social que deseen un mundo mejor.