En la presente semana las cámaras legislativas aprobaron sin mayores problemas, el proyecto de Ley de Régimen Especial y Naturalización que enviara el presidente Danilo Medina para conjurar la grave crisis nacional e internacional creada por la desacertada sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional.
Cuando se dio a conocer esa sentencia, Danilo expresó que había un problema humano que él como presidente debía resolver. Ese problema humano trascendía la propia decisión del Tribunal Constitucional y dejaba en el limbo a miles de dominicanos de origen haitiano que tenían toda su vida ejerciendo sus derechos nacionales y por demás tenían en su poder documentos oficiales dados por una institución del propio gobierno que los acreditaba como tales. Si esa situación se mantenía, nuestro país sería condenado en todos los organismos internacionales por haber cometido una especie de genocidio civil en pleno siglo 2l.
El presidente Medina, con el espíritu humano y solidario que le caracteriza, consultó a todos los sectores involucrados en la situación y buscó una solución justa y humana. Muchos dudaron que fuera posible lograr un acuerdo entre los sectores radicalizados a favor y en contra de la sentencia 168-13, pues las pasiones y los criterios extremos no permitían visualizar una salida que dejara satisfecho a los dos bandos y solucionara la esencia de la situación.
Pero Danilo se tomó el problema con la responsabilidad de un verdadero estadista. Consultó a todo el mundo y en especial a los principales líderes políticos y sociales de la nación y los convenció de que si bien no se podía alterar la esencia de la decisión del Tribunal Consitucional, el problema específico creado por esa decisión ante un grupo de dominicanos a quienes se les pretendía despojar de sus derechos de nacionalidad, tenía que ser solucionado y todos debían ser parte de esa solución. Gracias a Dios, el liderazgo político y todos los sectores sociales apoyaron la salida humana y solidaria que encontró el presidente Medina. Y ese grupo de dominicanos que habían sido despojados abusivamente de su derecho a la nacionalidad, recuperaron ese deecho a través de un régimen especial que no choca ni con la sentencia 168-13 ni con la constitución de la república.
Danilo se creció nuevamente ante la historia. Su visión, su paciencia, su espíritu humano y justo, fueron la clave para sacar la nación dominicana de un debate que nos llevaba al paredón internacional y dividía el país. Junto a Danilo como líder, guía y estadista fuera de serie, hay otros tres grandes protagonistas. El primero es Gustavo Montalvo, quien se empleó a fondo y venció todos los chantajes en su contra, para hacer que esa solución humana y justa se impusiera racionalmente. Y los otros dos son los abogados Olivo Rodríguez y Flavio Darío Espinal, quienes con una habilidad fuera de serie tejieron los argumentos constitucionales que le dieron soporte a la salida respaldada por todos.
Danilo volvió a demostrar, con la humildad y la sensiblidad humana que le caracteriza, que es un presidente justo, con sentido de la historia y con visión de futuro.
Euri Cabral
Es Economista y Comunicador
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