Este viernes los dominicanos celebran 53 años de la caída del dictador Rafael Leónidas Trujillo, "La muerte del chivo", una de las más férreas del Caribe y América Latina en su época, en medio de unos pocos que la añoran, miles de decepcionados con el modelo democrático y cientos de políticos que han optado por reproducir el modelo trujillista de gobernar República Dominicana.
En el trasfondo de esta historia está que si en realidad Trujillo fue ajusticiado el 30 de mayo del 1961, sus esbirros y cómplices de oprobiosos crímenes, como el de las Hermanas Mirabal, Patria, Minerva y María Teresa, no fueron objetos de las sanciones debidas y muchos de ellos aun se pasean por las calles dominicanas, y no faltan quienes amasan las fortunas dejadas por la dictadura.
Para esta fecha no hay festejos oficiales para celebrar la caída del régimen, apenas algunos medios se hacen eco de aquel acontecimiento, protagonizado por cercano colaboradores del dictador que decidieron poner fin a su régimen acabando con el estado de crímenes y terror.
A pesar de sus oprobiosos crímenes, Trujillo y el trujillismo, emergen como un referente en la mente de muchos dominicanos que evocan el “orden” que regía el país en esa época y lo contrastan con la ola de inseguridad que vive el ciudadano dominicano en las calles en este tiempo.
También el Dictador emerge como referente ante la Migración haitiana. Los grupos ultranacionalistas lo tienen como un patriota, pese a que la historia dominicana aparecen manchada con la sangre de más de 48 mil haitianos asesinados por ese régimen, hecho que aun llena de vergüenza a los dominicanos más sensatos.
No fue casualidad que el gobierno salido de los primeros comicios celebrados en el país, luego de muerto Trujillo, presidido por el profesor Juan Bosch, fuera derrocado y diera paso a un triunvirato que tuvo el mérito de comenzar a repartirse los bienes de la familia Trujillo entre la camarilla gobernantes y sus allegados.
Tampoco fue casualidad que ante la repulsa popular que puso fin al triunvirato en el 1965, aplastada por la Intervención norteamericana del 28 de abril de ese mismo año, surgiera un gobierno capitaneado por quien al momento de la muerte del sátrapa era el presidente títere, Joaquín Balaguer, quien estableciera un régimen semi dictatorial.
Lo peor entonces vino, cuando las fuerzas políticas contrarias, que pregonaban poner fin al status quo al asumir el gobierno se rindieron ante práctica similares de ejercer la administración pública, un lastre que ha tomado cuerpo en el dominicano, caracterizado por el irrespeto a la ley en todos los órdenes.
Muchos dominicanos reflexionan hoy sobre los resultado obtenidos tras la muerte de Trujillo y no faltan quienes dudan de si el modelo que prevalece hoy fue mejor que aquel de que eran víctimas quienes vivieron las tres décadas de dictaduras.