Un guión perfecto, un director que sabe el oficio y la transformación de un comediante de masas en inolvidable personaje dramático y oscuro, lo que da es perfume a a Palma de Oro por Foxtcacher.
Por José Rafael Sosa
CANNES. No hay malos ni buenos actores. Hay buenos o malos directores. Baste tener un guión que aporte el concepto terminado y un director encargado del departamento de milagros a pantalla.
Tras ver Foxtcacher, de Bennett Miller, y la actuación camaleónica de un Steve Carell, (John duPont) al que hemos visto en comedias industriales de alto impacto (Todopoderoso) y en la nominada y premiada serie televisiva The Office (Michael Scott), queda claro como agua bautismal de Lourdes, que un milagro ha sido posible: queda el convencimiento, casi hasta el estupor, de la vocación dramática desgarrante de Carrell al ponerse en la piel de un oscuro millonario, mecenas del deporte olímpico, frío e impredecible, capaz de lo inimaginado cuando sus obsesiones son capaces de cegar el racional pensamiento humano.
No es su primer papel dramático. De hecho es actor de carácter, pero en el imaginario colectivo la imagen que tiene es la del personaje hilarante, del recurso facilista apoyado por los efectos especiales que dan espectacularidad pero que acomodan a lo fácil la capacidad de interpretación. Foxtcacher, una historia real, ha impactado en Cannnes a críticos y publico exigente y conocedor que conforman acores, directores y productores por la desgarrante sinceridad de su narración, extraviada entre tragedia, incomunicación deseos de trascendencia, cada quien a su modo. Notable el trabajo actoral del conjunto, sobre todo del protagonista Channing Tatum (Mark Schultz), y el muy efectivo Mark Ruffalo (Dave Shultz) -crucial actuación de sostén a las dos luminarias -. El interés por la película se deduce de la cantidad de "views" que tiene su trailler: casi 250, mil muy superior a todas las demás competidoras en Cannes. A Foxtcacher se le siente aliento de ganadora, más que todo por la excelencia de su montaje, envuelve firmemente al espectador casi ahorcándolo con la presión firme que imprime un director que tiene claro el camino a seguir. Huele a Palma de Oro y es clarísimo que si la justicia divina opera tal cual fue designada, figurará entre las casillas del Oscar a Mejor Película y mejor actor, cuando menos.