Recientemente el designado Diputado Vinicio Castillo Seman propuso considerar de alta prioridad la erección de un muro fronterizo entre el país y Haití, cosa delicada y seria esta. Veamos algunas razones.
Por Carlos Michelen
Primero los muros de piedra o de acero y hormigón son más que símbolos de poder, símbolos de debilidad administrativa. La erección de murallas en Roma respondió a la decadencia del imperio, a su incapacidad de reguardar sus fronteras. La construcción de La Gran Muralla de China y la construcción e miles de soldados y caballos de tierra cocida desplegadas a todo lo largo de la obra fue solo una muestra de debilidad administrativa.
Las piedras, los hombres y caballos de barro llenaron la incapacidad del gobierno imperial de ordenar y ser obedecido por sus propios soldados y súbditos en las fronteras imperiales. El Muro de Berlín fue una muestra patética de la fuerza de la desobediencia de los berlineses del Este a sus amos soviéticos. La muralla entre Israel y Palestina es una sórdida expresión de la negación de la realidad, de la necesidad de paz y concordia.
El muro entre los Estados Unidos y México no es más que una declaración de incapacidad de control de flujo humano ante el extraordinario desbalance entre dos mundos colindantes y distantes. Quien podría ser capaz administrativamente de controlar el paso ilegal masivo de menores, incluido niñas embarazadas o lactando a sus bebes. Todos estos casos muestran debilidades no fortalezas.
El ya varias veces propuesto muro entre la República Dominicana y Haití no es la excepción, y aquí radica su importancia. Una parte importante de la población dominicana parece admitir que el sistema político dominicano es y ha sido lo suficientemente débil para tolerar y en ocasiones promover el caos en la administración fronteriza. De ser así el muro definirá la frontera, y si no hay muro no habrá frontera.
Se necesitaría un muro por haber sido incapaces de construir un muro de moralidad administrativa pública, un muro de gobernabilidad concreta y definida en el marco de los intereses nacionales, un muro de convicción intima de la necesidad de proteger lo nuestro sin ofender a los otros.
También se necesitaría un muro ante la ausencia de respeto por las normas ajenas del otro lado, por la ausencia o escasa habilidad de gobierno al oeste del propuesto muro. Se necesitaría un muro para las incontenibles ansias de dinero de algunos de este lado y para la desbordada esperanza de bienestar y dignidad humana de aquel lado.
No importa cuan largo, cuan alto, ni cuan ancho se construya un muro entre los dos nosotros. Una jauría se elevara desde el fondo de todas las injusticias y errores sostenidos de ambas partes y los derribara y nos arrastrara a los abismos…
Es preciso construir dos muros, el primero de naturaleza ética y moral a ambos lados. Construido con compromisos y certezas. El segundo de piedras y estrellas. Controles de tierra auxiliado por la disponible tecnología satelital. Un bien administrada frontera nos permitirá edificar una conveniente amistad entre los dos países que permita apreciar y respetar las diferencias a la vez que miremos juntos hacia el futuro.
Carlos Michelen, tiene una maestría de Columbia University y está terminando su PhD.