Columnistas

¿Alguien recuerda lo que dijo el rey?

No ha sido así, era una pieza que hubiera podido ser horneada en una factoría del gabinete de cualquier político al uso. Bien escrito, casi bien leído, pero sin hacer suyos los enormes problemas humanos y sociales que padecen nuestros conciudadanos.

José Carlos García Fajardo

Decepción ante el esperado discurso del nuevo Jefe del Estado español. Pero escuchado y releído con atención sólo he encontrado una palabra para resumirlo: obviedad. Parecía un trabajo que, en un seminario o master universitario, hubiéramos encargado a unos posgraduados. Paramnesia se llama a la sensación del déjà vu, déjà entendu.

Como los discursos navideños de su padre. Como un traslado en el tiempo pero que lo dicho en una ocasión que pudo ser histórica, o al menos, memorable, se dijo sin alma, sin corazón y sobre todo, sin el menor sentido de conocer en profundidad la situación real y las necesidades vivas de la sociedad que él venía a afrontar con el desafío de un proyecto ilusionante, esperanzador y auténtico.

No ha sido así, era una pieza que hubiera podido ser horneada en una factoría del gabinete de cualquier político al uso. Bien escrito, casi bien leído, pero sin hacer suyos los enormes problemas humanos y sociales que padecen nuestros conciudadanos.

Le habría costado tanto, dejar los papeles sobre el atril, y mirando en sus ojos a los representantes de la soberanía nacional… “para compartir ante ustedes algo que me quita el sueño. Y es preguntarme cómo pueden sobrevivir esos millones de españoles que no tienen trabajo, esas familias desahuciadas de sus hogares, esas personas dependientes a las que se les ha privado de la ayuda imprescindible para vivir con dignidad… esos recortes en los pilares fundamentales de un Estado de justicia social como son la salud, la educación y el derecho a una ancianidad tranquila después de unas vidas de trabajo.

Ya sé que algunos me dirían, con el texto de la Constitución en la mano, que esa no es la tarea de un jefe de Estado en una democracia parlamentaria. Pero ante mí como ciudadano y padre de familia se alzan los datos de fortunas evadidas a paraísos fiscales, de economías y contabilidades de casino, de sociedades que tributan en otros estados de Unión Europea o que han desplazado sus fábricas a otros países con mano de obra sin protección social digna de ese nombre. Me duele leer en los medios que miles de niños españoles necesitarían que sus colegios permanecieran abiertos durante el verano porque esas serían sus mejores vacaciones y la posibilidad de tener una comida nutritiva al día. Yo, como ciudadano, no puedo ser ajeno a esa fuga de jóvenes bien preparados y con buenas titulaciones yéndose a otros países para sentirse útiles y conseguir un empleo, a veces inferior a sus capacidades científicas o académicas. Sí, bien se me alcanza, que ésta es tarea de los gobiernos, de los parlamentarios y del resto de los poderes del Estado, y que debo someterme al dictado de la Ley de leyes. Pero si en el día de mi proclamación como rey de España, no os abriese mi corazón y la presión de mi mente, no podría sentirme digno de la responsabilidad que depositáis sobre mis hombros, y no me sentiría bien al ir a darles el beso antes de dormir a mis hijas.

No pretendo juzgar a nadie y es estéril mirar hacia atrás con ira, sólo os pido que juntos nos unamos en un proyecto de futuro justo, digno y solidario. He venido para prestar juramento antes esas Cortes generales y ofreceros mi total disposición y colaboración en todo aquello que pueda ser de urgente necesidad para convivir en una sociedad política bien administrada, en la que primen la Ley, la distinción de poderes y el esfuerzo de todos nosotros como servidores del Estado, para la construcción de una comunidad de seres humanos más justa y solidaria, la defensa y respeto del medio ambiente, en la concordia entre los pueblos de España y del resto de países europeos. Se trata de conseguir otra sociedad más humana, más entrañable y por la que merezca dar sentido a nuestro vivir de cada día. Para que, con palabras de Camus, nuestros nietos no tengan que avergonzarse de nosotros porque, habiendo podido tanto, nos atrevimos a tan poco”.

Sí, ya sé que sólo fue el sueño de un viejo profesor de ciencia política. Pero las grandes conquistas se hicieron realidad porque alguien las soñó primero. Con sinceridad, ¿alguno de ustedes recuerda lo que dijo en su discurso el rey Felipe?

José Carlos García Fajardo
Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) Director del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS)
fajardoccs@solidarios.org.es
Twitter: @GarciafajardoJC

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